"No hablemos de cosas grandes; vivámoslas". Es la cita de san Cipriano con la que el sacerdote benedictino Massimo Lapponi introduce el texto de su libro "San Benito y la vida familiar", publicado online (puedes leer la versión en español completa clicando aquí). Con él trata de presentar la Regla de San Benito a los cristianos que vivimos en medio del mundo.
La regla benedictina ha servido como pauta de vida en los monasterios desde comienzos del siglo VI. Es norma de convivencia, de paz y de armonía, y ha logrado frutos a los largo de la historia de Europa: sirvió de lazo de unión cultural, de expansión de la vida cristiana y de un mensaje de amor a Dios a través del cual se han hecho muchos santos, comenzando por el mismo fundador, San Benito. ¿Por qué no extraer pues lecciones para la vida contemporánea?
¿Cómo aplicar la Regla de san Benito a la vida de las familias de hoy? El padre Lapponi reúne los consejos en diversos ámbitos:
1El trabajo doméstico
"Para san Benito el trabajo manual es, de hecho, un empeño espiritual, porque el humilde servicio doméstico (...) significa ejercicio de la caridad fraterna, victoria sobre el propio egoísmo y sobre la pereza, imitación de Cristo obediente y sufriente."
2El trabajo profesional
"La Regla, en efecto, establece el principio fundamental de que lo que cuenta realmente no es tanto la habilidad profesional o los títulos universitarios o el escalafón en la sociedad, sino el humilde conocimiento de la propia pobreza ante Dios y la disponibilidad a la renuncia de sí mismo y del propio interés o placer en favor del servicio fraterno."
"Toda profesión -dice Lapponi- sale ganando bajo todos los aspectos cuando se pospone y somete humildemente al verdadero bien de las almas."
Trabajo creativo (artístico y artesanal).
A imitación de la vida monacal, propone una "base familiar artesana" (que englobaría desde los arreglos de la casa hasta la excelencia en la pintura, por ejemplo). "Se ha constatado -explica Lapponi- en los jóvenes de hoy un desorden material y mental que sería fácilmente corregido con el esfuerzo asiduo en actividades manuales y artesanales."
El descanso.
Dice la Regla de san Benito: "Cuando se levanten de madrugada para la Obra de Dios, exhórtense mutuamente con delicadeza a fin de rechazar las excusas de los somnolientos."
Y para la noche: "Inmediatamente después de la cena vayan todos a sentarse juntos, y uno lea...".
Lapponi resume este aspecto en tres puntos: "La noche es un tiempo de esparcimiento dedicado, antes del descanso nocturno, a las lecturas y actividades que recreen el espíritu; llegada la hora establecida -no demasiado tarde- todos se retiran para el descanso; ya desde pequeños los niños deben habituarse a levantarse sin concesiones a la poltronería."
Las comidas.
Lapponi propone aplicar la regla de san Benito en cuatro aspectos: rezar en común antes de la comida, respetar el horario, sobriedad en la comida y bebida, y fomento de la conversación.
Vestido.
San Benito hablaba del hábito para el monje y el padre Lapponi traduce ese espíritu en "la exigencia de la sobriedad y de la renuncia al lujo excesivo -hoy también a la extravagancia y a la indecencia, oponiéndose a las fortísimas presiones de la moda y de la propaganda comercial- y, por otra, el cuidado por una estética que exprese realmente la índole íntima de la persona y de la familia."
Salidas.
"Se podrían proponer sin rigidez normas que favorezcan el respeto de todos hacia los horarios, la llegada no demasiado tardía a casa por la noche y, sobre todo, la solicitud de todos por una vida común guiada por la fraternidad. Esto, naturalmente, no para cultivar un egoísmo familiar, sino, por el contrario, para educar a todos los miembros de la familia en un amor no de teoría, sino práctico, que los lleve a involucrarse en los fatigosos trabajos del servicio recíproco, fundamento de toda actividad verdaderamente social."
Ambientes de la casa.
