¿Por qué a veces cuesta tanto poner nombre a una relación?
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El amor conyugal, a través de su bondad engendra entre dos un nuevo modo de ser conjunto: el ser unión. Sin embargo, ante esta esta profunda verdad, cuando se habla del amor en el noviazgo o en el matrimonio, suele ser que a los términos se les da un significado diferente.
Actualmente, es común atender en consulta a jóvenes casi adolescentes, que solicitan terapia de pareja, y que, con mayor frecuencia, resultan no estar casados, sino que solo viven juntos esporádicamente. La razón por la que buscan ayuda es porque se agreden con dureza física, verbal y psicológica.
Con frecuencia es solo la mujer quien pide ayuda.
Así, en consulta, atendí a una preocupada jovencita, a la que le pedí que describiera y que definiera de algún modo su relación, para un enfoque de terapia; y, como guardo silencio, con delicadeza le pregunté:
– ¿Podría llamársele a lo tuyo, un matrimonio en unión libre?
De inmediato reacciono diciendo: – ¡no, no, solo somos novios! – y reflexiva agregó –, lo nuestro es solo “una especie de amor”.
Luego muy triste comentó: “La verdad, yo quisiera que llegáramos a algo, pero no lo puedo imaginar cuando nos llevamos tan mal”. Luego, hilvana la historia de una relación, en la que ella se siente realmente comprometida, mientras que el simplemente involucrado. Es decir, sin un genuino interés por el futuro de una vida en matrimonio.
Esta fueron algunas de las características anómalas de su convivencia:
- Ninguna de las partes, tienen a su mejor amiga o a su mejor amiga, signo de madurez propia de cada edad.
- Se conocieron y se divierten en grupo, solo saben estar solos para tener sexo.
- No conversan ni se plantean una relación de futuro, solo de presente.
- Casi nunca comparten actividades gratificantes, que impliquen la participación de ambos con sus talentos.
- No conviven con la familia “del otro”.
- No tienen intereses comunes, solo de simple entretenimiento.
Lo suyo no se podía definir como amistad, noviazgo o matrimonio natural. Y lo cierto es que no existe terapia que funcione para “una especie de amor” en una relación indefinida.
Es así, porque la terapia de pareja solo tiene sentido, cuando por ambas partes existe una rectitud de intención, por fundar, sanar y hacer crecer el amor, en su etapa de noviazgo, o en su etapa conyugal en el matrimonio. Solo en ese contexto, se puede trabajar remitiéndonos a la estructura en que se funda el deber ser de ese amor, en ambas etapas, para así identificar las disfunciones.
Y cuando esa estructura relacional no existe, lo que procede es más bien una terapia individual, enfocada a no proseguir viviendo en el error, cuando este se descubre.
Por ello, le pedí que expresara en una hoja en blanco, lo que a su juicio debería de ser su pareja en la relación, y anotó: que fuera detallista, amable, cariñoso, delicado, romántico… etc. etc.
Una vez elaborada la lista, admitió que su novio y ella vivían esas virtudes, pero solo a través de convivencia en sensaciones y emociones placenteras, las más de las veces de forma exacerbada, y, que cuando se enfrentaban a problemas en su relación, lo manifestaban igualmente con una negatividad exacerbada.
Luego, le propuse que elaborara una lista, de cómo les gustaría que fuera su actual relación si llegaran a formar una familia, y anotó: amoroso, responsable, comprensivo, abnegado, delicado y más…
Dolorida y convencida, admitió que entre la realidad que estaba viviendo, y lo anotado en ambas listas, existía un abismo.
En varias conversaciones, le fue quedando claro, que era así, porque esa “especie de amor” que dicen vivir, no contiene en su ser, el sustento de un orden espiritual, emocional, y fisiológico; por el que la madurez de una libertad responsable, se traduzca en el verdadero compromiso de un amor personal.
Ya que, en el amor, el obrar sigue al ser.
Afortunadamente mi consultante se dispuso a recibir terapia individual para rescatarse a si misma.
¿Por qué casi siempre es la mujer la que pide ayuda?
La mujer, que parece ser el eslabón más débil, en realidad percibe muchas realidades sin recurrir demasiado a la razón, por lo que, a diferencia del varón, ella es más espiritual y está más unida a su feminidad, que el varón a su masculinidad.
Por ello, siendo más sensible al amor, puede ser más novia que el novio, novio, y más esposa que el esposo, esposo. También de determinarse ante el error.
Y ello fue el cauce natural de su terapia.
Por Orfa Astorga de Lira
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