Los torturaron y los hicieron caminar 800 kilómetros, pero no renegaron de su fe
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Pablo Miki era muy conocido entre los cristianos en Japón: fue el primer jesuita japonés, un gran predicador, y muchos se convirtieron después de haberlo escuchado. Él y sus 25 compañeros fueron arrestados y crucificados en la colina de Tateyama el 5 de febrero de 1597 alabando a Cristo y perdonando a sus verdugos.
La amenaza cristiana
El gran misionero jesuita Francisco Javier llegó a Japón en 1549. En pocos años los cristianos se multiplicaron, alcanzando los 200 mil creyentes. Sin embargo los “señores” de la época, los shogun, se sentían amenazados y temían que la nueva religión llevara a una invasión de Japón por parte de las potencias occidentales. Fue la razón que llevó a una tremenda persecución contra los cristianos de la época.
Semilla de futuros cristianos
Fueron encarcelados, torturados y crucificados 2 jesuitas, 6 misioneros franciscanos y 17 laicos japoneses. Su muerte fue la semilla de futuros cristianos en el país del Sol Naciente. Al cabo de 250 años, pudieron salir de lo escondido y profesar su fe libremente.
Aún podemos recordar al papa Francisco frente al monumento en honor de Paul Miki y sus compañeros que derramaron su sangre por Cristo.
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