Dedicó su vida a la escritura centrando sus textos en la historia, las mujeres y la sociedad, impregnando toda su obra de su fe
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La producción literaria y periodística de Soledad Acosta de Samper es abrumadora. Novelas, artículos, cuentos, obras de teatro, estudios sobre la sociedad, la cultura y la historia… fue editora de periódicos y revistas… toda una vida dedicada a las letras que la convirtieron en una de las escritoras más prolíficas de la historia en la Colombia decimonónica.
Soledad Acosta de Samper supo aprovechar con creces el lugar que el destino le había deparado. Tuvo acceso a la cultura y recibió una buena educación que completó en un hogar lleno de saber en el que se daban cita destacados hombres de letras. Su estancia en distintos países del mundo le dieron también esa visión amplia del ser humano. Todo ello, sumado a una profunda fe que fue inspiración para buena parte de su producción literaria hicieron a Soledad una Mujer de Letras en mayúsculas.
Soledad nació en Bogotá el 5 de mayo de 1833. Fue la única hija del coronel Joaquín Acosta, ingeniero y militar que tuvo un papel destacado junto a Simón Bolívar, y su esposa Carolina Kemble. Desde muy pequeña, Soledad tuvo una vida muy poco convencional. Debido a las responsabilidades de su padre, la familia viajaba constantemente de un lado a otro del planeta, instalándose en lugares tan dispares como París, Londres o Halifax.
Siguió la fe paterna: el catolicismo
Soledad recibió una intensa educación a instancias de su propio padre que quiso que su hija fuera una mujer culta. Para ello no solo le facilitó el acceso a buenas escuelas sino que su propia biblioteca estuvo siempre abierta para ella. La pequeña creció en un ambiente de respeto a distintas creencias pues mientras que su madre provenía de una familia protestante, su padre era un ferviente católico.
Soledad escogió libremente seguir la fe paterna como ella misma lo expresó: “No soy fanática pero soy profundamente religiosa”. Después de reflexionarlo mucho, Soledad llegó a la conclusión de que el catolicismo era la mejor religión “para adorar a Dios”. “Yo creo – añadió – que la religión de cada uno se encuentra en el fondo de su corazón y en lo que puede creer”.
Una sólida familia
En 1852, Soledad sufrió el duro golpe de perder a su padre, un hombre que había amado sinceramente a su hija y le había dado unas oportunidades excepcionales para una joven de su tiempo. Pocos meses después, encontró consuelo en un hombre de gran cultura, el periodista y político colombiano José María Samper.
Junto a él, Soledad forjó una pareja de iguales, en la que el amor por el conocimiento alimentó su relación. José María fue acusado durante mucho tiempo de anticlerical por haber defendido distintas leyes que perjudicaban a la Iglesia en Colombia pero Soledad supo ver en él un hombre de fe con quien de hecho se casó por el rito católico. Ambos se respetaron y se enriquecieron mutuamente forjando una sólida familia de cuatro hijas.
Las mujeres debían estudiar la Biblia
Como ya sucediera con su propia familia, Soledad y su marido pasaron largas etapas en el extranjero. Instalados en París en 1858, Soledad inició su carrera como corresponsal de distintos periódicos. Desde entonces, su labor periodística fue imparable. Apoyada también por José María, quien dirigía distintos rotativos en los que Soledad colaboró intensamente. De nuevo en América, Soledad siguió escribiendo dando el salto a otros géneros como la novela o el cuento.
En su obra, Soledad Acosta de Samper defendió la igualdad intelectual de hombres y mujeres, lo que suponía que tanto unos como otras debían tener los mismos derechos educativos. Para Soledad, la mujer debía formarse en distintas disciplinas, entre ellas, la formación religiosa.
Convencida de las responsabilidades domésticas de la mujer dentro de la familia, consideraba que las mujeres debían estudiar profundamente la Biblia para convertirse en piadosas mujeres que pudieran así transmitir sus valores cristianos a sus hijos. En este sentido, de la misma manera que defendía la igual educación para hombres y mujeres, reclamó públicamente la necesidad de afianzar la educación religiosa en las escuelas.
Beneficencia, caridad y catequesis
Después de trabajar a la cabeza de La Mujer, Soledad impulsó nuevas publicaciones periódicas como el Domingo de la Familia Cristiana que tiempo después se transformó en libro. Como historiadora, publicó distintos textos sobre hombres y mujeres ilustres entre los que incluyó también hombres y mujeres católicos.
La vida de Soledad no solo se centró en su carrera como escritora. También colaboró intensamente en distintas organizaciones religiosas de beneficencia, de caridad y catequéticas.
Soledad Acosta de Samper tuvo una vida plena. Era una escritora de éxito con una familia basada en el amor y el respeto. Pero en 1872 tuvo que soportar la pérdida de dos de sus hijas, que fallecieron a causa de una epidemia. Tres años después, la vida le puso una nueva prueba cuando su marido fue encarcelado por razones políticas y sus bienes fueron confiscados. Soledad se repuso a todos estos duros golpes y decidió tomar las riendas de su vida.
Mujer piadosa, madre de familia e intelectual
En 1878 fundó su propia revista, La Mujer, una publicación que se mantuvo viva tres años y en la que plasmó sus ideas sobre el papel de la mujer en la sociedad. Soledad ya era una mujer de letras reconocida que continuó escribiendo y recibiendo gran reconocimiento en Colombia y el resto del mundo. Participó en el IX Congreso Internacional de Americanistas de Madrid y fue nombrada miembro honorario de la Academia Colombiana de la Historia. Soledad Acosta de Samper demostró con su vida y su obra que podía ser una mujer piadosa, madre de familia y a la vez desarrollar una intensa carrera intelectual.
En 1910, siendo ya una anciana, aún tuvo que soportar la pérdida de otra de sus hijas, Bertilda Acosta, quien había abrazado la vida religiosa. Tres años después, fallecía a los ochenta años de edad. A pesar de haber sido una de las escritoras más importantes de las letras colombianas más importantes del siglo XIX, su obra no recibió el merecido interés por los estudiosos de las futuras generaciones. Tuvo que transcurrir un siglo para que su ingente labor fuera ampliamente estudiada y reconocida. En 2003, Colombia celebró el “Año Soledad Acosta de Samper”.
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