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¿Es el jazz apropiado para acompañar los textos litúrgicos?

JAZZ
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Martín Susnik - publicado el 22/09/20
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Misas y Jazz, ¿buen maridaje? Abrimos el debate dando a conocer algunos ejemplos

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¿Cuál es el género musical más propicio para acompañar los textos de la liturgia? Es este un debate que lleva ya unos cuantos años dentro del ambiente eclesiástico, con propuestas desde lo más conservadoras hasta las más progresistas. En estas líneas dejaremos la cuestión así, planteada y abierta, para la reflexión del lector.

Sabemos que no han sido pocos los intentos de entrelazar el canto litúrgico con músicas de origen popular. No sólo sucede en las parroquias, sino que incluso algunas de estas obras han alcanzado cierto renombre dentro del ámbito de la música “académica”, como es el caso por ejemplo de la Misa Criolla del argentino Ariel Ramirez o la Misa Luba de Guido Haazen O.F.M.

El propósito de este acercamiento a lo popular es, a veces, el de poder escuchar o incluso cantar los momentos propios de la Santa Misa en ritmos y tonadas que sean cercanos y familiares para la asamblea, cuya participación activa es loable y cuya identificación afectiva con lo que se está interpretando es de no poca relevancia. En ese sentido, con los años la música de origen popular fue ganando terreno frente a obras de corte clásico y académico, según la región y las costumbres. Pero también puede deberse al intento de buscar nuevos caminos para la música sacra, inspirándose en géneros que originariamente no estén vinculados a ella.

Ahora bien, ¿qué ocurre con el jazz? Un género de origen popular, por cierto, pero con ese toque académico y sofisticado, que hace que algunos lo consideren incluso “música para músicos”. Género secular, sin duda, pero con una raíz que llega hasta los negro spirituals de profundo núcleo religioso. ¿Es el jazz apropiado para la liturgia? ¿Puede acompañar los rezos del Señor ten piedad, del Gloria, etc.? Insistimos, dejamos abierto el debate. Pero traemos a conocimiento algunas Misas compuestas con inspiración jazzística para que el mismo debate pueda verse enriquecido.

“Litlle Jazz Mass” de Bob Chilcott (1955-):

Chilcott trabajó como arreglador para la BBC Radio Orchestra y fue cantante y compositor de los King´s Singers de Cambridge. Es un convencido de que la música puede unir a la gente, y a tal fin decidió unir dos tradiciones y lenguajes tan distintos como las oraciones litúrgicas en latín y el jazz, sin que este intento resulte forzado.

La obra en cuestión fue escrita en 2004 para el Crescent City Choral Festival y se estrenó ese año en la Catedral de St. Louis, New Orelans. Está compuesta para coro mixto (SATB), piano y conjunto de contrabajo y batería opcional (ad lib.), aunque también hay partitura en versión para SAA (voces femeninas). Se compone de las cinco oraciones del misal (Kyrie –naturalmente en griego–, Gloria, Sanctus y Benedictus, Agnus Dei, todos ellos en latín), a lo largo de las cuales transita por diversos estilos del jazz. El Kyrie posee un groove cercano al bossa-nova, el Gloria cuenta con más swing, el Agnus Dei tiene clara inspiración bluesera… Entre sus particularidades está la de expresar mucha paz en fragmentos de textos que suelen ser más pomposos (el “domine Deus, Rex cælestis, Deus Pater omnipotens” del Gloria, o el “Sanctus, Sanctus, Sanctus”).

La obra fue interpretada en numerosas oportunidades, tanto en formato de concierto como parte de la ceremonia litúrgica, especialmente en la catedral de St. Paul de Londres. El compositor cuenta con muchas otras composiciones sacras e incluso otra Misa del mismo estilo, la Nidaros Jazz Mass.

“Mass in Blue” de Will Todd (1970-):

Todd es un pianista inglés especialista en improvisación, pero también con un importante pasado como coreuta. Por ello dice que “es bastante natural para mí unir la música improvisada y la música coral.” Ha escrito muchas obras de inspiración religiosa: oratorios, óperas, canciones, incluso una obra titulada Passion Music de 2018. Su mayor motivación es “el deseo de que la música tenga un buen efecto en los oyentes y los intérpretes – de crear algo mágico.”

