“Es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica e incluso eclesial”. Papa Francisco saludó a la Curia Romana
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El papa Francisco se ocupó de la “crisis” en su discurso dirigido a la Curia Romana con motivo de los tradicionales saludos de Navidad. “La crisis de la pandemia es una buena oportunidad para hacer una breve reflexión sobre el significado de la crisis, que puede ayudar a todos”.
El discurso tuvo lugar esta mañana, 21 de diciembre de 2020, en el Aula de las Bendiciones en el Palacio Apostólico del Vaticano. En el pasado se celebraba en la Aula Clementina, sin embargo, debido al covid-19, este año se optó por un lugar más espacioso.
“Esta Navidad es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica e incluso eclesial que ha lacerado cruelmente al mundo entero”, Francisco en la audiencia a los Cardenales y Superiores de la Curia Romana.
Se trató de un discurso histórico que ayuda no solo a los servidores de la Iglesia, sino a todo aquel que se sienta en dificultad. A continuación, 12 puntos para que la crisis, que es un momento de “prueba”, también, sea “una gran oportunidad para convertirnos y recuperar la autenticidad”.
“La suma de intentos fallidos, de escándalos, de caídas, de pecados, de contradicciones, de cortocircuitos en el testimonio, no debemos temer, ni negar la evidencia de todo lo que en nosotros y en nuestras comunidades está afectado por la muerte y necesita conversión”.
1Recuerda que morirás, pero estás hecho para vivir
Francisco citó a la filosofa hebrea Hanna Arendt para explicar que la muerte es un motor para encontrar sentido a la vida. “La Navidad es el misterio del nacimiento de Jesús de Nazaret que nos recuerda que «los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar»,[1] como observa de modo tan brillante e incisivo Arendt.
Sobre las ruinas de los totalitarismos del siglo veinte, Arendt reconoce esta verdad luminosa, dijo el Papa:
«El milagro que salva al mundo, a la esfera de los asuntos humanos, de su ruina normal y “natural” es en último término el hecho de la natalidad. […] Esta fe y esperanza en el mundo encontró tal vez su más gloriosa y sucinta expresión en las pocas palabras que en los evangelios anuncian la gran alegría: “Les ha nacido hoy un Salvador”».
2Volver a ser esenciales
El Papa sostiene que ante el Misterio de la Encarnación y el Misterio Pascual, y la Cruz, “encontramos el lugar adecuado sólo si somos inermes, humildes, esenciales”. Invita a poner en práctica en el “ambiente en el que vivimos el programa de vida sugerido por san Pablo:
«Desaparezca de ustedes toda amargura, ira, enojo, insulto, injurias y cualquier tipo de maldad. Sean bondadosos unos con otros, sean compasivos y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó en Cristo» (Ef 4,31-32); sólo “revestidos de humildad” (cf. 1 P 5,5), imitando a Jesús «manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29); sólo después de habernos colocado «en el último puesto» (Lc 14,10) y habernos hecho “siervos de todos” (cf. Mc 10,44).
3En crisis se caen las mascaras y el maquillaje
La crisis es una “realidad compartida por todos”, un flagelo para todos, pero es una “gran oportunidad” para convertirnos y ser auténticos, personas sin el maquillaje, los estereotipos, los disfraces del ego, la pretensión de querer aparentar y, en cambio, la tempestad demuestra que somos hermanos. La tempestad – afirmó- “dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.
“La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”.
4Necesitamos de una comunidad para salir de la crisis
El PapaFrancisco indicó que en la Crisis, se necesita una comunidad que nos sostenga…”¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos”. Soñemos como una única humanidad, como caminantes hechos de la misma carne humana como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”. Así como destacó en su última encíclica social sobre la amistad social Fratelli Tutti.
