Tal vez la pregunta mejor y la más práctica no sea “¿por qué sucede algo?”, sino, “¿para qué sucede?”, “¿qué puedo hacer yo?”, pero hay más…
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
“¿Por qué?” es una pregunta delicada. Su propósito es buscar una resolución, pero a menudo nos deja con ganas y con poco entre las manos.
“¿Por qué?” es una pregunta tentadora, después de todo encierra la promesa de cumplir o, mejor dicho, de llenar nuestros corazones con algo que todos deseamos: respuestas.
Pero tal vez la pregunta mejor y la más práctica no sea “¿por qué sucede algo?”, sino, “¿para qué sucede?”, “¿qué puedo hacer yo?”.
Cuando no entendemos
Es asombroso lo grande, duro y abrumador que se siente todo cuando tratamos de asimilarlo a la vez. En estas ocasiones quizá Dios no nos está pidiendo que entendamos todo, por el momento.
Nos susurra que sigamos adelante, que sigamos apreciando los pequeños momentos, que sigamos encontrando la manera de encontrarnos con Él en lo cotidiano, en nuestro prójimo, y que simplemente, amemos lo mejor como nos sea posible.
Cuando nos sentimos agobiados y nos preguntamos cosas como: ¿por qué existe el sufrimiento? Quizás, en cambio, se nos hace un llamado para preguntar: ¿qué cosas pequeñas puedo hacer por aquellos que sufren?
Cuando en nuestro corazón se hace un nudo ante la pregunta: ¿por qué no hemos abolido el odio? Quizás deberíamos preguntarnos: ¿qué puedo hacer para convertirme en un ser humano más compasivo?
Cuando la pregunta de por qué nuestro país está sobrepasado por las dificultades económicas, como parte de la solución me puedo preguntar: ¿en qué pequeñas áreas de mi vida puedo ahorrar y dónde puedo regalar el resto?
En lo grande y en lo pequeño
Dios es el Dios de las grandes circunstancias, pero también es el Dios de los pequeños detalles. Es un Dios fiel en toda circunstancia. Jesús nos recuerda esto cuando nos dice:
“El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho” (Lc 16,10).
Él ve tus pequeñas obras con la misma claridad que tus grandes obras, y se alegra por cada una de ellas por igual.
Recordar y detenerse
Es necesario tomarnos unos minutos para recordar los pequeños momentos en los que el Señor ha aparecido y soplado su paz en nuestra vida. Tomarnos el tiempo para tomar conciencia de lo que está haciendo en nosotros.
Hay tantos momentos en nuestra vida llenos de la pregunta “¿por qué?” – de muchos de los cuales nunca tendremos una respuesta- que desperdiciamos la oportunidad de reconocer y guardar las alegrías de nuestro día a día.
Si nos retiramos a nuestro lugar tranquilo y -a pesar del caos- nos sentamos para escuchar; escucharemos la voz de Dios diciendo:
“Estoy aquí, y aquí es exactamente donde debes estar”.
Te puede interesar:
A Dios lo encuentro… viviendo intensamente el presente
Dios está, descúbrelo
Como Elías aprendió una vez, Dios no está en el ruido monstruoso del viento, o en la naturaleza abrumadora del terremoto, o en el fuego abrasador. Dios está en el silencio.
En medio del caos y las tormentas, es posible que no pueda sentirlo o comprender, pero sí puedo darme cuenta de que Él siempre está presente.
Él está siempre cerca. Permite que ese momento presente crezca en tu corazón y cree el espacio para que puedas ser transformado por la paz de Dios.
Permite que el agradecimiento sea la puerta para reconocer que has recibido tu vida como un don. No solo cuando naciste, sino que cada día, cada persona, cada situación, cada momento, es una gracia que estás llamado a recibir constantemente.
“Conozco el dolor, en los otros, y en mi propia carne. Pero creo que a pesar de todas las angustias y de todas las oscuridades, más allá de todos los dolores y contradicciones, hay en la vida tales torrentes de gozo para saborear que me siento constantemente obsequiado y mimado” (Martín descalzo).
Te puede interesar:
Ofrece a Dios cada latido de tu corazón con esta oración