Repasamos las visiones místicas de esta religiosa que recibió mensajes de amor de Cristo y la Virgen y experimentó los sufrimientos del infierno
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María Josefa Menéndez sintió desde muy pequeña la llamada de la vida religiosa. Nacida en 4 de febrero de 1890 en el seno de una familia piadosa de Madrid, fue la mayor de sus cinco hermanos. Desde los siete años de edad, Josefa siguió los consejos de su director espiritual, un sacerdote jesuita llamado José María Rubio que fue canonizado por Juan Pablo II en 2005. Josefa fue madurando en su interior la idea de entregar su vida a Dios, algo que confirmó cuando hizo la Primera Comunión el 17 de marzo de 1901. Sin embargo, la muerte de su padre en 1910 dejó a la familia en una precaria situación económica. Siendo la primogénita, pasó unos años ayudando a su madre a cuidar de sus hermanos y a tirar adelante su humilde hogar trabajando como costurera.
Tendrían que pasar aún muchos años para que Josefa pudiera cumplir su sueño. Tenía treinta años cuando tomó la decisión de ingresar en la Compañía del Sagrado Corazón de Jesús y se marchó a vivir una vida de devoción religiosa en el monasterio Les Feuillants de la localidad francesa de Poitiers. En 1917 inició el noviciado y el 16 de julio de 1922 profesaba sus votos monásticos.
Durante tres años, entre 1920 y 1923, la hermana Josefa tuvo una intensa vida de visiones místicas que decidió compartir con el mundo escribiéndolas con gran detalle. La monja cumplió con la petición que le hizo Jesús en una de sus visiones: “Deseo que hagan conocer Mis Palabras. Quiero que el mundo entero Me conozca como Dios de amor, de perdón y de misericordia. Quiero que el mundo lea que deseo perdonar y salvar”.
Jesús se lamentaba en sus visiones del abandono de muchas almas del camino de santidad y le pedía a su sierva que le ayudara en la labor de reconducirlas:
“Mira en qué estado las almas infieles dejan Mi corazón… Ignoran el amor que les tengo; por eso Me abandonan. Pero tú, ¿no querrás cumplir mi voluntad?”
En las experiencias místicas de Sor Josefa, Jesús le pedía que le ayudara a transmitir al mundo su mensaje de Amor:
“Mira en qué estado las almas infieles dejan Mi Corazón… Ignoran el amor que les tengo; por eso Me abandonan. Pero tú, ¿no querrás cumplir Mi Voluntad?”
“Guarda para Mí solo ese corazón que te he dado, y no busques en todo más que amar. Mi Corazón se abrasa y arde en deseos de consumir a las almas en el amor”.
“El mundo no conoce la Misericordia de Mi Corazón. Quiero valerme de ti para darla a conocer… Te quiero Apóstol de Mi bondad y de Mi Misericordia”.
También la Virgen María habló a Sor Josefa en sus visiones, en la misma línea del mensaje de Amor transmitido por su Hijo:
“¿Cómo no te he de amar, hija mía? Por todas las almas ha derramado Mi Hijo Su Sangre. Todas son mis hijas. Pero cuando Jesús fija los ojos en un alma, yo pongo en ella el corazón”.
Además de convertirse en transmisora del Amor Divino y de dar una esperanza de paz al mundo, sufrió experiencias menos agradables con sus visiones extremadamente vivas del infierno. En ellas, que plasmó con detalle en sus escritos, Sor Josefa se encontró con las almas pecadoras que sufrían los tormentos y que ella misma experimentó: “me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas en el cuerpo, que me abrasaban. […] Pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios”.
Tan intensa era su experiencia que cuando despertaba continuaba oliendo el hedor de azufre y carne quemada impregnada en sus ropas.
Sor Josefa Menéndez falleció el 29 de diciembre de 1923 en el mismo convento en el que pocos años antes había profesado sus votos. Aquel mismo año se iniciaba su proceso de beatificación y poco tiempo después, la Iglesia dio su consentimiento para que las visiones de Sor Josefa Menéndez se publicaran en un libro conocido como Un appel d’amour que se traduciría a muchos idiomas.