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Conoce la historia de una joven malagueña que se dedica a la Terapia Celular pero no va a seguir el camino habitual
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María del Carmen Martín Astorga es de Málaga (España) y tiene 26 años. Mientras lees esto, ‘Maricarmen’ -como le llaman sus amigos- se dedica a la investigación en Terapia Celular en medicina veterinaria y humana en la Universidad de Málaga. Casi nada.
Es científica y de esas personas que trabajan en ‘cosas’ que nuestra cabeza ingenua -por lo menos la mía de periodista- no puede llegar a entender.
Y además, aunque pueda parecer menos importante, creció en una familia creyente. Puede parecer algo minúsculo… pero no es el caso.
“Desde muy pequeña me inculcaron los valores cristianos. Sobre todo fue con mi madre. Con ella iba a misa, a catequesis y también participaba como voluntaria en Caritas parroquial. Allí pude ver desde muy joven las diferentes realidades de muchas familias y esto me ayudó a seguir creciendo en la fe y en el servicio a los demás”.
El encuentro con Dios que cambió su vida
En primer lugar Maricarmen vivió la fe en su casa. Pero su experiencia fue más allá de su familia:
“Para mí fueron muy importante los encuentros, viajes… con otros jóvenes creyentes. Sobre todo en mi etapa universitaria”.
Y la fe heredada siempre puede estar ahí. Pero la vida cambia por completo cuando te encuentras con una persona, con un Dios que es tu Padre y te quiere.
“Fue aquí, terminando mi último año de carrera, donde tuve un encuentro más profundo con Dios Padre”.
Ese año fue personalmente complicado para Maricarmen. Entre apuntes, ciencia y más ciencia, un día, uno de sus compañeros de estudio, le envió una oración que decía:
Adéntrate en mi reino…
“Hijo mío, que estás en la tierra,
haz que tu vida sea
el mejor reflejo de mi nombre.
Adéntrate en mi reino
en cada paso que des,
en cada decisión que tomes,
en cada caricia y cada gesto.
Constrúyelo tú por mí, y conmigo.
Esa es mi voluntad
en la tierra y en el cielo.”
(J.M. Olaizola, sj)
Maricarmen cuenta a Aleteia lo que experimentó cuando leyó esta oración:
“En ese momento, sentí cómo Dios Padre me invitaba a estar más cerca de Él y a vivir un mayor compromiso en mi fe”.
Una joven llena de curiosidad
“Desde pequeña siempre me preguntaba sobre el porqué de las cosas”.
A Maricarmen le gustaba mucho ver documentales sobre ciencia y hacer experimentos en casa.
“Así iba creciendo mi interés por las ciencias: las matemáticas, la biología, la física, etc. Por ello, decidí estudiar biotecnología, por su carácter multidisciplinario”.
Cambios
Una fe renacida, una buena familia, una carrera difícil y apasionante… Pero su vida todavía iba a cambiar más:
“Más que mi vida, diría que lo que ha cambiado radicalmente es mi relación con Dios Padre. Ahora, Él es el centro de mi vida, de mi oración y de mi entrega a los demás. Es vivir la santidad a la que todos estamos llamados, en el día a día, en nuestra profesión. En la actualidad, sigo investigado en Biotecnología y además vivo en comunidad una especial consagración a Él en el carisma idente”.
Maricarmen decide que su vida tiene que ser entera para Dios. Aunque parezca increíble, o haya gente que no se lo crea, sigue habiendo mujeres de 26 años que deciden consagrarse.
Y ella ha elegido ser misionera idente. Todavía no ha podido realizar los votos debido al coronavirus -tendría que haberlos hecho el pasado 2 de febrero- pero mientras espera vive en comunidad preparándose para este paso.
Una científica para los intelectuales y los jóvenes
“Somos un instituto de vida consagrada y nuestra misión apostólica se centra en dos ámbitos: el diálogo con los intelectuales para la propagación y la defensa de la verdad revelada, y el apostolado con los jóvenes que han perdido la fe, que no la alcanzaron nunca o están en crisis. Esos dos pilares marcan mi vida, mi día a día, mi servicio a los demás dentro de este carisma”.
Y este es un testimonio más, de una mujer inteligente, que ha trabajado mucho, que ha aportado a la ciencia… y que además ha querido dar su vida por los demás. Porque, ‘¿de qué le sirve a una mujer ganar el mundo si…?’.
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