Especialmente si nos centramos en las letras de las canciones populares. Una ingente cantidad de ellas versan sobre cuestiones amorosas, lo cual no ha de sorprendernos si tenemos en cuenta que el amor es, en efecto, aquel misterio que parece responder a la pregunta sobre el sentido de nuestras existencias.
Queremos ser amados y sufrimos cuando no lo somos. Pero también queremos y necesitamos, con no menor fuerza, amar a los demás, y sufrimos cuando no podemos hacerlo.
Esta última cuestión ha sido tema de numerosas canciones en las últimas décadas y algunas de ellas no sólo han coincidido en la temática, sino incluso en el título mismo.
Canciones que buscan alguien a quien amar
Con tan solo hacer un poco de memoria descubrimos que hay varias piezas que llevan por título (o la incluyen en él) la expresión "somebody to love" ("alguien a quien amar") como manifestación de una búsqueda y un anhelo.
Una de las más "antiguas" de este listado es la clásica canción soul de Salomon Burke, Everybody needs somebody to love. Al parecer fue escrita junto a Bart Russell Berns y Jerry Wexler, aunque Burke aseveraba que era él el único autor y que solía interpretarla en la iglesia durante las ofrendas cuando era todavía adolescente. La versión hoy conocida parece referirse especialmente al amor romántico.
Muy conocida es también la canción Somebody to love de la banda de rock psicodélico Jefferson Airplane, un clásico himno de la contracultura hippie de los sesenta, en el que el amor se presenta como vía de rescate en los momentos más desahuciados.
En el otro extremo de la línea de tiempo, la agrupación estadounidense One Republic lanzó en septiembre del año pasado su sencillo Somebody to love en la gama del pop alternativo. Por su parte, el canadiense Justin Bieber había publicado en 2010 su propia Somebody to love (compuesta originalmente por The Stereotypes) como parte del disco My World 2.0.
Somebody to love, Queen
Sin embargo, la canción con el mentado título más (justificadamente) célebre es Somebody to love de Queen, compuesta por Freddie Mercury.
La pieza –sexta cinta del disco A day at the Races de 1976– es toda ella una plegaria en compás de 6/8, con memorables coros en armonías de estilo gospel (interpretados por los mismos integrantes de la banda, como era habitual), en la que un Freddie de voz por momentos algo cascada ruega al Señor el poder encontrar a alguien a quien amar.
La letra apela al recurso de la segunda persona -como en la mayoría de las canciones arriba mencionadas- pero no se trata de la persona amada (que es justamente lo que falta), sino de Dios mismo y, por momentos, un anybody impersonal (¿acaso ante el silencio divino?)
"Cada mañana que despierto muero un poco, apenas puedo mantenerme en pie. Me miro en el espejo y lloro. Señor, ¿qué me estás haciendo? He pasado todos mis años creyendo en Ti, pero no consigo ningún alivio, Señor".
"Al final del día… me arrodillo y comienzo a rezar hasta que las lágrimas caen de mis ojos, Señor. ¿Alguien puede encontrarme a alguien a quien amar?".
"No seré derrotado, sólo tengo que salir de esta celda. ¡Algún día voy a ser libre, Señor!
Encuéntrame a alguien a quien amar..."
Una de las canciones más célebres
La carga emotiva de la letra, sumado al estilo góspel de la partitura y la genial interpretación, son las razones por las cuales es esta una de las canciones más célebres del cuarteto británico, por más que ese listado de "canciones célebres" sea en este caso sumamente extenso.
Es una canción que, sin dudas, toca las fibras íntimas de muchas personas que, por situación personal, prontamente se identifican con el mensaje. Y con el recuerdo de esta célebre obra hemos querido rendirle homenaje a su inigualable autor en el aniversario de aquel triste 24 de noviembre de 1991, día de su fallecimiento.
No obstante, hay algo que quisiéramos añadir al respecto. Hemos dicho al comienzo que pertenece a la esencia de la vida personal esa sed por el amor: necesitamos amar (y que nos amen). Todo parece indicar que hemos sido hechos para ello.
Amar es algo que debemos aprender a hacer
No obstante, en su libro El arte de amar, el psicólogo Erich Fromm hacía hincapié en que es un error creer que todo el problema estriba en encontrar a quien pudiese ser el objeto de nuestro amor, como si una vez encontrado éste, la cuestión se resolviera sin más.
Amar –recalca Fromm– es algo que además hemos de aprender a hacer. De ahí justamente el título del libro que, mayormente, ha tenido buena acogida entre los intelectuales cristianos. "La gente cree que amar es sencillo y que lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar. (…) Esta actitud sigue siendo la idea prevaleciente sobre el amor, a pesar de las abrumadoras pruebas de lo contrario.
Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectativas, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor".
Sin caer en recetas simplistas, Fromm subraya la importancia de la disciplina, la concentración, la paciencia y la preocupación suprema, si es que uno quiere aprender el arte de amar (así como cualquier otro arte). Una llamada de atención, sin dudas, vigente también para nuestros días.
Queremos y necesitamos amar. Pero, ¿sabemos hacerlo? Nadie crece encerrado en sí mismo, nadie es su propio consuelo, nadie es salvador de sí. Es menester salir de nuestras celdas, necesitamos amar… pero también necesitamos aprender a hacerlo bien.