Reconocida como una de las mejores escritoras del siglo XIX, Fernán Caballero describió las costumbres de España y defendió la educación femenina
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Como muchas otras escritoras de su tiempo, Fernán Caballero utilizó un pseudónimo para que su obra literaria fuera tomada en consideración. En realidad se llamaba Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea y había nacido en la localidad suiza de Vaud en la Navidad de 1796. Cecilia nació en el seno de una familia acomodada. Su padre, Nicolás Böhl ejercía como cónsul y era un importante hombre de negocios casado con Francisca Javiera Ruiz de Larrea, perteneciente también a una importante familia de cónsules.
Cecilia vivió muy poco tiempo en Suiza pues un año después de su nacimiento, sus padres decidieron trasladarse a vivir a España donde su padre tenía varios negocios. Allí nacerían sus otros hermanos con los que compartiría una infancia feliz, recibiendo una buena educación y una formación religiosa católica. Durante un tiempo, Cecilia vivió en un pensionado católico alemán hasta que volvió de nuevo a Cádiz con su familia.
El 30 de marzo de 1816 poco antes de cumplir veinte años, Cecilia se casaba con Antonio Planells Bardají, un capitán de infantería con quien se marchó a vivir a Puerto Rico. Sin embargo, su estancia en América fue breve pues su marido falleció poco tiempo después dejando a Cecilia consternada. En 1818 regresaba brevemente a España para viajar de nuevo a Alemania donde vivió un tiempo con su abuela.
De nuevo en España, Cecilia volvía a casarse en 1822, esta vez con Francisco de Paula Ruiz del Arco, marqués de Arco Hermoso y oficial del Cuerpo de Guardia Español. Durante los años que duró su segundo matrimonio, Cecilia vivió a caballo entre Sevilla y el campo, convirtiendo su suntuoso hogar en una de los principales centros intelectuales del país, organizando junto a su marido tertulias a las que acudían personalidades de su tiempo. Pero la felicidad se vio de nuevo truncada al quedar viuda por segunda vez en 1835.
Tras una breve estancia en Inglaterra junto a su hermana, en 1837 se casaba con Antonio Arriom, un hombre dieciocho años más joven que ella con el que vivió hasta 1859, trágico año en el que su marido se suicidó. En aquella época, Cecilia publicó algunas de sus obras contra su voluntad, con el objetivo de superar la difícil situación económica que vivía la pareja. Ella escribía por placer pero no pretendía publicar sus escritos que, sin embargo, tuvieron muy buena acogida de público y crítica.
Tras la muerte de su tercer marido, Cecilia no volvería a casarse. Afrontaba a partir de entonces una vida de soledad centrándose en sus escritos. Por aquel entonces ya se había descubierto que Fernán Caballero, autora de obras como La Gaviota o Clemencia era en realidad una mujer. Cecilia siguió escribiendo una amplia producción literaria centrada en las novelas de costumbres en las que reflejó la vida cotidiana de su tiempo.
En sus libros, Fernán Caballero definió también su propia visión del papel que debía jugar la mujer en la sociedad. En su obra Clemencia, defendía abiertamente que las mujeres debían ser devotas y modestas a la vez que reclamaba para ellas poder acceder a una buena educación. Además, describía a las mujeres de su tiempo:
“Hay en nuestra sociedad, como en todas las humanas, bueno y malo; hay mujeres, y son las más, que son buenas, francas, que tienen mucho talento y que sellan estas cualidades con la más encantadora y más común en España, la ausencia de pretensiones. Hay medianías, y hay mujeres de mala y de perversa índole. Pero lo que no se halla, sino rara vez, es ese artificio, esa falsedad, ese admirable talento de fingir, esa hipocresía que las mujeres que no son buenas, ponen en práctica en otros países. […] Puede que ese digno orgullo, esa noble franqueza mujeril, que hace despreciar a la española el aparecer otra de lo que es, desaparezca dentro de poco con la saya y la mantilla, a fuerza de capotas y de novelas francesas, sin que tengan presente las mujeres que cada monería les quita una gracia, y cada afectación un encanto, y que de airosas y frescas flores naturales, se convierten en tiesas y alambradas flores artificiales”.
La obra de Fernán Caballero fue considerada como una de las más brillantes de su tiempo, plasmando la realidad que la rodeaba y defendiendo sin tapujos sus propios ideales conservadores, católicos y monárquicos, a la vez que abogó por la defensa de las mujeres quienes, sin dejar de ser virtuosas, debían liberarse de algunos de los corsés que las oprimían. Grandes autores de su tiempo y posteriores alabarían su talento literario.
Cecilia Böhl, quien pasaría a la historia como Fernán Caballero, falleció en Sevilla el 7 de abril de 1877.