Lapponi explica que, así como un monasterio tiene dependencias varias, unas para el monje en solitario y otras para la vida en común, "el ambiente de la casa, práctico y agradable, debe favorecer la presencia asidua de los miembros de la familia. Sería bueno que cada miembro de la familia- esposos, chicos y chicas- tuvieran su propia habitación, en la que encontrar un ambiente acogedor, como residencia habitual y lugar principal de su actividad personal."
El mobiliario.
En la Regla de san Benito se lee en el capítulo 32: "Si alguno trata las cosas del monasterio con poca limpieza o con negligencia, sea reprendido."
Lapponi añade que es importante para un hogar "no sólo una cuidadosa elección de los muebles, sino también el cuidado por su orden y limpieza por parte de todos los miembros de la familia. El trabajo dedicado a ello, como ya he dicho, debe ser distribuido equitativa y caritativamente entre todos y tiene un grandísimo valor educativo."
Los instrumentos.
Lapponi afirma que una familia "no puede guiarse por el voto de pobreza propio de la vida monástica", pero "una familia cristiana debe evitar el lujo, el dispendio, la superficialidad". Lapponi hace referencia a los juguetes, los aparatos electrónicos... Propone, por ejemplo, fomentar las "actividades propias de la mente", entre ellas el cálculo.
La disposición de la casa.
"Para que la familia adquiera la costumbre de orar en común" Lapponi aconseja "transformar en lugar de oración común una estancia de otro uso -recibidor o salón- en el que siempre debería haber, en unos de los lados o en un rincón, alguna imagen sagrada y otros signos de devoción."
El benedictino aconseja disponer de una biblioteca de calidad, que valore los clásicos y sea formativa para los niños.
Busca un lugar adecuado, que puede ser el salón, para hacer alguna actividad en común.
En cuanto a la decoración, "todo aquello que puede embellecer la casa de una familia, y no sólo las imágenes religiosas, debería estar presente en todas sus dependencias para alegrar el corazón y elevar el pensamiento de sus habitantes."
Es lógico que en la casa familiar "prevalecerán las decoraciones artísticas y las imágenes inspiradas en la vida del mundo o en los recuerdos de la misma familia. Pero tampoco deben faltar -señala Lapponi- las imágenes y los objetos religiosos", escogidos con gusto.
La oración.
"Ciertamente la familia no puede dedicar a la oración en común todo el tiempo que le dedican los monjes. Pero puede intentar imitarles en ciertos momentos de la jornada: a la mañana, antes de la comida y, sobre todo, antes del descanso nocturno."
Lipponi anima a contar con "imágenes sagradas en el lugar del culto y en la habitación de cada uno, por el clima de silencio y por la costumbre de reflexionar, de estudiar y de meditar."
Caridad.
Para que no se caiga en el individualismo, Lipponi aconseja aplicar la Regla de san Benito valorando "las virtudes que se adquieren a través del servicio recíproco."
"La familia -afirma- debe estar libre para dedicarse al diálogo y a aquellas actividades lúdicas o artísticas que lo favorecen."
La lectura y el estudio.
"La lectura no puede ser sustituida por las variadas formas de comunicación visual ofrecidas por los modernos aparatos electrónicos. Una cosa es la reflexión, otra la imaginación.
Lipponi considera fundamental que se cultivo el estudio en las familias.
La música y el canto sagrado y profano.
"La familia podría imitar en esto a los monjes, animando los momentos de oración con cantos bonitos, elegidos y cuidados. Pero podría hacer mucho más aún: todo el inmenso mundo de los sentimientos humanos debería ser cultivado y educado a través de la música y del canto."
Esparcimiento y fruición del arte.
Aboga por "juegos tradicionales" así como "actividades artísticas y artesanales manuales" y el "contacto vivo con la naturaleza".
Un criterio que propone este sacerdote es que "los medios electrónicos nunca deben suplantar a la realidad de la naturaleza, ni al uso natural de las facultades humanas."