Navidad en el frente: Diarios de enfermeras nos desvelan cómo celebraron estas fiestas en la Gran Guerra
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La Primera Guerra Mundial incorporó a las mujeres en las zonas de conflicto de manera masiva como enfermeras y auxiliares de ayuda logística. Miles de mujeres salieron de sus casas para enfrentarse a una de las experiencias más duras de sus vidas. Experiencias que muchas de ellas plasmaron en diarios y que, poco a poco van saliendo a la luz convirtiéndose en valiosos testimonios en primera persona.
En algunos de aquellos diarios redescubiertos, las enfermeras mostraron el horror de la guerra pero también algunos momentos emotivos y en cierto modo, felices. De aquellos instantes de alegría, algunos están relacionados con estas fechas navideñas. Sus palabras nos transportan a lugares inhóspitos en los que el mensaje de Jesús sobrevivió entre la desolación de la guerra.
Descripción de las Navidades en el frente
Edith Appleton, una enfermera británica, tenía treinta y siete años cuando se unió al Queen Alexandra’s Imperial Military Nursing Service Reserve, una unidad de enfermería que llegó al frente del Oeste en el otoño de 1914. Desde entonces, y durante cuatro años, escribió un diario en el que narró sus experiencias vividas cerca de las trincheras. De las partes que se han conservado de su diario, Edith Appleton describió las navidades en el frente.
La primera, en 1915. En su entrada del 25 de diciembre, deseaba alegre un feliz día de Navidad: “¡Feliz Navidad a todos!”. A continuación, explicaba como había transcurrido la jornada, primero acudiendo a misa a primera hora de la mañana para preparar una comida navideña, a base de pastel de carne caliente y una copa de vino tinto que repartieron entre los soldados. El día antes, Edith y sus compañeras estuvieron trabajando duro para tener todo listo para Navidad con el deseo de que “todos estuvieran felices” en aquel día tan especial lejos de casa. Durante todo el día 25, los soldados y las enfermeras se convirtieron en una familia, “jugando y cantando alrededor del árbol de Navidad hasta que nos fuimos a dormir alrededor de medianoche”.
El espíritu navideño en el frente
Edith pasó cuatro largos años en el frente. Las Navidades de 1918 aún permanecía en Francia pero su espíritu navideño pareció no desfallecer. “Feliz Navidad a todos. Son las tres de la tarde y estoy disfrutando inmensamente aquí sentada en una silla en la cocina”. La noche antes habían celebrado la cena de Nochebuena y aquella fría y soleada mañana, Edith contemplaba la belleza del sol en aquel recóndito y desolado rincón del mundo. Y pesar de todo, “estamos teniendo una feliz solemnidad navideña”, un día en el que las enfermeras organizaron una bonita comida de Navidad con los soldados, intentando mantener vivo el espíritu de aquel día tan especial.
Vera Brittain escribió en 1933 su Testamento de juventud, en el que, además de recordar su experiencia en el frente, hizo un alegato en favor de la paz. En 1914 aún no estaba en el frente, pero plasmó sus sentimientos de tristeza ante unas fiestas muy distintas a las celebradas los anteriores años. “Aquella primera Navidad en guerra fue una experiencia extraña y espeluznante para nosotros, acostumbrados a los adornos exuberantes y los regalos de los prósperos años anteriores al conflicto”.
Un día menos triste de lo que esperaba
Ya en plena guerra, y destinada en Malta, Vera recordaba como había podido acercarse a los mercados locales de La Valeta “para gastar todo el dinero que logré reunir en regalos de Navidad de todo tipo, que envié a casa junto con dos acuarelas de pequeño formato compradas en Nápoles”. En la pequeña isla del Mediterráneo, los destacamentos allí destinados también organizaron preparativos para celebrar la navidad decorando “la carpa con palmeras y serpentinas” y preparando “mermeladas y macedonias inmensas para las meriendas especiales de los hombres”.
“El día de Navidad fue menos triste de lo que esperaba, porque tras la merienda con los hombres de mi pabellón pasé el resto de la tarde calentita y amodorrada en un concierto que daban los convalecientes de dos barracones más allá”. Las siguientes Navidades fueron para Vera momentos de tristeza en los que no encontró refugio ni consuelo ni tan siquiera en el recuerdo del nacimiento de Jesús.
¡Navidad pasada y Navidad desaparecida!
Poco antes de que se cumpliera un año del estallido de la guerra, la enfermera Dorothea Crewdson marchó al frente y permaneció en la localidad francesa de Etaples durante cuatro años. Nunca regresó a casa con vida, pero sus recuerdos prevalecieron gracias a su valioso diario. Sobre las Navidades de 1915, Dorothea escribió el día 26: “¡Navidad pasada y Navidad desaparecida! Se acabaron todas las emociones del día […]. Disfruté mucho ayer pero me alegro que haya terminado. Demasiado agotador”. Dorothea y sus compañeras pasaron horas organizando las celebraciones que culminaron con un sentimiento de “paz y buena voluntad reinando por todo el campo”. Los dos siguientes años, Dorothea describió las fiestas navideñas en los mismos términos, una mezcla de agotamiento y excitación. En 1918 recordaba las celebraciones “en el hospital, con banquetes y bailes”.
Deseos de esperanza y un intento de mantener la alegría a pesar de encontrarse en aquellos lugares tristes y desolados, fueron el común denominador de todas las Navidades que miles de personas tuvieron que pasar lejos de sus seres queridos durante la Primera Guerra Mundial. Y fue gracias en parte a enfermeras como estas que hemos recordado que el frente se convirtió, al menos por unas horas, en un lugar de alegría, felicidad y, sobre todo, esperanza.
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