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No existe una sola forma de ateísmo, como no existe una única forma de ser religioso. Hay religiones sin dioses y ateísmos con creencias espirituales. La complejidad del fenómeno religioso en los cambios culturales, su diversidad de manifestaciones y las formas concretas en que los seres humanos definen su forma de ver el mundo; y su relación con lo trascendente hacen más complejos los análisis y clasificaciones simplistas sobre lo que es ser ateo o creyente.
Recientes investigaciones de estudiosos del fenómeno religioso, dentro de las ciencias sociales, han puesto de relieve la distancia que existe entre nuestras categorías para definir las vivencias espirituales de las personas y sus reales itinerarios vitales.
¿Religión Vs Espiritualidad?
Hace ya tiempo sabemos que la identificación religiosa que más crece en occidente son los llamados “sin religión”; pero dentro de ese grupo hay un pequeño porcentaje de “ateos” y agnósticos y un amplio abanico de “creyentes sin religión”: es decir, personas que, teniendo creencias de contenido religioso, no usan la palabra “religión” ni se sienten parte de ningún credo, ni de ninguna institución religiosa.
Es más, utilizan la palabra “espiritual” o “espiritualidad” en un sentido positivo y opuesto a “religión” o “religioso”; palabra que generalmente tiene un sentido peyorativo, vinculado a lo institucional, dogmático y ritual. Afirman: “soy espiritual, pero no religioso”.
En realidad, sería como decir: “soy creyente, pero no soy creyente”, porque espiritual y religioso en su sentido más hondo son inseparables. Salvo que reduzca la palabra “religión” a un sentido de pertenencia institucional, como religiones establecidas. O que, como suele hacerse hoy, se reduzca el concepto de “espiritualidad” a experiencia psicológica de interioridad.
Si es pura subjetividad sin trascendencia, tampoco debería entenderse como espiritualidad; porque la espiritualidad en cualquier experiencia humana remite a una apertura a una realidad trascendente, aunque sea panteísta, monoteísta, politeísta, atea o agnóstica. Hay ateos que niegan la existencia de un dios o de dioses, pero entienden que el ser humano es un ser espiritual en busca de un misterio que lo trasciende.
Religión y espiritualidad están unidas
En su sentido más profundo religión y espiritualidad se reclaman mutuamente. Porque toda experiencia o itinerario espiritual es una manifestación de la dimensión religiosa de todo ser humano, sin importar si pertenece o no a una estructura institucional o credo tradicional. Hay tantas manifestaciones religiosas como experiencias espirituales existen en la historia de la humanidad.
Existen formas religiosas no asociadas con el concepto de religión, porque son lejanas a las instituciones religiosas.
Aquí podemos encontrar las diversas formas de esoterismo, gnosticismo y las diversas espiritualidades humanistas y laicas. Estas, incorporando elementos filosóficos del budismo, del ecologismo y de algunas formas del hinduísmo, no usan el término religión. Pero ofrecen una cosmovisión de sentido trascendente, valores espirituales para vivir y una religación con un Misterio innombrado.
Esto explica que muchas personas que se proclaman “ateas”, sean intelectualmente combativas del cristianismo o de las religiones monoteístas en general; y simpaticen con espiritualidades orientales, practiquen meditación y reciten mantras.
Ya en el mundo cristiano protestante hay un rechazo del término religión, como opuesto a la fe, entendiendo que la relación con Dios exige el rechazo de las formas religiosas que son formas de idolatría. No obstante, también aquí hay un uso peyorativo del término religión.
¿Espiritualidad en terapias alternativas y esoterismo?
Por estas razones es comprensible que encontremos a personas que, rechazando cualquier forma tradicional de religión, crean que la espiritualidad no está en las religiones, sino en terapias alternativas o en autores esotéricos.
A su vez, cuando se entrevista a personas que se dicen “ateas”, generalmente tienen un rechazo fuerte de las enseñanzas que han recibido desde el catolicismo o el protestantismo. Pero manifiestan una gran apertura a la creencia en la existencia de “algo superior”. No están cerrados a vivir itinerarios de búsqueda espiritual, pero no quieren escuchar hablar de “Dios” o de “religión”. Tienen estos conceptos generalmente asociados a visiones infantiles de la realidad, moralistas, dogmáticas e intolerantes.
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¿Cuáles son los nuevos ateos?
En el mundo anglosajón se usa esta expresión “Nuevos ateos” para referirse a una generación de autores de divulgación científica (R. Dawkins, D. Dennet, S. Harris, Ch. Hitchens), generalmente llenos de prejuicios decimonónicos y positivistas sobre la religión, con una idea muy alejada de la realidad de las religiones.
Estos llamados “nuevos ateos” desconocen la historia de la teología y ven en el cristianismo una religión infantil y fundamentalista, que responde a unos pequeños grupos dentro del ambiente evangélico norteamericano.
Creen que la religión es una forma primitiva de ciencia que debe desaparecer de la sociedad y sus libros se consumen masivamente. Aunque son muy leídos, quienes los siguen tampoco tienen mucha idea sobre las religiones. Porque ateos que conocen de historia de las religiones, como John Gray, suelen ridiculizar a estos autores por pelear contra un enemigo que no existe, que es un invento de su imaginación. Más que “nuevos ateos” son una reedición cientificista ingenua de antiguos prejuicios sobre las creencias religiosas.
Ateísmo práctico
Pero el “Nuevo ateísmo” real, el que viven cada vez más personas, va por otro camino. Si miramos los estudios sociológicos sobre la identidad religiosa de las personas en las Américas y en Europa, veremos que la mayor parte de las personas que se declaran ateas pertenecen a lo que se ha llamado “ateísmo de prescindencia”, o “ateísmo práctico”.
No son personas que militen contra la religión o que tengan un sistema de pensamiento ateo definido, como sucedía con los ateísmos humanistas, sino que simplemente no les interesa, no es un problema la pregunta por la existencia de Dios, simplemente no está en su horizonte mental, no hay lugar para la pregunta siguiera, mucho menos para afirmar su existencia.
Tampoco son agnósticos, que dieran lugar a la posibilidad, porque ni siquiera hay posibilidad. Es una sociedad inmanentista y donde las personas se encierran fácilmente en un subjetivismo de la inmediatez y la experiencia sensible, no hay lugar para preguntarse por la existencia de Dios. En todo caso hay una apertura a realidades sobrenaturales o espirituales, pero como un misterio que nos excede.
El filósofo español Xavier Zubiri, en su obra El hombre y Dios, que estaba terminando de escribir el año en que falleció (1983) y que fue publicada en forma póstuma, escribe: “Es cada día mayor el número de aquellos cuyo ateísmo no va contra nada ni contra nadie” (HD 281). Zubiri entendía que este tipo de ateísmo es “vivir la vida en y por sí misma y nada más”. Supo ver décadas antes que el ateísmo era un fenómeno característico de nuestro tiempo, pero no como estábamos acostumbrados a pensarlo.