Así, se acerca a los altares el investigador del “síndrome de Down”, quien denunció los abortos voluntarios como un abuso de la ciencia
Francisco recibió en audiencia al cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Durante la audiencia, el Papa autorizó el decreto.
Así, se acerca a los altares el investigador del “síndrome de Down“, que denunció las prácticas eugenésicas contra los niños con la síndrome, abortados voluntariamente.
Jérôme Lejeune consideraba este abuso de la ciencia como “racismo cromosómico” y se convirtió en uno de los pocos científicos prominentes de Francia que protestó contra esta tendencia y las leyes que la favorecían.
El Siervo de Dios Lejeune nació en el seno de una familia profundamente católica. En 1944 comenzó a estudiar medicina en París, y en 1951 se doctoró, indica la biografía preparada por la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano.
Investigador de la síndrome de Down
En 1952, el médico comenzó a investigar el “síndrome de Down” (entonces también llamado mongoloidismo). Con la ayuda de dos colegas, descubrió que, en los niños afectados por el síndrome, hay un cromosoma extra en el par 21, por lo que se empezó a indicar este síndrome con el término “Trisomía 21”.
Tras este primer descubrimiento, el Siervo de Dios identificó otras patologías cromosómicas y adquirió un papel cada vez más importante en la citogenética mundial.
Su investigación pionera también condujo al desarrollo de pruebas prenatales, utilizadas para detectar el síndrome de Down en los fetos, muchos de los cuales, por razones eugenésicas, son abortados voluntariamente. El Siervo de Dios denunció este abuso y protestó contra esta tendencia.
Rechazó la eugenesia
En 1969, cuando recibió el premio The William Allan, en San Francisco, pronunció un discurso en el que pidió oficialmente a sus colegas que eligieran la vida y rechazaran la eugenesia. Desde ese discurso, la comunidad científica internacional lo condenó al ostracismo. En la década de 1980 se recortó la financiación de sus investigaciones.
A pesar de las presiones y represalias contra él, viajó por todo el mundo para dar testimonio de la belleza y la dignidad inviolable de la vida humana ante parlamentos, asambleas de científicos y medios de comunicación.
Recibió innumerables premios y fue nombrado miembro de numerosas academias e instituciones internacionales. En 1964 fue nombrado primer profesor de Genética Fundamental en la Facultad de Medicina de París.
Sirvió a Pablo VI y Juan Pablo II
En 1974, San Pablo VI le nombró miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias. En 1986, San Juan Pablo II le llamó al Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios y, en 1994, le nombró primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida.
El Siervo de Dios falleció en París (Francia) el 3 de abril de 1994, domingo de Pascua, a la edad de 68 años, abatido por un cáncer fulminante.
Los biógrafos los consideran un padre de familia (cinco hijos) y esposo ejemplar, casado desde e 1 de mayo de 1952 con Birthe Bringsted, una joven danesa protestante que se convirtió a la fe católica durante su compromiso.
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Vida espiritual de Jérôme Lejeune
Jérôme Lejeune también tuvo una vida de oración intensa, participaba asiduamente en la Misa. Asimismo, mantuvo una profunda devoción a la Virgen María y a los santos.
Lejeune consideraba de admiración la vida de San Vicente de Paúl y Santo Tomás Moro, además, manifestó una fidelidad absoluta al Papa y a la Iglesia Católica.
Siempre intentó, con extraordinario celo, mostrar la armonía entre la ciencia y la fe. Anunció el Evangelio especialmente en los círculos científicos, médicos y hospitalarios, afirmó la causa que persigue su beatificación.
Era muy consciente de la necesidad de llevar la cruz para seguir a Jesús, se lee en su biografía. El ejercicio heroico de la virtud de la esperanza brilló especialmente ante la enfermedad y la muerte, cuando todavía estaba en plena actividad.
Ejerció la caridad hacia el prójimo en todos los ámbitos de su vida: en su familia, en su entorno profesional, en la Iglesia, en sus relaciones con los enfermos y sus familias, y con los pobres, asegura el archivo de postulación.