El famoso escritor escocés, católico, logró con sus novelas la creación del actual sistema sanitario inglés
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A.J. Cronin (1986-1981), católico, fue médico y obtuvo gran resonancia en el ámbito de la literatura. Varias de sus novelas fueron bestsellers traducidas a numerosos idiomas. Y algunas fueron llevadas al cine. Entre ellas destaca La ciudadela (1937) a la que King Vidor llevó a la gran pantalla el año siguiente a su publicación.
La ciudadela sigue los pasos de Andrew Manson desde su primer destino como médico hasta su madurez profesional. Basada en la experiencia personal de Cronin, contribuyó notablemente a establecer el servicio nacional de salud en el Reino Unido.
El relato muestra cómo la personalidad de Manson va fraguándose en contacto con la institución sanitaria, los pacientes, los colegas,…
De Manson sabemos que es una persona responsable, de un temperamento «extraordinariamente impresionable», «ama su trabajo y […] trabaja alegremente», tiene una «mente equilibrada, dubitativa, y un corazón apasionado».
Pronto descubre las miserias del sistema sanitario. Es, de hecho, una estructura de vasallaje que fomenta el servilismo. Mason descubre que, en todos los escalones del sistema, hay médicos manifiestamente ignorantes, otros son competentes pero conformistas con el sistema. Él lucha contra corriente y logra dejar en buen lugar «el honor de una profesión verdaderamente gloriosa», investiga, publica e, incluso, se anima a asistir a un congreso médico a Cardiff donde volverá a ver a su compañero de universidad, Freddie Hamson. Había conocido también a la maestra del pueblo: Christine. Dueña de una «sonrisa tranquila, íntima, estimulante», y, por tanto, del corazón de Andrew.
Derrota y victoria
Le ilusiona profundamente asistir al congreso, aprender, volver a ver a su viejo amigo. Y asistir con Christine, a la que piensa pedirle matrimonio… a la vuelta.
Durante el congreso, su amigo le muestra que el sistema convierte el ejercicio de la medicina en un mero negocio. Christine percibe que Hamson ve a Manson sólo como una posible fuente de ingresos. Ella se irrita al verlo tratado de ese modo. Él no la entiende y se molesta.
En el tren tiene la evidencia de que la mujer de un colega lo engaña; duda ahora de las relaciones familiares. La idea del matrimonio con Christine la ve cada vez más estúpida. Cuando regresan le están esperando para que atienda un parto. El niño nace sin vida y él administra un tranquilizante a la madre.
Es plena noche y todo va mal. El sistema sanitario es un mero negocio. Las relaciones familiares se fundan en la mentira. Y sus esfuerzos sólo sirven para sedar a la madre. El niño muerto simboliza el fruto de su esfuerzo. ¿Qué puede hacer? ¿Reconocer la derrota, someterse?
Agotado. Hundido. Con el corazón roto toma una decisión. Estudiará al niño para aprender. La comadrona había dejado el cadáver debajo de la cama. Se arrodilla. Lo examina. «Todavía de rodillas, Andrew miró al niño con expresión de espanto. Aquella palidez significaba una sola cosa: asfixia. Su mente, en extraordinaria tensión, recordó un caso […] y el tratamiento que había empleado». Y pelea durante horas. Continúa incluso cuando la comadrona le advierte llorando: «Es inútil, doctor. Ha nacido muerto». Entonces llega el milagro. El niño empieza a respirar. Se ha salvado. Ambos se salvan: el niño y el doctor.
Lo vivido en Cardiff le había hundido. Pero ese caso lo salva. En el niño amamantado por su madre descubre el sentido del trabajo médico. En la alegría de la familia descubre que «algo había que decir en favor del matrimonio y de la vida en familia, cuando traía una felicidad tal como la que llenaba ese hogar».
Desilusión
Las circunstancias no han variado. Su modo de afrontarlas, sí. Estudiará más; para aprender, para servir a sus pacientes. Verá la necesidad de ir ascendiendo escalones en el sistema sanitario. En cada nuevo peldaño contará con el aliento de Christine, su mujer. Obtendrá un cargo en el Ministerio, «fiscalizado por un círculo de nulidades eminentes».
Pero un día se cansa y decide que ya está bien. Ahora desea éxito y dinero. Christine ve con tristeza cómo traiciona sus aspiraciones. Gana dinero pero pierde su auténtico ser. Se halla en las entrañas de un sistema sin corazón que lo ha vencido: «¿No ves, dice Christine, que te estás convirtiendo en víctima del mismo sistema que solías condenar, de todas las cosas que aborrecías?».
Manson es un tipo de hombre idealista, competente, cuya inteligencia le hace entender los fallos del sistema. Pero se cansa de pelear siempre mientras otros mucho menos capaces y menos honestos tienen fama y éxito. Se inserta en el sistema como un engranaje más.
Obedecer al sistema sirviéndose de él para prosperar es lo más frecuente. Pero no es la única actitud posible. En la obra vemos también las actitudes de Denny, Hope o el americano Stillman quien, «sin dejar que el triunfo lo envaneciese, siguió siendo la misma persona reposada y modesta que veinticinco años atrás había ensayado sus primeros cultivos en su desván».
Redención
Christine, que ha sufrido viendo su degradación, «estaba más preocupada por él que por ella». Lo quiere y trabaja activamente para salvarlo. Organiza una comida con sus amigos. No hablan de dinero o éxito, sino de medicina, enfermedades y enfermos, cómo mejorar el sistema. Los ojos de Andrew vuelven a brillar como antes. Nada está perdido.
En su momento más bajo, cuando tiene la aterradora certeza de que va a perderlo todo, «pasó frente a la puerta abierta de una iglesia […] y entró […] La tribulación atraía allí a los hombres, los volvía a sus sentidos, los volvía al pensamiento de Dios».
Ver el desajuste de las instituciones es fácil. Pero sobrevivir, es decir, mantener la dignidad, es tarea titánica, casi impensable para un hombre solo. La ciudadela muestra que para ser fieles a nosotros mismos necesitamos ayuda. Necesitamos tener claridad respecto a nuestra tarea profesional pero también sobre el sentido de nuestra vida. Necesitamos tener a quién contar nuestras dificultades, nuestros fracasos, nuestros proyectos, es decir, un hogar donde celebrar los éxitos con quien queremos y nos quiere. Y necesitamos amigos que compartan con nosotros no sólo nuestra visión del trabajo y del mundo sino también su afecto.
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