No tenemos hijos pero ahora somos padres “postizos” de una sobrina que estudia Bachillerato en nuestra ciudad
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Nadie te prepara para educar a un adolescente o a un joven si no has tenido hijos. Nunca te has planteado que pueda llegar el momento de acoger a un niño y ejercer de educador como una responsabilidad propia y directa.
Pero un buen día te piden poder acoger a un adolescente, el hijo de un hermano o de un familiar, o bien te ofreces para hacerlo. Y en ese momento tu vida ya no va a ser la misma.
Todavía recuerdo la llamada de mi hermana. Me planteó la posibilidad de que su hija adolescente viniera a cursar bachillerato en Madrid y que viviera con mi marido y conmigo en casa.
En ese momento no sabía si era broma o si realmente era una opción realizable.
En cuanto me cercioro de que va en serio, lo primero que pienso es que es una gran oportunidad para mi sobrina. También es un compromiso para mi marido y para mí pues tenemos que ser unos buenos “padres postizos”.
Acoger a un adolescente en un hogar
Una de las cosas que te planteas es que tu “hijo adoptivo” tenga un buen hogar donde pueda desarrollarse en todas sus facetas. Otra, que sepas hacerlo y otra que tengas los medios materiales idóneos para ello.
Todo este proyecto tan ambicioso se puede vivir como una gran oportunidad para ti y para tu cónyuge, una oportunidad de ejercer la paternidad y maternidad no biológica pero igual de comprometida y responsable.
Necesitamos hablarlo el matrimonio para poner sobre la mesa todas las necesidades nuevas y todas las obligaciones que implican esta nueva situación.
Acoger a un adolescente implica adaptar nuestra vida y nuestro hogar. Hay que ampliarlo en todos los sentidos.
Una misión grabada en el corazón
Y entonces te das cuenta de que esa gran misión estaba grabada en tu corazón desde siempre, simplemente había llegado el momento de empezar a trabajar en ello.
¡Qué grande es nuestro Señor que nos muestra oportunamente el camino a seguir de acuerdo con sus proyectos más sabios para ti y tu pareja!
Muchos matrimonios sin hijos tienen grabado a fuego el don de la paternidad; a nosotros, sin ser impuesta, se nos ha dado como regalo.
Hay que decir que en este nuevo proyecto el matrimonio tiene que estar cien por cien unido: que se viva con la misma ilusión y empeño, sobre todo para el que no tiene lazos sanguíneos con el niño o joven acogido.
Es como decidir acoger a tus suegros o invitar a tu hogar al cuñado… Los lazos familiares no son los mismos y lo que para uno es una situación natural y evidente, para el otro puede ser distinto.
En nuestro caso, el pariente político como se suele decir, fue el que primero dio su sí. Eso es importante y da mucha paz y felicidad.
Acoger y educar a un adolescente
La tarea de educar a un adolescente en este caso se comparte desde la distancia. Es bastante interesante y conveniente para los padres biológicos y los postizos.
Me explico: el adolescente normalmente pide margen de libertad, mayor autonomía, más salir a su aire,… Nuestra sobrina no iba a ser menos.
Ella ya se ve independiente, más mayor para decidir por sí misma. Es cierto que al salir de su casa amplía sus horizontes y se abre un mundo nuevo y atractivo a su alcance por descubrir: nuevos amigos, más independencia, nuevo centro educativo…
Nosotros, como padres postizos nos vemos con la responsabilidad de educar en libertad pero con los límites propios de su edad.
Pero en este caso, lo mejor es el apoyo constante de sus padres, que se sienten incluso más responsables en que su hija se eduque de la mejor manera posible.
Ellos siempre tendrán la última palabra, pero seremos nosotros los que anticipemos ese proyecto educativo y lo ejerzamos con la mayor entrega y cariño posible.
La familia de acogida recibe a un nuevo miembro como si de un hijo se tratara, y esa persona que se incorpora a nuestra cotidianidad también ha supuesto un enriquecimiento personal.
Nos ha hecho más generosos, más serviciales, más responsables y exigentes con nosotros mismos, no solo para dar un buen ejemplo sino como un reto en nuestra misión de dar, con esta oportunidad, lo mejor de nosotros mismos.
Finalmente, esta oportunidad no deja de recordarnos que nuestros comportamientos tienen una trascendencia y una repercusión.
Igual que nuestros padres, nuestros abuelos y demás familiares y amigos aportaron su granito de arena en lo que somos, así también nosotros tenemos que aportar a otros gratuitamente lo que hemos recibido.
Y de la misma forma ocurre con las aptitudes y talentos que hemos recibido de Dios: toda esa riqueza está para entregarla, sobre todo en aquellas personas y proyectos que se nos han confiado.
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