Es la Navidad, incluso en pandemia, tiempo de alegría, de canto de ángeles, de voces a través de las cuales Dios te dice que te ama
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En la tercera semana me detengo a contemplar a los ángeles. Un coro de ángeles anuncia a los pastores que ha nacido el Mesías, que corran a adorarlo.
Un ángel en la noche le pide a José que no repudie a María, que el hijo que está esperando es el Hijo de Dios. Uno abre el corazón de María y le anuncia que será Madre del Salvador.
Un ángel le dice a Zacarías que va a ser padre siendo su mujer estéril. Uno anuncia a José que tienen que huir a Egipto, porque quieren matar al Niño.
Un ángel, siempre un ángel, llevando noticias de luz, de esperanza. Un ángel que salva al que puede morir y encamina los planes de Dios en la tierra.
Ángeles que iluminan
Es Navidad tiempo de ángeles que traen esperanza y buenas nuevas. Me gustan los ángeles que en mi pesebre coloco anunciando alegría con sus trompetas. Ángeles que cantan porque ha nacido el Salvador y la noche oscura se llena de estrellas.
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Ángeles de Dios que van de un lugar a otro conduciendo y velando mi vida sin que yo me dé cuenta.
Sigilosos, preciosos, alegres, llenos de luz que iluminan mis propias tinieblas. Que salvan, protegen, cuidan, velan, anuncian. Santa Teresita hablaba así de esos ángeles que protegían su vida pequeña y frágil:
“Invoca a los ángeles y a los santos que se elevan como águilas hacia el fuego devorador, objeto de su deseo y las águilas, apiadándose de su hermanito, lo protegen, lo defienden y ahuyentan los buitres que querrían devorarlo”.
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Están en tu vida
Los ángeles son enviados por Dios para salvar a los hombres, para hacer realidad en sus vidas un milagro de paz.
Hoy pienso en los ángeles que están presentes en mi camino. Ese ángel de la guarda que custodia mis pasos y aguarda en mis caídas, dándome fuerzas para emprender el camino.
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Ángeles que me hacen ver lo que Dios quiere, lo que me pide. Ángeles silenciosos, ocultos a la luz del sol, apenas los veo y sé que están presentes, caminando junto a mí, son mis seres queridos.
No tengo miedo a la noche porque es hora de los ángeles que me llenan de luz.
Portadores de alegría
Es la Navidad, incluso en pandemia, tiempo de alegría, de canto de ángeles, de coros celestiales. Una alegría honda que va más allá de los límites que me impone el mundo.
Los ángeles traen alegría. Hay en mi vida ángeles con cuerpo, con vida propia. Ángeles a través de los cuales Dios me habla y me dice que me ama, que ha pensado en mí, que me quiere para siempre.
Esos ángeles reales vienen a visitar mis pasos y me muestran el camino. Me gusta su presencia silenciosa, sus cantos de paz, su sonrisa amplia que borra mis tristezas. Y me recuerdan lo bello que soy porque Dios me ama.
Me gustan esos ángeles que Dios ha puesto en mi camino para anunciarme el amor inmenso que me tiene. Me dicen que Dios ha nacido en mi alma en un corazón de niño. Y yo miro dentro de mí para darme cuenta de la sonrisa inocente de Dios, en lo más hondo.
Ángeles que inspiran
Pienso en esos ángeles de andar por casa y pienso en mí que estoy llamado a ser ángel. Mediador entre Dios y los hombres. Anunciador de alegrías y esperanza. Testigo de un amor más grande para hacer ver al hombre que el amor de Dios tiene la última palabra en sus vidas.
Siento vocación de ángel para ir anunciando verdades y mostrando la belleza que cada hombre tiene escondida en el alma.
Me gusta pensar que mi vida es pequeña y aun así tiene un poder que no controlo. Un poder inmenso, infinito, eterno. Un poder que logra vencer por encima de mis miedos tan humanos.
Quiero proclamar una alegría que nadie pueda borrar de mi alma. Estoy llamado a vivir con esa alegría serena de los ángeles que saben que Dios ya ha vencido en todas las batallas.
No tiemblo, no me desespero. Así quiero caminar yo, seguro al saber que Dios conduce mi camino aunque muchas veces parezca que la vida no tiene sentido.
Necesito tener dentro esa paz de los ángeles. Esa paz que regale alegría al que se encuentre conmigo. Esa paz me gusta, esa sonrisa permanente, esa esperanza dibujada dentro de mí, cuando mis fuerzas decaigan y me sienta impotente ante la marejada que amenaza con hundir mi barca.
Déjales actuar
Cuando no parezca haber salida que me libere de todos mis miedos. Cuando las sombras oculten el sol y parezca que la noche se impone sobre el día, en esos momentos en los que me encuentre perdido y sin rumbo miraré al cielo buscando ángeles.
Alzaré las manos implorando un poder superior al mío. Soltaré vencido las riendas que pretenden controlar mi vida.
Y dejaré así que el poder de Dios en sus ángeles se haga visible. Y un coro de ángeles aparecerá sobre la cueva de mi olvido, de mi tristeza, llenando de cantos mis silencios.
Quiero abrazar la vida como un náufrago a la deriva. Y sabré entonces que tengo vocación de ángel cuando Dios me vuelva a pedir con una sonrisa: “Sigue dando esperanza, ¿no lo ves? Haces falta”.
Y volaré de nuevo sin hacer caso al cansancio, sin hacer ruido. Sonreiré otra vez olvidando mis pesares. Y hablaré con voz calmada sin atisbo de tristeza.
Porque Dios habrá vencido en mí naciendo en mis entrañas, llenándome de alegría. Y seré ángel. ¿Cómo si no voy a lograr que Dios regale sonrisas dibujadas en mis labios? ¿Cómo si no voy a dar paz a todos los que me miren?
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