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El pescador que se lanzó al mar para salvar a nueve personas

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Alvaro Real - publicado el 25/11/20
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Las Islas Canarias en España sufren la avalancha de pateras. Muchas de estas personas no consiguen llegar a la costa. También aquí hay buenos samaritanos.

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Las Islas Canarias ya no son tan afortunadas. Hace un tiempo, antes de la pandemia, eran miles los turistas que volaban al archipiélago canario en busca del sol, del relax, de un merecido descanso. Llegaban los euros de Reino Unido o Alemania y el turismo acogía con los brazos abiertos a sus huéspedes.

Siguen llegando personas, pero no llegan a través de los aeropuertos ni con viajes organizador por touroperadores. Llegan en patera y sus agentes de viajes son mafias organizadas que se lucran con el sufrimiento ajeno. Son personas que huyen de la miseria buscando una vida mejor y, en muchas ocasiones se encuentran con la muerte y en medio de una embarcación a la deriva. Otras veces se encuentran con la indiferencia o el rechazo.

El buen pescador

Pero a veces se encuentran con el buen samaritano. Esta vez, el buen samaritano es Ignacio Fontes pescador y vive en Haria, en Lanzarote. Se encontraba pescando en Órzola. Una patera con 35 personas había naufragado. Un compañero lo avisó y no se lo pensó. Junto a otros cuatro “buenos samaritanos” se lanzaron al mar. Consiguieron salvar a 9 de ellos.

Lo ocurrido lo cuenta en la radio española COPE: “No teníamos medios suficientes, ni aros de salvavidas ni nada. Fue complicado al no tener nada. Nos lanzamos con mucha incertidumbre y muchos nervios”.

“Solo podías escuchar a gente que te gritaba y lloraba. Ibas a por ellos y a veces tenías que apartar a personas ya muertas. Era la primera vez que me encontraba un cuerpo flotando en el agua. Un cuerpo que cuando lo ibas a rescatar te dabas cuenta de que no tenía vida; lo apartabas e ibas a por el siguiente. Es una cosa dura, te das cuenta de que el mundo no es tan fácil”, explica.

Su intervención en la radio estremece: “La persona que más me chocó fue la última que rescaté. Ese hombre estaba muy lejos, a unos 500 metros de la costa. Como yo conozco la zona y sabía que a mi no me iba a pasar nada no lo dudé. Lo cogí y lo intenté arrastrar hacia fuera”.

En aquel momento escuchó el grito grito de una niña o de un niño llorando. Lo dejó en la costa y volvió a por el pequeño: “Cuando llegué ya era demasiado tarde y ya no escuché a nadie”.


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