Los menores de edad no tienen obligación de guardar ayuno en Cuaresma según el Canon de la Iglesia Católica. Los que ya hayan cumplido 14 años sí deben guardar la abstinencia de carne.
¿Y los más pequeños? Es recomendable introducir a los niños en estas prácticas no como una simple prohibición, sino como una forma de vivir este tiempo de penitencia antes de la Semana Santa. Para ello hay que darle su verdadero sentido. Como dice el Papa Francisco, "hacerlo humilde y verdadero".
Aquí van algunas prácticas para educar en familia.
¿Qué sentido tienen el ayuno y la abstinencia?
Estas prácticas por sí mismas no tienen sentido si no van acompañadas de una reflexión, de un sentido que dé coherencia a la vida del cristiano.
Ayunar en Cuaresma es renunciar a alguna comida. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo se debe hacer sólo una comida principal al día, más otras dos comidas ligeras.
La abstinencia en Cuaresma es renunciar a comer carne los viernes. Sólo tendrá sentido si nos orienta a comprender que lo importante en el hombre no es sólo el alimento, sino también el espíritu. Son prácticas para el dominio de uno mismo, que deben ir acompañadas de gestos que hagan el bien al prójimo.
Francisco insiste en que "no se trata solo de «elecciones alimentarias», sino de estilos de vida por los cuales se debe tener la «humildad» y la «coherencia» de reconocer y corregir los propios pecados".
Prácticas con los niños que se pueden enseñar en familia
1Explicar bien el sentido de lo que hacen los padres y hermanos mayores
La mejor educación es el ejemplo. Los niños no deben percibir quejas de los adultos, más bien una explicación de por qué el viernes se come otra cosa que no sea carne o por qué apenas se desayuna o se cena. Ver a los padres hacerlo alegres es la mejor forma de enseñar. Hoy en día muchos colegios ya han modificado sus menús y no incluyen carne los viernes, es una práctica cada vez más habitual y extendida.
2Bendición especial de la mesa.
En los días de ayuno y abstinencia se puede hacer una bendición especial en familia, dando gracias al Señor por los alimentos haciendo referencia al sentido de lo que se va a comer.
3Evitar los banquetes.
Ciertamente, existen otros platos riquísimos que no tienen carne. No tendría sentido que lo que nace como una pequeña mortificación se convierta en un manjar. O en una comilona. Se puede enseñar a nuestros hijos a no repetir si la comida ha sido suficiente, por muy rica que esté.
El Papa recuerda que hay platos típicos de temporada: «¡esos platos hacen un banquete! No es cambiar de platos o hacer el pescado de un modo u otro, más sabroso». Por ello, recomienda que sea un ayuno “humilde y verdadero”. Esa humildad en la mesa familiar se traslada también a los pequeños, que pueden comer cosas más sencillas que lo habitual.
4Lectura del Evangelio.
Además del ejemplo y la explicación de los padres, es muy recomendable acudir en familia a la fuente principal: el Evangelio. Se puede leer juntos el pasaje de los 40 días de Jesucristo en el desierto y venció a las tentaciones. Es considerado el origen de esta tradición. También la Pasión del Señor, para comprender que esta práctica se hace los viernes por respeto al día de la Muerte de Jesucristo.
5Sustituir el ayuno adulto por un ayuno adaptado a cada edad.
No consiste en que los niños dejen de comer porque lo ven sus padres, pero sí que –entendiendo su significado- se priven de comer algo que no sea esencial. Por ejemplo, se les puede aconsejar no comer golosinas, chocolates, batidos, o cualquier otro capricho. Entenderán que esa pequeña privación obedece a un acto de amor a Dios. Incluso esa chocolatina pueden ofrecérsela a alguien que le haga ilusión o tenga necesidad.
6Ayuno no sólo alimenticio, ayuno también de tiempo en algunas cosas.
La renuncia como acto de autodominio enfocada a ayudar a otros tiene cobra especial sentido en la pre adolescencia y adolescencia. El ayuno puede ser por ejemplo de tiempo con el teléfono móvil, con la consola… Ese tiempo, en cambio, se puede dedicar a ayudar a los padres en casa, o a hacer alguna tarea pendiente, o una pequeña obra de caridad.
7Fomentar las obras de caridad.
No es necesario hacer grandes obras, pero sí pequeños actos que puedan pasar desapercibidos, pero que Dios ve, en función de su edad. Desde proponerse dedicar una sonrisa a alguien que no nos cae bien, hasta hablar con esa persona con la que podemos estar enfadada en clase. Para los más adolescentes, se pueden programar incluso visitas a una residencia de personas mayores que necesitan compañía. Actos, al fin y al cabo, que nos cuestan pero que tienen un claro bien para el prójimo.
8Limosna.
Se puede relacionar directamente con las prácticas de ayuno antes contadas. El dinero que se iba a destinar a comprar chucherías, se puede entregar en la parroquia, a algún pobre, a alguna ONG de la Iglesia. Por poco que sea, no hay que tener vergüenza, porque el valor del dinero no sólo se mide por la moneda, el Señor lo mide por lo que es para quien lo da. Otra opción es sugerirles que pueden dar parte de su paga dominical a los pobres o a una buena causa.