La reapertura de un santuario latinoamericano cargado de fe y devoción cuyo origen tiene un vínculo con la epidemia de la viruela
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Distrito de Acobamba, provincia de Tarma (Junín), Perú. He aquí la ubicación del Santuario del Señor de Muruhuay, sitio emblemático visitado por miles de devotos y cuyas puertas fueron reabiertas recientemente en medio de fuertes protocolos de bioseguridad.
“Hemos diseñado un circuito, en el ingreso se está midiendo la temperatura, después se ha colocado el caño para el lavado de manos, luego los visitantes pasan por la parte posterior y antes de ingresar al santuario o pasar al atrio a encender velas, recibe alcohol en las manos, porque tenemos la costumbre de agarrar el celular y las monedas”, mencionó Edgar Aranda Huincho, director de la Red de Salud de Tarma, reproduce Agencia Andina.
La fiesta fuerte del Señor de Muruhuay, en la falda del cerro Shalacoto, se da cada 3 de mayo y se caracteriza por la imagen pintada sobre roca de Cristo crucificado, decorada con tapices y protegida con vidrio.
En 2017 esta festividad fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación y tal cual prosigue Agencia Andina, son miles los peregrinos que suelen llegar de diversas partes de país y del mundo para para venerar la imagen y obtener favores.
Entre las expresiones más habituales de estas celebraciones se presenta la danza con énfasis en tradiciones andinas.
El origen de la devoción y su vínculo con la viruela
Se estima que la devoción al Señor de Muruhuay (esta última palabra a está asociada al significado de “casa de varios colores”) comenzó hace unos 200 años, número que coincide con “el nacimiento de la vida republicana de Perú”.
En ese sentido, recuerda otra reseña de Agencia Andina, cuando la epidemia de viruela asoló a la región en la segunda mitad del Siglo XVIII fueron muchas las personas que se aislaron en las faldas de Shalacoto. Fue ahí, indican los relatos, donde se descubrió una imagen dibujada en roca y que fue percibida como la de un Cristo crucificado. No obstante, los relatos e historias son variados. Lo cierto es que recién en 1827 se levantó una capilla en el lugar. Ya en 1928 se inauguró y bendijo el santuario.
Así fue que con el paso de los años se fue extendiendo la devoción y este sitio se ha convertido en sinónimo de alegría, danza, música, celebraciones religiosas y peregrinación.
Ahora, tras el reciente anuncio en medio de la pandemia del coronavirus, la imagen vuelve a abrazar a los fieles en medio de estrictas medidas de protección.
Te puede interesar:
Perú: Sin Señor de los Milagros, la piedad popular se reinventa en 2020
