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¿Realmente podemos introducir a los niños a la filosofía desde la primaria?

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Mathilde De Robien - publicado el 13/02/21
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Es posible acompañar a los niños en el desarrollo de un enfoque filosófico desde la primaria. En esta edad, los niños se sorprenden, se hacen preguntas, intentan ser críticos, y la filosofía les da unas claves valiosas para aprehender el mundo y desarrollar un pensamiento propio

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“Fue el asombro lo que impulsó, como hoy día, a los primeros pensadores a las especulaciones filosóficas”, escribe Aristóteles al comienzo de su Metafísica.  De ahí la hermosa expresión que afirma que “la filosofía es hija del asombro”.

Pero ¿qué tipo de asombro? El asombro filosófico, que se distingue del asombro en el sentido común producido por un fenómeno poco habitual o inesperado, se acerca al asombro que tan bien demuestran los niños.

“Tener espíritu filosófico es ser capaz de admirarse de las cosas habituales y diarias, lo cual nos induce a tratar el problema de lo que es general en los fenómenos”, explicaba Arthur Schopenhauer. ¿Por qué brilla el Sol? ¿Por qué vuelan los pájaros? ¡¿Has visto esa flor?!

El motor de la filosofía es esta capacidad de asombrarse por todo, de dedicar a las cosas una mirada lo bastante nueva como para que se revele todo el misterio de su simple presencia. Un reflejo del que disponen ampliamente los niños desde la más tierna edad. Así que, ¿por qué no acompañarles en sus cuestionamientos con las herramientas que ofrece la filosofía?

¿Cómo filosofar con un niño?

Aunque la filosofía es una materia que no se trata hasta el nivel de instituto, muchas iniciativas pedagógicas, asociativas y editoriales invitan a los niños de primaria y secundaria a descubrir la alegría de desarrollar un pensamiento propio.

En los años 1960, el filósofo estadounidense Matthew Lipman creó el concepto de talleres para niños, unos talleres filosóficos que florecen por doquier también en Francia. Frédéric Lenoir, autor de Philosopher et méditer avec les enfants (“Filosofar y meditar con los niños”, de la editorial francesa Albin Michel), propone un método específico para despertar a los más pequeños al espíritu filosófico.

También, en noviembre de 2016, se inauguró en la UNESCO una cátedra titulada Práctica de la filosofía con los niños: una base educativa para el diálogo intercultural y la transformación social.

Según Jean-Paul Mongin, editor de Les Petits Platons, una serie de libros ilustrados que se apoyan en la ficción para presentar conceptos filosóficos desarrollados por los filósofos más importantes, “no es el tema abordado lo que hace a la filosofía”.

No se trata de filosofía porque hablemos de felicidad o de libertad. “Se puede hablar de objetos pequeños y adoptar una perspectiva filosófica”, explica a Aleteia. En los talleres que dirige, anima a los niños a tomar la palabra, a descubrir palabras nuevas, a producir definiciones, a desarrollar un pensamiento lógico, una capacidad argumentativa. Les invita al diálogo, confrontando su pensamiento con el de otros o con el de los filósofos. Todas “competencias centrales que la escuela aspira a desarrollar en el niño”, subraya.

El derecho a comprender

“En torno a los 8-12 años, los corazones y las mentes están sedientas de comprender”, afirma a Aleteia Marguerite Léna, filósofa especialista en cuestiones de educación, educadora y miembro de la Comunidad apostólica de San Francisco Javier.

Son edades en las que los niños no tienen aún mucha capacidad de abstracción, “pero poseen una auténtica capacidad de cuestionamiento, una curiosidad inmensa… ¡y que no dirigen solamente a los dinosaurios y los extraterrestres! Sino a las grandes cuestiones de la existencia humana: el bien y el mal, lo verdadero y lo falso, la vida y la muerte…”.

La filósofa subraya su derecho a comprender: “Honrar esta apertura a las preguntas me parece importante. Tienen derecho a cuestionarse las cosas, a comprender. Es un rango de edad capaz de unas intuiciones fulgurantes. Recibir estas intuiciones y ponerles palabras les permite recordarlas”.

Ciertamente, se nutren de otras disciplinas en la escuela, pero la filosofía ofrece otras claves de comprensión, con ese aspecto a menudo liberador de que no hay preguntas malas.

La exigencia de la crítica

En torno a los 10-12 años, el espíritu crítico se abre, ampliamente exacerbado por un mundo pluralista donde las opiniones se expresan en todos los sentidos. Los niños empiezan a cuestionar los pensamientos de sus padres: “¿Y si lo que me dicen mis padres no fuera cierto?”.

“La filosofía permite tomar conciencia, en el umbral de la adolescencia, de que la crítica es una actividad exigente”, afirma Marguerite Léna. Efectivamente, la crítica exige pasar de la emoción a la razón, dar argumentos, desarrollar el pensamiento. Una hermosa escuela para jóvenes adolescentes en busca de referentes.

Sin embargo, la filósofa alerta sobre el hecho de que la iniciación a la filosofía puede convertirse en “un arma de doble filo” e invita a estar atentos a las circunstancias en las que se hace.

Por una parte, despertar un espíritu (demasiado) crítico puede incitar al niño a criticar sin cesar cualquier cosa. Y por otra parte, siempre está el riesgo de herir o de crear problemas. Por ejemplo, si hablamos del amor humano y existen graves tensiones en la familia de un joven, no sabemos cómo va a asimilar la reflexión.

Una experiencia de vida espiritual

La práctica de la filosofía procura una experiencia rara y única, la de la vida del espíritu. En efecto, ofrece al niño, en una vida a menudo dispersa entre múltiples actividades y centros de interés, la oportunidad de experimentar la unidad: “Invita a una forma de recogimiento del pensamiento sobre sí mismo. Permite experimentar la vida del espíritu en sí”, precisa Jean-Paul Mongin.

Y así acceder en uno mismo, a través del pensamiento, a una forma de trascendencia. Un punto que destaca también Marguerite Léna: “La filosofía es una meditación preciosa que permite enraizar en las cuestiones de todos los hombres los misterios de la fe”.


IMIONA DLA CHŁOPCÓW
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