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¿Qué nos dejó el ateísmo de Sigmund Freud?

SIGMUND FREUD
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Miguel Pastorino - publicado el 23/01/21
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Los cristianos están lejos de haber asimilado la crítica freudiana como purificadora de la fe

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Uno de los pensadores ateos que más ha marcado la cultura contemporánea es Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Si uno lee “El porvenir de una ilusión”, “El malestar en la cultura”, “Totem y Tabú” y “Moisés y el monoteísmo”, alcanzaría para darse una idea de su demoledora crítica a la religión y como muchas de sus ideas y conceptos son ya de uso corriente, aun sin haberlo leído. Sin embargo, no suele aparecer entre la lista de filósofos ateos en manuales de divulgación.

El filósofo Paul Ricoeur, un gran conocedor de Freud, escribe que los cristianos están lejos de haber asimilado la crítica freudiana como purificadora de la fe. Por otra parte, quienes ven a la religión a través de los textos de Freud sin conocer mucho de religión, pensarán que la religión es siempre una respuesta arcaica que cumple las mismas funciones de consuelo y que tendrá éxito mientras no haya un buen desarrollo cultural y científico. Esta tesis que caricaturiza la religión se ha extendido a lo largo de un siglo en la opinión de muchos y en la mayoría de los casos, sin saber sus orígenes. Dialogar con sus obras permite hacer una crítica de su crítica, descubrir sus supuestos equivocados, pero también dejarse interpelar por algunas de sus intuiciones que golpean con acierto a ciertas formas patológicas de vivir la religión.

Una visión pesimista del ser humano

La teoría psicoanalítica se sostiene en una visión antropológica pesimista no siempre explicitada. Parte del presupuesto de que el ser humano es un ser primario e instintivo, domesticado por la cultura y la religión a lo largo de la historia, como un ser naturalmente dividido, roto, violento y conflictivo, que busca satisfacerse a sí mismo y que tiene miedo de quienes son más fuertes que él. Una visión que ya tenían otros pensadores antes que Freud y que atraviesa todo su pensamiento sobre el ser humano.

Si bien su visión antropológica no es una verdad demostrada y está muy lejos de ser algo presentable científicamente, su sospecha, su hipótesis, no es descartable a priori en muchos aspectos e introduce una visión menos ingenua del ser humano que ha influido no solo en el desarrollo de la psicología, sino en la filosofía, la música, la literatura y el cine.

Al igual que otros grandes pensadores ateos, busca liberar al hombre del peso opresor de la religión, para que, al desamparo de la tutela religiosa, pueda alcanzar su madurez y su libertad.



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La religión como represión y consuelo ilusorio

Freud tiene dentro de sus obras 14 escritos dedicados a la religión. En 1907 su primer escrito específico sobre el tema: “Los actos obsesivos y las prácticas religiosas”, donde establece una analogía entre la religión y la neurosis obsesiva. Luego en 1912 publica “Totem y Tabú” donde ubica la religión como la “nostalgia del padre”, generadora de culpabilidad. En 1927 en “El porvenir de una ilusión”, identifica la religión con una reliquia del pasado, proveniente de una situación de ignorancia.

Como todo autor es hijo de su época y no se puede olvidar que el cientificismo, el positivismo y el evolucionismo tuvieron incidencia en su visión del progreso humano y en su crítica a la religión. Pero también en su experiencia biográfica hay una larga serie de elementos que le otorgaron una visión fuertemente negativa contra la que se despachó sistemáticamente. Desde la conflictiva relación con su padre y con ella en relación al judaísmo, así como con los cristianos, de quienes tanto su padre, como él, sufrieron discriminación en Viena. Incluso tuvo una nodriza católica que le llevaba a misa y luego fue despedida por ladrona. Su conflicto con la religión le llevó a imponerle a su propia esposa Marta el abandono de la religión, algo que ella recuperó luego de la muerte de Freud.

Para Freud la religión es una ilusión, una fuente de consuelo y de culpabilidad, una creencia engendrada por un deseo, por una necesidad que prescinde de la realidad. El dogma religioso es para él una idea delirante, semejante al delirio del psicótico, producto de los deseos de crear un mundo acogedor, pero al margen de la realidad. La religión es vista como “huida total” de la realidad. Aunque le encuentra algunas funciones positivas, considera que la sociedad madura y libre ha de ser a-religiosa. Según su visión, solo los ignorantes o emocionalmente débiles se adherirán en el futuro a la religión, porque la considera un universal infantil, demasiado pueril para ser compatible con el conocimiento científico. Como ya nos habremos dado cuenta, muchas de sus ideas son hoy prejuicios comúnmente aceptados por personas que no han leído a Freud.


