Una nueva caravana migrante, con gran cantidad de niños, avanza desde Honduras hacia Estados Unidos
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Una vez más se repite la tragedia humanitaria de las caravanas de migrantes provenientes de Honduras. El viernes pasado, al menos 4.500 migrantes hondureños rompieron el cerco policiaco de la frontera con Guatemala, en el paraje conocido como El Florido, y penetraron en el territorio guatemalteco rumbo a la frontera con México.
Al grito de “Queremos pasar”, los migrantes, varios cientos de familias, muchas de ellas con niños, incluso niños de brazos, la caravana fue dejada seguir su camino sin que se registraran, afortunadamente, enfrentamientos con la policía migratoria de Guatemala. Había demasiado pequeños como para cerrarles las puerta.
La composición de esta caravana –que se dirige hacia los Estados Unidos, aprovechando la posible apertura a la inmigración del próximo presidente del país del norte, Joe Biden—echa por tierra la especie de que eran organizadas y financiadas por grupos de poder y por coyotes (camellos) de cuello blanco.
Apenas el primer tramo
Familias completas viajan con lo que tienen. Huyen de los desastres naturales (los ciclones del mes de noviembre de 2020), de la pandemia de la Covid-19; de la falta de oportunidades de trabajo. La presión incesante de los grupos de delincuentes y de las maras que han aprovechado todos estos fenómenos para aumentar su poderío, también influyen.
Ayer sábado, la caravana vio engrosar su contingente. Según cálculos de las autoridades migratorias de Guatemala, podría llegar a 6.000 personas. El camino desde El Florido (habían intentado entrar primero por Ojo Caliente) se ha desenvuelto sin incidentes de enfrentamientos con las fuerzas del orden.
No obstante existe una orden del Gobierno guatemalteco de que la policía migratoria tiene el poder de usar la fuerza para evitar el paso de los migrantes y la propagación del coronavirus, hasta el momento –por la enorme cantidad de menores de edad que viajan con sus familiares—los hondureños han podido recorrer el primer tramo de su viaje.
Salir casi por obligación
Muchas familias han acudido a instituciones de ayuda al migrante, entre ellas las de la Iglesia católica, así como la Cruz Roja y la ACNUR. “Decidí ir a Estados Unidos porque en mi país no hay trabajo, no hay nada. Obligatoriamente tengo que salir porque la pandemia y los huracanes han hecho destrozos en el país”, dijo a los medios de comunicación que cubren la caravana el hondureño Carlos Flores, de veinte años.
El camino no será sencillo: unos 500 elementos de seguridad del lado mexicano, en la frontera entre México y Guatemala han sido ya desplegados bajo la consigna de que el país norteamericano no va a permitir el ingreso de “personas irregulares” en su territorio
“He venido a pie, sin dinero, sufriendo. Gracias a Dios ya vamos aquí en Guatemala, ya para salir (a Estados Unidos)” dijo a la prensa Agustina Rodríguez, de cuarenta años. “Vinimos unos 400 (en su grupo), unos agarraron por otros lados, se desperdigaron todos. Me tocó pasar unos ríos, con la ropa mojada que aquí llevo. Cuando nos han regalado comida, hemos comido y, cuando no, pues hemos aguantado el hambre”, agregó Agustina.
Dispuestos a todo
El movimiento es lento, pues la mayor parte de los componentes de la caravana (que salió el viernes por la madrugada de San Pedro Sula) viaja a pie, aunque algunos –los que pueden—han decidido pedir “aventón” para cruzar más rápido los 450 kilómetros de territorio guatemalteco, hasta llegar al punto de encuentro que será el tradicional cruce de Tecún Umán y Tapachula, ya del lado mexicano.
La odisea apenas ha comenzado. Son cinco mil kilómetros de peligros y de incertidumbre que tienen que recorrer desde San Pedro Sula hasta uno de los puntos fronterizos en los tres mil kilómetros de frontera que comparten México y Estados Unidos.
Sin embargo, los hondureños han aprendido ya el camino. Son cerca de doce las caravanas que han salido de ese atribulado país centroamericano desde el mes de octubre de 2018, cuando se inició este éxodo grupal. En cada una se ha recogido el testimonio del dolor de quienes avanzan con rumbo a los desconocido.
Pero que están dispuestos a todo con tal de no volver a su país.