Cada 5 de noviembre, los ingleses celebran el fallido atentado de Guy Fawkes contra el Parlamento británico
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Estamos acostumbrados a la enigmática máscara bigotuda y sonriente esgrimida por Anonymous, un pseudónimo que ampara a diversos grupos oscuros. Estos pretenden “luchar por la libertad de expresión en todo el mundo”, con métodos bastante cuestionables. Pero ¿por qué esa máscara se ha convertido en su símbolo?
En realidad, la máscara fue diseñada por David Lloyd para la película V for Vendetta, una distopía futurista inspirada en lo que la historia ha bautizado como “Conspiración de la Pólvora”. Es decir, el intento (real) fallido de un grupo de católicos ingleses, entre los que se encontraba un tal Guy Fawkes, de cambiar violentamente la historia.
A principios del siglo XVII, ser católico en Inglaterra era sinónimo de privaciones, denuncias, prisión e incluso condena a muerte.
Esto sucedía desde que Isabel I repusiera el Acta de Supremacía en 1559, por la que era obligatorio jurar a la reina como cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
Así las cosas, y tras el desastre de la Invencible (1588), el sentimiento anticatólico se exarcerbó aún más. La paranoia llegó a tal extremo que incluso se instauró un sistema de denuncias vecinales que hizo estragos en todo el tejido social.
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¿Quién era Guy Fawkes?
Guy (o Guido) Fawkes nació en una familia protestante, pero su madre, viuda, se casó con un católico recusante. Guy abrazó con entusiasmo la nueva fe, por la que decidió dejar su país para luchar junto a los Tercios españoles en Flandes.
De vuelta a casa, entró en contacto con un noble católico, Robert Catesby, que había perdido sus posesiones tras protagonizar una revuelta católica en Essex. Catesby lideró a un pequeño grupo que, ante el recrudecimiento de la persecución anticatólica, quiso matar al rey Jacobo I haciendo saltar por los aires el Parlamento.
Una denuncia anónima puso a las autoridades sobre la pista de los conjurados, y tal día como hoy de 1605 encontraron a Guy, solo, custodiando un bajo lleno de explosivos.
Tras ser torturado, finalmente delató a sus compañeros, que fueron capturados y ajusticiados en Londres en los días siguientes. Él mismo fue condenado a ser ahorcado y descuartizado, según la bárbara costumbre inglesa.
Desde entonces, el 5 de noviembre en Inglaterra existe la costumbre de celebrar el Gunpowder Plot Day con hogueras. En ellas se quemaban muñecos de Guy Fawkes, y en general, símbolos “papistas”, aunque la fiesta poco a poco ha ido perdiendo su sentido original antirreligioso.
Para los católicos, el golpe sólo supuso un endurecimiento de la persecución durante los dos siglos siguientes. Se les hacía responsables de cualquier complot o desgracia, como el incendio de Londres de 1666, o la supuesta conjura inventada por Titus Oates.
¿Estaba justificado el complot?
Juzgar los hechos pasados desde la perspectiva actual siempre resulta injusto. Nos faltan las claves para comprender por qué un puñado de hombres intentaría una acción tan a la desesperada, de la que seguramente sabían que no iban a salir con vida.
No obstante, en un interesante artículo publicado por Brantly Millegan para la edición inglesa de Aleteia, varios historiadores explican el contexto, y las implicaciones morales de la Conspiración de la Pólvora.
Según el conocido escritor americano Joseph Pearce, el complot tiene que ver con la frustración de muchos fieles. Esperaban que el sucesor de Isabel Tudor, Jacobo I, acabara con la persecución contra los católicos, como había prometido.
Sin embargo, “Jacobo no cumplió su promesa y continuó con la misma política de torturar a los sacerdotes y darles muerte. La breve euforia que rodeó la muerte de Isabel en 1603 fue seguida por un sentimiento de desesperación, cuando los católicos de Inglaterra se dieron cuenta de que no había un final previsible para el terror bajo el que vivían”.
Acto Inmoral
El escritor católico John Zmirak, por su parte, afirma que el complot fue inmoral. “No fue un acto de guerra justa. ¿Por qué? No tenía ninguna posibilidad de éxito. No había ningún heredero católico esperando en Escocia con un ejército que lo respaldara. No había un plan realista para restablecer el orden”.
Al contrario, el complot realmente empeoró la persecución. “Fue solo un acto de violencia vengativa y nihilista, que llevó a una persecución predecible y cruel contra los católicos”. Y miles pagaron con su vida la locura de unos pocos.
Curiosamente, parece que en realidad fue otro católico quien desbarató el complot. William Parker, cuarto barón de Monteagle, de los pocos “papistas” que aún tenía asiento en el Parlamento, recibió una carta anónima aconsejándole no participar en la sesión plenaria con el Rey Jacobo, con estas palabras: “Las Cámaras recibirán un gran golpe ese día”.
Inmediatamente, el barón dio parte a las autoridades, evitando la masacre. Pero de este gesto, también de un católico, no suele acordarse la historia…