Hablamos con un médico-psiquiatra el verdadero nudo del debate sobre la eutanasia
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El Dr. Marco di Segni es médico psiquiatra (retirado), psicoterapeuta de los Servicios de Salud, especialista en Logoterapia y Análisis existencial. Terapeuta cognitivo-conductual y creador del proyecto Terapia relacional-ética. Es miembro honorífico de la Sociedad del Psiquiatría del Uruguay y fue docente de la Cátedra y Clínica de Psiquiatría de la Universidad de la República. Actualmente integra el movimiento Prudencia Uruguay como uno de sus voceros en el debate actual sobre la eutanasia y el suicidio asistido, y como una de las voces críticas a este tipo de proyectos.
¿Cuál cree Ud. que es el verdadero nudo del debate sobre la eutanasia?
A través de encuestas y de la propia presentación del tema, debemos primero advertir la falsa oposición entre las opciones que frecuentemente se nos presentan. Esta pretende que los pacientes con sobrevida muy comprometida y sus familias, en la expectativa de un proceso doloroso físico y psíquico, crean que deben elegir entre eutanasia por un lado y, por el otro, prolongar su vida –y su sufrimiento– a como dé lugar, aunque el organismo haya claudicado. A esto último se lo conoce como encarnizamiento terapéutico (o ensañamiento u obstinación en la terapéutica).
Ante esta falsa polarización de posibilidades percibidas de tratamiento, no es difícil suponer que muchos se inclinarían, en su desespero por asegurar el alivio, por la primera, con todo lo que ello supone sobre la postura personal sobre la vida y sobre el compromiso de quienes deberán ejecutar la indicación –otros seres humanos–. Pero en realidad, la oposición eutanasia-obstinación no contempla la situación de la oferta real de recursos. Quien sí la representa, en cambio es la oposición eutanasia vs cuidados paliativos.
¿Entonces la realidad es otra de las opciones que nos muestran?
Me parece fundamental dejar claro que encarnizarse u obstinarse, proporcionando al paciente cuidados que ignoren la claudicación de los sistemas, es generar una situación antinatural pues fuerza a la persona a seguir viviendo artificialmente, cuando en realidad se han rebasado las capacidades naturales de respuesta, prolongando la agonía. Obstinarse es hacer sufrir, prolongar artificialmente lo que ya ha claudicado. Eso nadie lo quiere y no es ético desde el punto de vista médico.
Por la otra parte, la eutanasia, es decir, cortar la vida (el cuerpo y el tiempo) para evitar el dolor, eliminando al paciente, no me parece aceptable.
El fin debe en cambio encararse de modo no artificial con el respeto debido a los procesos naturales. La opción real para elegir es Eutanasia o Cuidados Paliativos. Los Cuidados Paliativos suponen transitar sin dolor y en paz el tiempo que el paciente tenga por delante, para que en el mismo se manifieste su dignidad, que emana de su vida como persona. Este tiempo, no forzado y que respeta los ritmos naturales, resulta importante para prepararse para el futuro inminente en un ambiente de serenidad. Los cuidados paliativos no suponen solamente aliviar el dolor con medicamentos, dados con intención analgésica, sino también dar confort, acompañar espiritualmente y brindar asistencia psicológica, permitiendo que el paciente muera relacionado, como también ha vivido relacionado, rodeado de la comprensión de quienes lo aman y cuidan. Si ahora nos hacemos la “pregunta de las estadísticas” es razonable elegir una muerte en paz y digna (propia de la persona) y no una muerte adelantada que supone eliminar al paciente y la intervención de terceros que ejecuten la “indicación”.
¿La eutanasia entonces no es una muerte digna?
Es que el planteo de la eutanasia parece un atajo antinatural, ya que lo que presuntamente se busca evitar es la soledad y el dolor, pero se elimina a la persona sin dejarla morir humanamente. Los cuidados paliativos ofrecen la respuesta a una muerte digna, respetando los tiempos y ritmos naturales, eliminando ese dolor y esa soledad, no a las personas.
¿Qué piensa Ud. de la preparación para morir? ¿Cómo es ese tiempo?
Contemplar un significado para el tiempo del paciente, entre la declaración de su condición irreversible tratada paliativamente y su muerte natural, permite para el mismo aprovechar un tiempo vivenciado o de ocasión para la transición que deberá recorrer. Para quien así no lo crea, recomiendo leer el breve e impactante cuento de Borges “El milagro secreto”, en que entre la orden de los verdugos de apuntar y la de disparar, corre para el fusilado un tiempo vivencial, como en los exámenes, como ante la emoción de la proximidad de una mujer para el hombre, o del hombre para una mujer.
Este tiempo, si bien virtual cronológicamente, resulta crucial vivencialmente. Durante el mismo, el fusilado, quien va a morir, vuelve a su pasado inmediato y alejado, para repararlo, completarlo, dignificarlo y, en suma, resignificarlo.
Es un tiempo contra reloj que puede resultar insustituible, para un balance de la vida; es un tiempo personal, necesario para quien desee vivirlo, con el que debe contar si desea elaborar, gracias al mismo, el fin de su existencia. En efecto, cada persona que vive esa transición, esa pausa de confort por el dolor aliviado, y que recibe apoyo psicológico y espiritual, posibilitado por un plan de analgésicos que le permita estar sin dolor, puede intentar colmar su existencia en paz, rodeado por relaciones significativas que lo sostienen. Sanos y enfermos forman una trama donde cada uno importa y debe ser ayudado o ayudar. Quien está en esa situación recibe el amor de otros en paz, y puede manifestar su amor a otros. Ese tiempo vivencial poco tiene que ver con el tiempo del reloj, pero el paciente tiene derecho a vivirlo, aunque la ansiedad de los familiares o las presiones del sistema propongan un atajo que lo elimine, a él y a ese “tiempo especial” de oportunidad. Cada segundo es precioso, como lo es cada relación entablada y la resignificación que hagamos en este tiempo de oportunidad.
Muchos afirman que la postura contraria a la eutanasia es en el fondo una cuestión religiosa. ¿Qué opina al respecto?
La propuesta de Prudencia Uruguay no descansa en la postura política, religiosa o ideológica de quienes la formulan; de hecho, nuestra agrupación es de una gran diversidad. La cuestión es anterior a toda creencia personal, y tiene que ver con el respeto a los derechos humanos, para los que la vida es el bien supremo y la dignidad humana no se pierde por ninguna situación o condición. Como ciudadanos esta cuestión nos afecta a todos.