Durante el tiempo en que nos preocupe la COVID-19 conviene saber qué nos interesa, aprender a buscarlo, seleccionarlo y desechar lo demás.
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En estos momentos estamos empachados por la gran cantidad de información que recibimos a diario y a la que estamos expuestos. De la misma manera que vamos a hacer las compras y nos encontramos con una variedad de productos, no podemos consumir todo y tenemos que tomar algunas decisiones sobre lo que necesitamos y nos hace bien.
Mucha de la información circulante no es positiva como la comida chatarra o de menor calidad. Hay gente que se está enfermando no por el virus sino por ingerir contenido negativo permanente. Informarnos puede ayudarnos a bajar la ansiedad o la incertidumbre, pero esa información mal manejada puede tener precisamente el efecto contrario y potenciarlos más.
Esta información nos llega por diferentes medios tecnológicos pero también humanos y vale la pena preguntarse cómo filtramos lo que es negativo o nos hace daño y qué efecto tienen en nuestro día a día: distracción, aprendizaje, reflexión, miedo…
La información, al igual que la comida, puede ayudarnos a fortalecer o debilitar nuestro sistema inmune. Es importante cuidarnos y para eso es prioritario saber qué nos interesa, aprender a buscarlo, seleccionarlo y desechar lo que no nos conviene ya que no todo lo que nos quieren mostrar es necesariamente lo que necesitamos ver.
O dejas que otros decidan por ti lo que lees o lo que piensas, o tú puedes tomar protagonismo. Eso implica incorporar hábitos saludables. Conocer lo que de verdad nos alimenta y nutre y lo que no, ampliar nuestros intereses generando un abanico más amplio y mover el foco de atención hacia el entendimiento para ampliar la comprensión del mundo.
Como cualquier producto, la información también lo es y la manera en que nos llega no es necesariamente para todos igual. Así como el producto suele ir dirigido a una población específica dentro del mercado, las empresas la suministran creando esos filtros.
Los buscadores en internet utilizan sus criterios propios para ordenar los resultados, de tal forma que los que salen en primeras posiciones no tienen que ser los sitios de más calidad o que tienen la información más fiable, sino que son los que mejor se han posicionado para el tema que buscas. Es necesario indagar un poco para encontrar información de mayor calidad.
Además, a los medios les gusta mucho destacar contenidos extravagantes y curiosos. La televisión, la prensa digital, incluso las personas a través de redes sociales como Facebook o WhatsApp que nos rodean nos transmiten incansablemente gran cantidad de datos especialmente negativos, ya que la mayoría de ellos tratan sobre sucesos trágicos y dramáticos porque es lo que suele captar la mayor atención.
¿Qué queremos saber?
A todos nos ha pasado entrar en una aplicación buscando algo y terminar en otro sitio haciendo o mirando algo totalmente diferente. Vamos al supermercado para comprar algo, y regresamos con cosas que no teníamos planeado comprar.
Uno de los grandes desafíos es comprender el hecho de que cada vez consumimos más información casual, es decir que viene a nosotros sin que la busquemos. Vale la pena preguntarse honestamente sobre qué realmente quieres informarte, qué es lo que quieres saber, necesitas todo eso o estás acumulando información innecesaria.
¿Dónde buscamos?
Conocer el origen de la información y las fechas de las publicaciones, son datos que pueden hacer una gran diferencia. Nadie quiere comer algo vencido y sin conocer su procedencia. Al igual que hacemos cuando queremos comprar algo, es interesante no quedarse con lo primero que vemos y buscar segundas opiniones. Podrías estar perdiéndote una buena oferta.
La red, sobre todo, puede aislarnos mucho más de lo que pensamos en vez de conectarnos; algo increíble pensando que la pandemia de algún modo ya nos está separando uno de otros. Recibir siempre el mismo tipo de información puede eliminar la diversidad y la discusión de temas que son necesarios debatir hacia un diálogo constructivo.
¿Qué hacemos con lo que no sirve?
Estar continuamente procesando mensajes de miedo, catástrofes y sufrimiento puede dañar nuestra salud y nuestro estado de ánimo. A la hora de establecer filtros y barreras respecto a la información que deseamos recibir, vale la pena preguntarse hasta qué punto te benefician o te perjudican este tipo de mensajes. No temas limitarlos para proteger tu bienestar y reforzar la esperanza y confianza en Dios propia de quien tiene fe.
Para paliar los efectos negativos debes hacerte responsable no solo de la cantidad, sino también del tipo de información que consumes y recibes. Escucha a tu cuerpo, aprende a desconectar oportunamente para que el conocimiento sea una fuente de placer y desarrollo personal y nunca una imposición. Infórmate siempre de forma consciente y prudente.
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