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Nikolái Gógol, Nochebuena en Ucrania

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Manuel Ballester - publicado el 28/12/20
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La Nochebuena expresa el modo en que hombres de distintos tiempos han entendido, vivido y sentido el nacimiento de Dios

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El relato del nacimiento de Cristo que transmiten los evangelios refiere el modo en que Dios, en la plenitud de los tiempos, decide tomar cuerpo, iluminar la noche, dignificar la infancia, bendecir a la familia como imagen de la Trinidad, hogar del hombre… Dios decide, y así sucede.

La Nochebuena expresa el modo en que hombres de distintos tiempos han entendido, vivido y sentido ese nacimiento. Sobre ese trasfondo, cada época, cada cultura, ha ido festejando, alegrándose, de mil modos. La celebración ha tomado forma de villancicos, canciones, música, cuentos y mil concreciones del arte.

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Cabe entroncar con esa tradición la novela Nochebuena (1832) de Nikolái Gógol (1809-1852). Tras un primer fracaso en el ámbito de la literatura, el ucraniano Nikolái Gógol acepta un trabajo burocrático en San Petersburgo. Allí siente el abandono y la nostalgia de su patria chica. Escribe entonces en ruso Veladas en un caserío próximo a Dikanka (1832), una serie de novelas cortas, relatos populares de la gente de Ucrania, entre las que se encuentra Nochebuena.

La última noche del diablo

Se trata de un relato ágil, dinámico, casi de comedia de enredo. Pero no es superficial sino que consigue imprimir un ritmo acelerado (vertiginoso, a veces) a los acontecimientos pero sin perder profundidad. Por indicar una de las tramas presentes en la obra, tenemos a Oksana, la joven más bella del pueblo que, por eso, es pretendida por todos los jóvenes pero especialmente por el herrero Vakula. La joven es consciente de su belleza y eso la hace comportarse de un modo caprichoso, altivo y desdeñoso con todos pero especialmente con Vakula al que pone una condición imposible. Vakula llega a la desesperación y eso lo pone en contacto con otro personaje: el demonio.

El diablo sabe que «le quedaba la última noche para poder errar por el mundo y hacer pecar a los incautos. Al amanecer, cuando sonase el repique llamando a misa, correría a su ratonera sin mirar hacia atrás y escondiendo el rabo entre las piernas». El demonio sabe, por viejo y por diablo, que donde está nuestro tesoro ahí está nuestro corazón. Por eso, en el momento en que el herrero ha perdido la esperanza, el diablo le ofrece satisfacer su deseo más profundo. Vakula cede y el diablo se ríe, se alegra de haber vencido al herrero pero también «calculando el asombro de toda la caterva infernal».

La alegría de los días de fiesta

Y es que hay que destacar que en el relato conviven con gran naturalidad y confianza los seres sobrenaturales (diablo, brujas) y los asuntos humanos. Lo natural y lo sobrenatural forma parte de un mundo común; de ahí que en brujas y demonios podamos ver las mismas pasiones y galanterías, fortalezas y debilidades, que entre los humanos, así dice: «¡Qué bien arreglado está todo en nuestro mundo! Sus habitantes se esfuerzan en imitarse unos a otros».

El diablo tiene también su punto débil. Y el astuto herrero lo encuentra y consigue hacer que el demonio trabaje para él de modo que, finalmente, es Vakula «quien engañó al enemigo de la especie humana».

Al final, que es el principio, es un relato de Nochebuena, el día en que los hombres recuerdan que Dios ha nacido y sigue confiando en nosotros. Reina, pues, «la alegría de los días de fiesta».

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