La Navidad es un tiempo perfecto para adorar al Niño Jesús, como hicieron, cuando nació en Belén, María y José, los ángeles, los pastores y los Magos de Oriente.
Para hacer una buena oración, por tu parte solo necesitas tu disposición, pero puede ayudarte encender una vela y colocarla junto a una figurita del Niño Jesús, que quede en el centro de atención.
La postura corporal idónea para adorar es arrodillarse, aunque debes encontrar la que mejor te ayude a ti a encontrarte con la Divinidad que sale a tu encuentro.
A continuación intenta hacer silencio, exterior e interior. Respirar hondo ayuda a algunas personas a relajarse. Toma conciencia de que tu Creador te está mirando con complacencia.
Si vienen a tu mente pensamientos y preocupaciones en este momento, acógelas y ofréceselas a Dios mientras le pides poder tener un rato de calma y de verdadera adoración.
Puedes cerrar los ojos y darte unos minutos para imaginarte presenciando aquella primera Navidad en la que Dios se hizo hombre.
Después quizá te ayude a ambientarte cantar o escuchar un villancico o una música reposada, por ejemplo Noche de paz.
Mira al Niño Jesús
Ahora contempla la figurita de Jesús y deja que te inspire libremente pensamientos, preguntas, sentimientos... Sus ojos, su pelo, sus manitas, su pequeño cuerpo, las chocantes circunstancias de su nacimiento,... ¿qué te dicen?
Háblale espontáneamente. Y cuando lo consideres oportuno, puedes rezar esta oración de adoración al Niño Jesús:
Pequeño Niño Jesús:
Aunque es de noche
y hay tanta pobreza en este lugar,
puedo reconocer que eres Dios
y quiero tomarte en mis brazos,
abrazarte y acogerte en mi corazón.
He intentado preparártelo
y te lo ofrezco como cálido refugio,
desearía que te sintieras a gusto en él
y te quedaras para siempre.
Cuánto agradecimiento siento
por tu madre, María,
y por todos los que de alguna manera
prepararon tu venida.
Intentaré amarte cada día,
servirte en lo que necesites
como frágil ser humano,
con ternura y abnegación.
Hasta que seas Tú quien me bendigas,
me guíes y me rescates.
En ti pongo toda mi fe
y de rodillas te adoro con todo mi ser.
Tú, pequeño Jesús, mi Dios,
eres la luz que ilumina el mundo,
la esperanza que alegra mi alma,
el Camino, la Verdad y la Vida.
Puedes acabar tu oración con un sencillo gesto, como besar al Niño Jesús, acercar su figurita a tu frente o a tu corazón o hacer con ella una señal de la cruz como si le pidieras que bendiga al mundo con su presencia.