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El porqué no le doy un teléfono celular a mi hija

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Jim Schroeder - publicado el 25/02/21
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Una carta de un padre psicólogo a su hija con edad de instituto

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Queridísima hija mía:

Con la llegada del final de tu primer año de secundaria en este último trimestre, primero quiero decirte lo mucho que te quiero y lo emocionante que es verte crecer. Cuesta creer que dentro de unos pocos años estarás levantando el vuelo por tu propia cuenta. Confío en que lo que hemos hecho, y haremos, tu madre y yo te prepare para el emocionante desafío del mundo que te espera.

Como parte de nuestros debates recurrentes, sé que una de las cosas que sigues deseando tener es un teléfono móvil propio. Por supuesto, como todos tus amigos ya tienen sus dispositivos y con todo lo que sucede en Internet, no te culpo lo más mínimo por querer uno.

Hemos hablado sobre todos los estudios que explican los problemas graves relacionados con la juventud y el uso de móviles, incluyendo los riesgos para el sueño, la atención, el estado emocional, la vida espiritual, las habilidades sociales y muchos otros factores que hacen que me preocupe que los padres estén dando unos dispositivos a sus jóvenes hijos que, sencillamente, no están preparados para lo que esta tecnología puede acarrear.

Pero más allá de todo esto, quiero que sepas que tu madre y yo queremos algo más aún para ti en lo relativo a esta difícil decisión. Y se trata de libertad.

Y podrías pensar, “¿Y darme un móvil no me estaría dando la libertad que quiero?”. Una vez más, entendemos por qué podrías preguntarte eso. Pero deja que te explique el tipo de libertad al que me refiero.

Es el ser libre de las distracciones innecesarias.

Por supuesto, todos nos distraemos a veces, pero lo que estoy describiendo es el zumbido constante y las tentaciones que tantísimos de tus compañeros de clase experimentan a cada minuto del día. Tal y como hemos hablado tú y yo, en cuanto tienes móvil, estas distracciones nunca te abandonan. Con todo, lo que más me inquieta es que los estudios muestran que muchos de los que experimentan este tipo de estimulación constante en la juventud tienen problemas para concentrarse y prestar atención en aspectos y formas que son muy necesarios durante muchos años en la adultez.

Es ser libre de la dependencia.

He hablado con muchos adolescentes de tu edad y todos dicen lo mismo: no saben qué harían si no tuvieran sus teléfonos. Incluso en unos pocos años (o incluso meses), dicen que se han vuelto tan dependientes de sus teléfonos que no pueden imaginar funcionar sin ellos. Ya sea para encontrar su camino hasta un lugar nuevo, para comunicarse con los demás o incluso para gestionar momentos incómodos o aburridos, necesitan sus móviles; de lo contrario, se sienten perdidos.

Es ser libre de una ansiedad excesiva.

Igual que el móvil puede crear dependencia, también puede crear una ansiedad que no es buena para ti (ni para los demás). Me doy cuenta de que parte de esa ansiedad viene pareja de emoción por lo que el móvil te permite hacer. Pero, como sabemos bien tú y yo, tus compañeros de clase pasan muchísimo tiempo preocupados por cómo responderán los demás a sus publicaciones y chats, tanto que están sentados en clase escudriñando la última publicación o mensaje, o se inquietan por lo que encontrarán en su móvil cuando toque el timbre de final de clase. Eso les hace muchísimo más difícil poder concentrarse en lo que están haciendo en ese momento.

Es ser libre de unas expectativas insanas.

Hace años, estaba dando una conferencia a unos cuantos estudiantes de instituto y les hice una pregunta que he hecho muchas veces antes. En pocas palabras, les pregunté si apagaban alguna vez sus móviles. Los estudiantes me miraron y dijeron que “podrían”, pero que “nunca lo harían”.  Y la razón es que, si lo hicieran, no sólo se preocuparían por haberse perdido algo importante, sino que los demás se preguntarían por qué no están respondiendo de forma inmediata. Como muchos otros adolescentes, confesaron que, si tienes un móvil, la expectativa es que respondas tan rápido como sea posible, de lo contrario, algo va mal (contigo o con ellos). A mi modo de ver, eso es sencillamente someterte a demasiada presión para esta época de tu vida.

Es ser libre de la tentación y la explotación.

En mi oficina, en varias ocasiones a lo largo de los años, he tenido a niñas adolescentes como tú —de hogares estables, amorosos y fieles— que me han descrito que han sido presionadas o han recibido peticiones para enviar imágenes de desnudos a algún chico. Todas sabían que estaba mal hacerlo. Todas sabían que, a pesar de sentir la emoción de que este chico las percibiera como atractivas, se arrepentirían de la decisión de hacerlo. Y, en efecto, lo lamentaron, incluso años después de que sucediera. En el mejor de los escenarios, las fotografías nunca se compartieron con nadie más (que ellas supieran). En los peores escenarios, se compartieron entre los amigos del chico y muchos otros o se emplearon como chantaje para conseguir aún más desnudos de la chica. Y en todas las situaciones, estas chicas estuvieron preocupadas durante muchísimo tiempo por dónde habrían terminado las fotos (y los vídeos). Siempre han existido las tentaciones para ponerte en un compromiso y, posteriormente, estar en una posible situación de explotación. Pero los móviles han hecho de esto algo que pasa instantáneamente y todos los días.

Libre de vivir como Dios habría querido que vivieras.

Por último, por si lo anterior no fuera suficiente, lo que más queremos es que seas libre de vivir como Dios habría querido que vivieras. Entendemos que no tener un móvil te ha hecho vivir situaciones difíciles (y vergonzosas) en cierto modo, y detestamos que la sociedad apoye una práctica que no es la mejor para ti y para tus amigos. Sin embargo, independientemente de lo que suceda, queremos que tengas la libertad de escuchar la llamada de Dios donde quiera que te lleve cada día. Soy consciente de que tener un móvil no implica que dejes de escuchar y seguir la llamada de Dios. Pero como las semillas (como dice la parábola) que caen en tierra fértil tienen más probabilidades de crecer que las demás, de igual modo creemos que decisiones duras como esta te darán la mejor oportunidad para convertirte en la mujer que estás llamada a ser.

Entendemos la frustración que puedas sentir hacia nosotros con respecto a esta decisión, pero tienes que saber, por favor, que hacemos lo que consideramos mejor. Y esperamos que, a medida que sigas creciendo, sigas siguiendo libre también. Te queremos y estamos muy orgullosos de ti.

Con amor,

Papá


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