5La crisis es una oportunidad y no se negocia con el mal
La crisis “es una etapa obligatoria en la historia personal y social”, afirma el Papa. “Se manifiesta como un acontecimiento extraordinario, que siempre causa una sensación de inquietud, ansiedad, desequilibrio e incertidumbre en las decisiones que se deben tomar”.
Francisco recodó que en la Biblia también hay muchos “personajes en crisis” que, sin embargo, “a través de estas cumplen la historia de la salvación” y nunca se negocia con el mal; la crisis ha tocado a la puerta de Juan el Bautista, Abrahán, Moisés, Pablo, y la crisis “más elocuente fue la de Jesús” cuando enfrentó las tentaciones del diablo. “Con el diablo nunca se dialoga”, afirmó.
6La crisis nos pone en guardia ante el peligro de juzgar
La crisis, advierte, “nos pone en guardia ante el peligro de juzgar precipitadamente” a los demás. En este caso, la “Iglesia por las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy”, y habló de la “narración desesperanzadora de la realidad” confundida con “realismo”. Francisco aseguró que jamás estamos solos, “Dios sigue haciendo germinar las semillas de su Reino entre nosotros”.
Y ayudamos a la providencia través del propio “trabajo humilde, discreto, silencioso, leal, profesional y honesto”. Y no dejarse distraer de las malas noticias. “Quienes no miran la crisis a la luz del Evangelio, se limitan a hacer la autopsia de un cadáver”. La crisis nos asusta, pero, “el Evangelio es el primero que nos pone en crisis”.
“Pero si volvemos a encontrar el valor y la humildad de decir en voz alta que el tiempo de crisis es un tiempo del Espíritu, entonces, incluso ante la experiencia de la oscuridad, la debilidad, la fragilidad, las contradicciones, el desconcierto, ya no nos sentiremos agobiados, sino que mantendremos constantemente una confianza íntima de que las cosas van a cambiar, que surge exclusivamente de la experiencia de una Gracia escondida en la oscuridad”.
7No confundir la crisis con el conflicto
El Papa insiste en no confundir la crisis con el conflicto. “La crisis generalmente tiene un resultado positivo, mientras que el conflicto siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución, entre sujetos divididos en amigos para amar y enemigos contra los que pelear, con la consiguiente victoria de una de las partes”.
La lógica del conflicto siempre busca “culpables” a quienes estigmatizar y despreciar y “justos” a quienes justificar, para introducir la conciencia —muchas veces mágica— de que esta o aquella situación no nos pertenece. Esta pérdida del sentido de pertenencia común favorece el crecimiento o la afirmación de ciertas actitudes de carácter elitista y de “grupos cerrados” que promueven lógicas limitadoras y parciales, que empobrecen la universalidad de nuestra misión.
«Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 226).
La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza.
La crisis demuestra que estamos vivos, pero jamás ceder al conflicto. En la Iglesia, y dentro, de ella, respecto a quienes siguen a Cristo, no consideran los conflictos para medir “si somos ganadores y perdedores”.
8Quien sigue a Cristo está siempre en crisis
Así, las personas y sus comunidades, llevadas por el temor, se harán más rígidas, menos colaborativas, y se impone una “lógica uniforme y uniformadora”, tan alejada de “la riqueza y la pluralidad que el Espíritu ha dado a su Iglesia”.
“La novedad introducida por la crisis” es explica por el Papa con las palabras de Jesús «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24)”. “El acto de morir de la semilla es un acto ambivalente, porque al mismo tiempo marca el final de algo y el comienzo de otro”.
En este sentido, explica, “toda la resistencia que ponemos cuando entramos en crisis, a la que nos conduce el Espíritu en el momento de la prueba, nos condena a permanecer solos y estériles. Al defendernos de la crisis, obstruimos la obra de la Gracia de Dios que quiere manifestarse en nosotros y a través de nosotros”.
Todo lo que de mal, contradictorio, débil y frágil se manifiesta abiertamente nos recuerda aún más fuertemente la necesidad de morir a una forma de ser, de razonar y de actuar que no refleja el Evangelio. Sólo muriendo a una cierta mentalidad se logrará también dar espacio a la novedad que el Espíritu suscita constantemente en el corazón de la Iglesia.