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Creer después de Freud

Freud no hace teología ni filosofía de la religión, pero sí denuncia ciertas imágenes de Dios que se forjan los hombres en su mente para satisfacer ciertos deseos y en muchos casos pueden resultar en manifestaciones lamentables de la religión, generadoras de culpabilidad, de falsas ilusiones y de represión. Si bien, como en muchos autores ateos, su crítica de la religión no abarca a todas las formas religiosas, ni siquiera a la totalidad del cristianismo ni a sus aspectos más esenciales, es iluminador y purificador de formas de degradación de la vida religiosa que pueden extenderse en formas patológicas de la religión.

A partir de una idea que nace con Feuerbach, Freud lleva por el ámbito psicológico la idea de que Dios es una proyección que hace el hombre de sus deseos de plenitud. Y es una afirmación extendida de que las personas religiosas “se inventan a Dios porque tienen necesidad de creer en algo”. Y si bien es cierto que los deseos humanos no demuestran la existencia de Dios, tampoco demuestran su no existencia. En este sentido es un ateísmo postulatorio que no demuestra nada, pero que aporta una fuerte crítica a la religión. Su crítica es una advertencia actual a las creaciones opresoras e infantilizantes que los seres humanos nos hacemos de lo divino.

Esperanza, confianza, fanatismos y fundamentalismos

No todas las personas creen en Dios porque tengan necesidad de consuelo, ni porque necesiten huir de la realidad, ni porque necesiten “aferrarse a algo” en la vida. Todo esto puede darse en algunas personas, pero no se puede generalizar, porque la evidencia contraria es aplastante y los caminos religiosos son tan diversos como personas existen. Como todo lo humano no está exento de ambigüedades. La religión como hecho humano puede ofrecer sentido y orientación a la vida, pero también puede llevar a la huida del mundo y a la parálisis existencial. Puede ofrecer valores fundamentales para una vida humanizante y plena, pero también puede crear faltas de libertad y sometimientos infantiles. Puede ofrecer esperanza y confianza en la vida, pero también puede crear fanatismos y fundamentalismos.

Un teólogo, filósofo y psicólogo experto en psicoanálisis, Carlos Domínguez Morano, escribe al respecto: “La religión, está ahí para lo mejor y lo peor… La creencia y la vivencia religiosa puede constituirse en un factor de equilibrio, centramiento y madurez personal, puede venir a ofrecer un horizonte de plenitud y desarrollo de las capacidades del sujeto, puede, en determinados casos también, curar heridas y generar una compensación que sane conflictos previos. Pero puede igualmente aliarse con las fuerzas más destructivas de la persona, potenciar desequilibrios existentes, acabar derrumbando posiciones mínimamente estables, bloquear procesos de crecimiento y, en definitiva, convertirse en un factor patógeno en el conjunto de la personalidad…

No aporta nada sobre el tema de Dios a nivel filosófico ni teológico

Desde la perspectiva psicológica habría que destacar que probablemente ninguna otra dimensión cultural posea tal poder en la estructuración, desarrollo y potenciación de lo humano y ninguna otra tampoco haya mostrado tan fehacientemente su poder aniquilador y destructivo.

A la luz del desarrollo actual de la psicología de la religión, desde diversas perspectivas y corrientes, el aporte de Freud sigue siendo una crítica por la que hay que pasar. Si bien no aporta nada sobre el tema de Dios a nivel filosófico ni teológico, porque su ateísmo como tal pertenece a una caricatura de la fe monoteísta (judeo-cristiana), con argumentos cargados de prejuicios y analogías sin fundamento, sí cabe prestar atención a sus aportes sobre la vivencias religiosas y la ambigüedad de las mismas. Freud resaltó las formas patológicas de la religión y las generalizó, también cayó en fuertes reduccionismos que no comprenden la naturaleza fundamental de la experiencia religiosa, pero sería ingenuo no atender a su crítica.

Recibir la crítica de una religión mágica, milagrera, supersticiosa, que elimina el sentido crítico y la responsabilidad ante la vida, una religión que da la espalda a la razón y a la ciencia, es un paso hacia una fe más liberadora y auténtica, que lleva a la madurez espiritual. De hecho, la auténtica experiencia religiosa es dinámica y no da seguridades absolutas, provocando siempre la búsqueda, la tensión y el discernimiento constante.

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