Una de las iglesias más antiguas e importante de la Ciudad Eterna, que según la tradición tomó el nombre de cuatro soldados romanos
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La basílica de los Cuatro Santos Coronados en Roma, es una verdadera joya medieval en Roma, más bien una fortaleza que se ubica entre el Coliseo y san Juan de Letrán.
¿Quiénes eran los Cuatro Santos Coronados?
La iglesia toma su nombre, según la tradición, de cuatro soldados romanos, Severo, Severino, Carpoforo, Vittoriano que fueron martirizados por afirmar su fe cristiana al negarse a adorar al dios Esculapio, en la época de Diocleciano.
Su fiesta se celebra el 8 de noviembre junto a otros cinco mártires escultores que murieron dos años después.
Estos santos se negaron a esculpir la estatua de un ídolo, por mandato del emperador fueron encerrados en una caja de plomo y arrojados al mar en el 287 d. C.
Los edificios de la basílica
El complejo de la basílica comprende: la basílica, la cripta, dos patios, un convento, un claustro y un antiguo palacio cardenalicio fortificado.
Fundada sobre una “domus romana” en el siglo IV, y completamente reconstruida en el siglo IX por papa León IV llegando a ser una de las basílicas más importante de la Roma carolingia.
Con el traslado de la sede papal a Aviñón comienza un largo período de decadencia que se prolonga hasta 1564. Más tarde Papa Pío IV transforma el complejo en un orfanato femenino para las monjas agustinas de clausura que aún hoy viven allí.
El interior de la basílica
La iglesia posee tres naves, los lados posee importantes balcones apoyados sobre columnas pertenecientes a la época colonial.
El suelo es de estilo cosmatesco y sus paredes están adornados por suntuosos frescos que representan la historia de los santos coronados.
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En un tiempo la iglesia conservaba la cabeza de san Sebastián dentro de un nicho protegido por una reja dorada, hoy las reliquias se encuentran en San Pedro.
La Sala del Calendario y la Capilla de San Silvestre
Desde uno de los patios a la derecha se accede a la Sala del Calendario, un extraordinario fresco del siglo XIII, representa las personificaciones de los meses sosteniendo un rollo de pergamino en el cual estaba escrito el calendario.
Desde la Sala del Calendario, se accede a la Capilla de San Silvestre, adornada por un ciclo pictórico que cuenta la historia del Papa Silvestre.
Una parte del fresco narra la famosa “Donación” con la cual el emperador Constantino cede Roma al papa: acto en el que se basaba el poder temporal de la Iglesia y la superioridad del papa sobre el emperador.
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