A María de Jesús de Tomelín se le atribuyen milagros tanto en vida como después de su muerte. Fue una de las místicas iluminadas más conocidas del virreinato novohispano. Se la conoce como “El lirio de Puebla”
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María de Jesús de Tomelín y del Campo nació en la localidad novohispana de Puebla de los Ángeles el 21 de febrero de 1579 en el seno de una familia acomodada. Su padre era un rico propietario de haciendas de origen español.
Su madre, de origen criollo, transmitió a su hija su profunda devoción cristiana. De hecho, llevando en su seno a María, ya la consagró a la Virgen del Rosario.
Desde bien pequeña, María experimentó arrebatos místicos. Ella misma aseguraba que recibía la visita de la Virgen y de las almas del Purgatorio. La primera persona que escribió una biografía sobre ella fue sor Agustina de Santa Teresa, con quien compartiría su vida conventual, por órdenes del obispo don Alonso Mota.
Siglos después, el escritor mexicano Enrique Gómez Haro, a mediados del siglo XX, escribió una biografía sobre ella en la que relató distintos momentos milagrosos. Uno de los más conocidos uno sucedido cuando María era solamente una niña y se topó con un mendigo que conmovió su corazón. Decidió pedir ayuda “a la Santísima Virgen rogándole que la socorriese para auxiliar a aquel pobre y, al comenzar su oración, cayó de la bendita imagen una moneda de dos reales que, con el mayor de los júbilos, entregó al pordiosero”.
La actitud devota de María era muy bien vista por Francisca, su madre, quien sentía gran orgullo al ver cómo su hija pasaba largas horas en el oratorio de la casa familiar rezando.
Sin embargo, su padre, Sebastián, estaba más preocupado por el futuro de María a quien, en cuanto tuvo edad para el matrimonio, le buscó un pretendiente de buena cuna con el que entablar una sólida y rentable alianza.
Voluntad inquebrantable
Cuando María supo que su padre había decidido que debía casarse, se desesperó y mostró abiertamente su disconformidad. Ante la negativa de su hija de cumplir con su voluntad, Sebastián intentó convencerla por las buenas y por las malas.
Cuentan que en cierta ocasión, viendo que parecía imposible doblegar la voluntad de María, le lanzó un cuchillo que terminó incrustándose en la madera de un armario.
Nada pudo hacer Sebastián para que María se casara con el marido que él había escogido. Con la complicidad de su propia madre, de la madre abadesa de las Monjas Concepcionistas y el obispo de Puebla, una mañana salieron ambas a pasear acompañadas de un hermano de María.
Esta, al pasar por delante de la puerta del convento pidió entrar para poder refrescarse y beber agua. Nunca más salió de allí. Su padre tuvo que asumir que María hiciera su profesión solemne el 17 de octubre de 1599 cuanto tenía diecinueve años.
Experiencias místicas
La vida en el convento como monja de clausura no fue un camino de rosas. María no escondió sus experiencias místicas, éxtasis o dones como la bilocación o la capacidad de predecir algunos hechos futuros. Todo ello provocó la admiración en algunas de las hermanas que llegaron incluso a proponerla como abadesa. Pero también se ganó el recelo de otras que dudaban de ella y llegaban incluso a acusarla públicamente de mentirosa.
Ella soportó con paciencia dichas acusaciones y continuó con su vida de oración. Sor María de Jesús trabajó en la creación de distintas asociaciones como la Cofradía del Rosario, del Carmen y del Dulce Nombre de María.
El 21 de febrero de 1579 falleció a causa de una hidropesía. Una vez muerta, el cuerpo de María de Jesús de Tomelín empezó a exhalar un dulce aroma que no desapareció cuando cien años después, durante el proceso de beatificación, se abrió de nuevo su sepulcro. De la tierra que lo rodeaba, se dijo también que tenía efectos milagrosos.
En 1785, el Papa Pío VI la nombró Venerable pero el proceso de beatificación durante el cual se reconocieron más de diez milagros en vida, se detuvo unos siglos para volver a activarse a mediados del siglo XX.
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