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Por qué el Binge Watching no es nada bueno para los niños

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Ignasi de Bofarull - publicado el 11/02/21
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Los atracones de series son peligrosos cuando se apoderan de nuestro hogar

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A veces los mayores comentamos jocosamente, quizá irresponsablemente, que nos hemos pegado un atracón de una serie que solo tenía cinco capítulos y que fue un non stop muy excitante.

Decimos que el guion era tan interesante y adictivo que era imposible parar y, además, Netflix o HBO (plataformas en streaming) nos lo ponían muy fácil pues los capítulos se encadenaban casi sin que hiciéramos nada. La plataforma nos inducía a continuar sin pensar y, entre risas, nos decíamos: “¡Va, va, otro capítulo y nos zampamos la serie de un bocado!”.

Si somos adultos sin hijos puede que sea divertido reunirse unos cuantos para perpetrar esta comilona audiovisual de este tenor. Sano no es. Puede producir una indigestión. Y antes de ir a dormir nos deja excitados y exhaustos a la vez. Desnortados para conciliar el sueño.

Si somos padres y nuestros hijos pululan por ahí, no es en absoluto un buen ejemplo. Y a veces los hijos son mayores y nos acompañan. Nada recomendable.

Las series pueden ser muy buenas

Las series pueden ser muy buenas, pero es evidente que hay que consumirlas con pausas, con criterio. No se pierde el hilo pues ellas mismas se ocupan de refrescarnos los acontecimientos del capítulo anterior en flashes muy bien escogidos.

Nos puede pasar un día con los hijos y pegarnos un pedazo de pastel de tres o cuatro capítulos, y si somos capaces de hacer auto-examen, de reflexionar en familia, quizá acabaremos dando ejemplo ante los chicos si en adelante cambiamos.

El problema empieza cuando el atracón televisivo se repite y, consciente o inconscientemente, modelamos las actitudes de los hijos y, dado que algunos de nuestros hijos tienen pantallas en sus habitaciones, la comilona audiovisual se multiplica en las distintas estancias del hogar.

Y a veces lo que hacemos es proporcionar una pantalla a los más pequeños para qué, ¿para que vean series? ¿Sabemos lo que hacen?  ¿Nos imitan? Paz y sosiego en el hogar, pero, a qué precio.

Entonces las pantallas se han apoderado de nuestro hogar

Y los niños han empezado a reproducir nuestras conductas. No somos ejemplo y no podemos exigir prudencia entre nuestros hijos. Ni nosotros descansamos ni nuestros hijos juegan, ni cenamos todos juntos y todas las otras tareas quedan en suspenso: lavar la ropa, ordenar, estudiar, leer el periódico.

Es lo que en el mundo anglosajón denominan el fenómeno binge-watching. Se podría traducir por juerga de series o borrachera de televisión también. Las traducciones nos hablan del fenómeno con gran expresividad. Insistimos: nos puede pasar una o dos veces. Quizá tres.

Pero los hijos nos exigen una conducta ejemplar. Ahí hay que ser proactivos y proyectar nuevos tipos de ocio donde salir de casa es un criterio básico. “¡Es que estamos en tiempos de pandemia, de confinamiento, de toque de queda!”. Es verdad: este momento histórico que todos padecemos no ayuda nada.

Pero además Netflix tampoco ayuda pues ha llegado a repartir una especie de insignias que los niños pueden coleccionar después de cada capítulo y luego charlar de ello con los amigos. ¡Ah, todo online!

A día de hoy las quejas de los padres han logrado que este incentivo nada inocente deje de ejercer esta presión sobre los más pequeños. Son refuerzos que juegan con las descargas de dopamina y enganchan a los más vulnerables en modelos de negocio que piensan más en el beneficio a toda costa que en el bien del niño, en el interés superior del menor como señalan los juristas.

Cultivar la espera

La espera, la autorregulación, las funciones ligadas a estas habilidades básicas para vivir en sociedad son torpedeadas. Si en el aula el maestro necesita que los niños respeten los turnos, Netflix en casa camina en sentido contrario.

El cerebro, con las descargas de dopamina, recibe impulsos para seguir, continuar, no detenerse, y en consecuencia no ganar en autocontrol. Y Netflix no tiene horario: puedes verlo todo donde quieras y cuando quieras y más con una tableta o un portátil alimentado por el wi-fi del hogar.

Peligros

Cuáles son los peligros. Los venimos presentando. El fenómeno binge-watching puede llegar a producir una fuerte sensación de soledad e incluso, en algunos casos de exposición prolongada a estos productos, de depresión. Quizá este diagnóstico es más atribuible a mayores.

Sin embargo, estos atracones desplazan a los niños de sus deberes psico-evolutivos, de los pasos que deben dar en su desarrollo: jugar, socializar en vivo y en directo, correr, saltar, andar con padres, hermanos, amigos. 

En el caso de los mayores y de los niños también se puede hablar de una merma del auto-control y un aumento de la impulsividad. Todos hemos visto las pataletas que puede provocar interrumpir el visionado de una tableta por parte de un niño. ¡Y cómo se agarra a la pantalla desesperadamente cuando se la retiran!

Además, hemos de señalar que los contenidos no son indiferentes. Se dice a menudo: “Somos lo que comemos”. Deberíamos decir que los niños pueden acabar “siendo lo que ven” pues su capacidad crítica de deslindar realidad y ficción aún no está completada.

Conclusión

Conclusión: ponernos todos límites. Y a los niños se les pueden poner contraseñas en la tableta, fijar horarios, sacar la tele de la habitación. Y estamos haciéndonos eco de lo que dice la ciencia pediátrica en los Estados Unidos.

En concreto lo que recomiendan para padres, maestros y cuidadores las guías de visionado que proponen la Asociación Americana de Pediatría. Para todo hay un toque de queda. Para mayores y pequeños: ir a dormir a horas razonables y calmados (no excitados por el azul de las pantallas que a veces vemos muy de cerca).

A veces los altavoces del mundo están tan altos que es imposible escuchar la voz de un Dios que nos susurra en el silencio con la suavidad de una brisa.

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