La historia del martirio de santa Eulalia inspiró numerosos textos, desde el poeta latino Prudencio (siglo IV) hasta el escritor español Federico García Lorca (siglo XIX) pasando por san Agustín.
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La Secuencia o Cantilena de santa Eulalia, compuesta en torno al año 880, es a día de hoy el primer texto literario escrito en una lengua romance y no en latín, como lo eran la mayoría de los textos. Este canto escrito en honor de la mártir del siglo IV es también el primer poema de la literatura francesa.
Una obra única dedicada a santa Eulalia
Debemos al escritor August Heinrich Hoffmann, autor del himno nacional alemán, el descubrimiento de este texto en 1837 en un libro de sermones en latín datado del siglo IX. Las últimas hojas vírgenes del manuscrito fueron utilizadas posteriormente para copiar el poema homenaje a la santa, entre tres cantos latinos y un poema en lengua germánica, ¡una compilación que resulta todo un “milagro lingüístico” según los historiadores de las lenguas!
Esta secuencia estaba destinada a cantarse en la liturgia gregoriana, presumiblemente por los benedictinos de la abadía de Saint-Amand, cerca de Valenciennes (Francia) donde en la actualidad se conserva el valioso documento. Este manuscrito es, por tanto, un testimonio inestimable para los lingüistas y los historiadores de las lenguas romances y da fe de la vitalidad intelectual de sus locutores, con frecuencia políglotas.
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La Cantilena de santa Eulalia cuenta cómo, durante la persecución de los cristianos ordenada en todo el Imperio romano, una joven perteneciente a una familia rica de Mérida (España) se negaba a renegar de su fe y traía por el camino de la amargura al emperador Maximiano. Cuando Eulalia exhaló su último aliento, se vio una paloma blanca salir de su boca y elevarse hacia el cielo. Con este símbolo del Espíritu Santo, seguido de una oración de intercesión, termina este texto:
Buena doncella fue Eulalia.
Un bello cuerpo tenía, más bella aún el alma.
Quisieron vencerla los enemigos de Dios,
quisieron hacerle servir al Diablo.
Ella no escucha a los malos consejeros:
“¡Que reniegue de Dios, que reina en el cielo!”
Ni por oro, ni plata, ni paramentos,
por amenaza real ni mediante ruegos:
Nada nunca la consiguió obligar
a no amar siempre el servicio de Dios.
Y por eso fue conducida a Maximiano,
que era en aquel entonces el rey de los paganos.
Él le ordena, aunque a ella poco le importa,
que abandone el nombre cristiano.
Ella reúne toda su fuerza:
antes llevaría cadenas
que perder su virginidad.
Por ello murió con gran honra.
Al fuego la echaron, para que ardiese rápido:
Como culpa no tenía, por eso no se abrasa.
Pero esto no quería creerlo el rey pagano.
Con una espada ordena cortarle la cabeza.
La doncella por esto no protesta,
quiere dejar este mundo, si así lo ordena Cristo.
En forma de paloma vuela al cielo.
Todos imploramos para que se digne a orar,
que Cristo tenga piedad de nosotros
después de la muerte, y que a Él nos deje acudir
por su clemencia.