9De cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación
De cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación. Pero si realmente queremos una renovación, debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo.
El Papa indica que los cambios no deben ser cosméticos o remendar un vestido viejo porque la Iglesia no es simplemente el “vestido” de Cristo, sino su cuerpo que abarca toda la historia (cf. 1 Co 12,27)”.
El comportamiento correcto es hacer tesoro de la tradición, que, como recordaba Benedicto XVI, «es el río vivo que se remonta a los orígenes, el río vivo en el que los orígenes están siempre presentes. El gran río que nos lleva al puerto de la eternidad» (Catequesis, 26 abril 2006).
Las “cosas antiguas” las constituyen la verdad y la gracia que ya poseemos. Las cosas nuevas las forman los diferentes aspectos de la verdad que vamos comprendiendo gradualmente.
10Aceptar la crisis como un tiempo de gracia
“¿Qué hacer durante la crisis? En primer lugar, aceptarla como un tiempo de gracia que se nos ha dado para descubrir la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia.
Es necesario entrar en la lógica aparentemente contradictoria de que «cuando soy débil, ¡entonces soy fuerte!» (2 Co 12,10). Se debe recordar la garantía que dio san Pablo a los de corinto: «Dios es fiel, y él no permitirá que sean probados por encima de sus fuerzas, sino que junto con la prueba hará que encuentren el modo de sobrellevarla» (1 Co 10,13).
Es fundamental no interrumpir el diálogo con Dios, aunque sea agotador. No debemos cansarnos de rezar siempre (cf. Lc 21,36; 1 Ts 5,17). No conocemos otra solución a los problemas que estamos experimentando que rezar más y, al mismo tiempo, hacer todo lo que podemos con mayor confianza. La oración nos permitirá “esperar contra toda esperanza” (cf. Rm 4,18)”.
11Somos servidores
El Papa, invitó, “conservemos una profunda paz y serenidad, con la plena certeza de que todos nosotros, y yo en primer lugar, somos solamente «servidores a los que nada hay que agradecer» (Lc 17,10), de los que el Señor ha tenido misericordia”.
Por eso sería bueno que dejáramos de vivir en conflicto y volviéramos en cambio a sentirnos en camino. El camino siempre tiene que ver con verbos de movimiento”.
12En la crisis, reconocer el rostro del prójimo y de quien sufre
“La crisis es movimiento, es parte del camino. El conflicto, en cambio, es un camino falso, es un vagar sin objetivo ni finalidad, es quedarse en el laberinto, es sólo una pérdida de energía y una oportunidad para el mal.
Y el primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración, el chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto.
El Evangelio nos dice que los pastores creyeron en el anuncio del ángel y se pusieron en camino hacia Jesús (cf. Lc 2,15-16). Herodes, por el contrario, se cerró ante el relato de los magos y transformó su cerrazón en mentiras y violencia (cf. Mt 2,1-16)”.
Cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestro puesto en la Iglesia, debe preguntarse si quiere seguir a Jesús con la docilidad de los pastores o con la autoprotección de Herodes, seguirlo en la crisis o defendernos de Él en el conflicto”.
El rostro de los pobres.
El Papa exhortó que en esta crisis no nos olvidemos de quienes sufren, especialmente a los pobres (cf. Mt 11,5).
“Los pobres son el centro del Evangelio. Y pienso en lo que decía este santo obispo brasileño: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”. Francisco citó en su discurso al arzobispo y teólogo Hélder Câmara”.
“Felicidades a todos, a cada uno de ustedes, a sus familias y a sus amigos. Gracias, gracias por su trabajo. Y, por favor, recen siempre por mí para que yo tenga la valentía de permanecer en crisis. Feliz Navidad”, concluyó.
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