Haz asequibles tus metas vitales y lograrás más paz para afrontar la difícil situación en que nos encontramos.
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La pandemia del coronavirus nos cambia de planes. En 24 horas uno puede verse sumido en una cosa o en la contraria: agitación para organizar a la familia en el curso académico o freno absoluto por un confinamiento, acelerar la compra para tener provisiones en casa o no poder salir más que de vez en cuando a por las provisiones más necesarias…
Lograr serenidad
Los cambios son la tónica general y las dificultades se han vuelto más habituales que otros años: la enfermedad, la posibilidad de contagio, el paro económico… ¿Cómo hacer frente a la ansiedad generada por esta montaña de problemas inesperados? ¿Cómo lograr serenidad en medio de una lista interminable de obstáculos?
Hay algunas ideas que nos pueden ayudar a encauzar la situación. Puedes verlas en la galería fotográfica o leer en la página siguiente:
Vive el día.
Es una expresión latina, Carpe diem, vive el día, pero en vez de afrontarla como harían los romanos, como una vida en la que al morir se acaba todo, aplícala a un vivir el día con sentido trascendente. Y es que Dios no nos pide más de lo que nos da para sobrellevar la situación.
El beato Álvaro del Portillo escribió: “Si encontramos alguna vez más dificultades, quiere decir que el Señor nos enviará más gracia, nos concederá siempre la ayuda proporcional“. Así es, nunca nos va a faltar la gracia de Dios.
Vive con esperanza.
Mira a la Naturaleza para aprender grandes lecciones de esperanza. Tras una tormenta siempre llega la calma, uno puede asomarse a la ventana y ver de nuevo el sol. Eso es que lo que nos va a suceder cuando acabe la pandemia, que -no lo dudes- acabará.
El hombre propone y Dios dispone.
Volvamos a leer qué significa la Providencia: es el cuidado amoroso que Dios tiene de las criaturas. Dios no nos abandona nunca.
Nosotros hacemos planes pero siempre contamos con que Dios está pendiente de nuestra vida.
Empieza por algo pequeño
Si estás abrumada por la ansiedad o abatida por el montón de cosas que parecen problemas irresolubles, comienza poniéndote en marcha con algo muy pequeño: hacerse la cama, por ejemplo.
De la lista interminable, escoge una cosa.
Si tienes una larga lista de asuntos pendientes, actúa con el número 1 como si fuera el único que tienes que hacer en el día. Una vez lo hayas resuelto, enfoca el segundo y así sucesivamente.
Planea solo lo imprescindible.
Ve a lo esencial. ¿De qué te sirve ahora preocuparte por como viviréis las Navidades en tu familia? Resuelve el día a día y no te obsesiones por asuntos que no están en tus manos: dependemos de las autoridades en cuestión de movilidad y de seguridad sanitaria.
Facilita la vida y no seas quejica.
En las redes sociales, ¿qué mensajes lanzas? ¿Discutes? ¿Te enfadas con facilidad? Sé constructivo con lo poco que tenemos a nuestro alcance: un buen plan, un pequeño éxito en el trabajo, una sugerencia de ocio a nuestro alcance (escuchar buena música, una receta o ver una película, por ejemplo).
Esto no significa decir amén a la política o a determinadas conductas. Nuestro juicio crítico debe seguir activo, pero que no exceda a nuestras posibilidades reales de intervenir en la opinión pública.
Menos es más.
Abarcar menos no implica que nuestra vida baje en calidad. Al contrario. Puede ser un buen momento para ganar en conversaciones a fondo, en dedicación de mayor tiempo a los míos y a cultivar la amistad, por ejemplo.
Sigues siendo explorador.
Recuerda que los exploradores buscan tesoros y nuevos territorios, pero cada jornada deben hacer un descanso para seguir al día siguiente con fuerzas renovadas.
La pandemia no nos hace menos humanos. Somos nosotros quienes decidimos qué rumbo tomar cada día.
Recuerda que al final…
Lo importante, de lo que se nos va a juzgar al final de nuestra vida es sobre el amor. El Papa Francisco nos lo recuerda una y otra vez.
¿No te ves rezando?
“¿Cómo voy a rezar si tengo tanto trabajo?”. Basta un pensamiento. Una frase dirigida a Dios es suficiente para que le digamos que le amamos. Te pueden servir algunas como:
“Danos la paz”.
“Santa María, detén tu día”.
“Jesús, contigo más y mejor”.
Las oraciones cortas son tan poderosas como un concentrado atómico.