La obra mencionada fue escrita en 2003, dedicada por el autor a su esposa, la soprano Bethany Halliday. Menos plausible para uso litúrgico (especialmente por su duración, que puede sobrepasar los cuarenta minutos); el autor reconoció que no fue escrita con ese fin. Está compuesta para SATB, trío de jazz (piano-bajo-batería), conjunto de metales y solista. Sus movimientos son seis: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Benedictus y Agnus Dei. Es una obra más desafiante desde lo vocal. Mayormente es notoria la intención de subrayar musicalmente el significado del texto, como en el Gloria o en la parte del Credo referente a la encarnación, muerte y resurrección de Cristo. El Benedictus presenta algunos cambios rítmicos y contrapuntos vocales muy interesantes. Quizás la pieza más lograda sea el Agnus Dei, con partitura para solista muy en tono gospel, aunque sobre el final retoma libremente fragmentos del Credo (casi como un bis), para poder terminar la obra con una carga emocional alegre.

El autor cuenta con otras obras de inspiración cristiana, entre las cuales se cuenta también su Jazz Missa Brevis, que sí fue compuesta con explícito propósito litúrgico.

“Misa en Jazz” de Miguel Castellarín

Obra compuesta en 2007, para coro, solistas y big-band. Consta de seis partes, en este caso con el texto en castellano: el Señor ten piedad, en tono gospel-blues, el Gloria escrito a ritmo de salsa (aprovechando un ensamble de percusión más completo que en las obras arriba mencionadas), el Credo y el Santo con mucho swing (el segundo incluso cercano al R&B), un Aleluya en estilo funk y, por último, el Cordero de Dios en bossa. La obra fue exitosamente interpretada en varios países de Latinoamérica e incluso en las Jornadas Mundiales de la Juventud de Panamá 2019.

“Cuando era chico siempre quise tocar jazz en una iglesia. Quería regalarle buena música a Dios” declaró el músico argentino. “Decidí mezclar las cosas que más quiero: la fe y la música… Esto lo hago en agradecimiento a Dios, por las cosas que me dio.”

Hemos dejado para el final dos obras que, si bien fueron compuestas antes que las ya mencionadas y se las suele considerar “Misas Jazz”, resultan más cercanas al estilo clásico – aunque admitimos que es difícil discriminar qué sería jazz “puro” y qué no.

“To Hope! (A Celebration) – A mass in the Revised Roman Ritual” de Dave Brubeck (1920-2012)

Se trata de una obra concebida en tono clásico, pero entremezclando elementos de lenguaje jazz propio del autor. Compuesta para solistas, coro, piano, quinteto de metales, percusión y ensamble de cuerdas, puede no obstante interpretarse en diversos formatos. Fue escrita en 1980 y sirve tanto para presentarse en concierto como para ser ejecutada durante el servicio litúrgico. Su duración (aproximadamente 40 minutos) se debe a sus dieciséis movimientos, que incluyen los cinco tradicionales, más otros  fragmentos bíblicos musicalizados, un Aleluya, un Padre Nuestro, un himno de comunión, entre otros. Los textos cantados son en inglés.

Burbeck fue un reconocido pianista y compositor estadounidense, uno de los mayores exponentes del denominado cool jazz. Se convirtió al catolicismo poco después de haber compuesto dicha obra. En 1996 recibió el Grammy Lifetime Achievment Award y en el 2006 la medalla Laetare de la Universidad de Notre Dame. En 2008 pasó a formar parte del Hall of Fame de California y en 2009 recibió el doctorado honorífico del célebre Berklee College of Music, además de muchos otros reconocimientos.

“Mass” de Steve Dobrogosz (1956-)

Se trata, podríamos decir, de una Misa compuesta por un pianista jazzístico, más que una misa-jazz en sí misma. La obra de Dobrogosz tiene mucha influencia de la música clásica y de otros géneros. Escrita en 1992 con fines más concertistas que litúrgicos, para coro SATB, piano y ensamble de cuerdas, está formada por cinco partes: Introitus/Kyrie, con momentos enérgicos y armonías incluso épicas; Gloria, que incluye mayormente un diálogo entre el piano y el coro (no pocas veces a capella, recordando al gregoriano); Credo, con mucha sensibilidad; Sanctus, en el que quizás mejor se vean la combinación de lo clásico con el jazz; el Agnus Dei, para el que vale el mismo comentario, aunque con melodías y armonías más calmas.

La obra compositiva de Dobrogosz incluye otras muchas obras sacras, como un Requiem, un Te Deum, una Cantanta de Navidad y un Stabat Mater.

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