Con 33 años, Maria Chiara dejó su profesión para abrazar a Dios fascinada por la vida de la beata Gabriella da Vitorchiano
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De arquitecto a monja trapense. Parece el título de una novela. En cambio, es la verdadera historia de Sor Maria Chiara Pieri, de 33 años, originaria de Forlì, Italia.
Antes del confinamiento hizo su profesión solemne en las monjas trapenses del monasterio cisterciense de Valserena, en la provincia de Pisa, según informó Avvenire.
El trabajo… en el monasterio
Nada más graduarse, encontró trabajo en un estudio asociado en Varese, que le asignó un proyecto en el monasterio de Valserena, como ella misma recuerda:
“Mi jefe me pidió que fuera a conocer a una de las hermanas de Siria, porque querían empezar a construir un monasterio allí. Esa vez, entre los libros de la casa de huéspedes, me encontré con la vida de la beata María Gabriella de Vitorchiano, que leí de un tirón. Pensé para mí misma: ‘Qué forma tan extraña de dar la vida, tan simple pero tan total’. Regresé después de unos meses invitada por una amiga, que conocía a algunas hermanas de la comunidad”.
“La intuición que tuve al encontrarme con el monasterio -continúa la trapense- al ver a la comunidad rezando en la iglesia, fue la de una vida vivida bajo la mirada de Alguien que te ama, de una vida que es todo deseo de agradarle. No pensé de inmediato: ‘quiero ser monja’, sino que a partir de ese momento comenzó un viaje que, con el tiempo, me llevó a pedir poder verificar mejor, vivir un tiempo de experiencia dentro del claustro. Lo que más me llamó la atención de ese período fue la intensidad de mi relación con Cristo, el hecho de poder estar siempre en Su compañía, para poder siempre volver a Él”.
En 2014 ingresa en el monasterio y se prepara para su profesión solemne, celebrada el 8 de diciembre de 2019.
Don Giussani y los scouts
Sor María Chiara explica en el periódico de los obispos italianos:
“Recibí la fe de mi familia, en la parroquia Forlì de la Planta y en los scouts de S. Maria del Fiore. Fue decisivo el estudio, las amistades en las que la fe interviene en todo, el encuentro con Comunión y Liberación, las palabras de don Giussani y los testimonios de muchos que me hicieron comprender la belleza de una vida totalmente entregada a Dios”.
“Confié en Dios”
La trapense reflexiona hoy con perspectiva:
“La verdadera decisión no fue convertirme en monja, sino confiar en Dios, que ofreció a mi corazón una forma más profunda de amar. En otras palabras, mi decisión fue estar disponible al hecho de que Dios me mostraba la virginidad como posibilidad de abrazarlo todo y a todos”.
A hermana María Chiara su experiencia de fe y la búsqueda de la felicidad la llevó a elegir la clausura. Según explica a Aleteia, ella es alguien “que descubriéndose amada desde siempre, desea vivir hoy en este amor”.
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