No siempre crisis es sinónimo de ruptura, ¡todo lo contrario! Aquí un caso práctico
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Quienes tienen la experiencia de penosas diferencias en el matrimonio, suelen pasar por un suplicio en su interior, antes de lograr reconstruir la relación con el mutuo apoyo.
Por fortuna se dan finales felices y esta es una historia de ellas.
Esposo:
– Cansado de las diferencias y discusiones con mi esposa, que nunca me escucha, abandone el hogar antes de que las cosas llegaran a mayores. Entonces busque ayuda especializada con la esperanza de que se me daría apoyo emocional y “cierta razón” en mis actitudes… mas no fue exactamente así.
Sucedió que después de haber expuesto mis mejores argumentos, en vez de una permisiva comprensión, se me propuso no dejar pasar más el tiempo, y enfrentar la verdad de mi deserción del matrimonio, como el camino más corto para liberarme del sufrimiento y rescatar la relación.
Por ello le pedí a mi esposa que concediera en asistir también a ayuda especializada, y por fortuna aceptó.
Esposa:
– Accedí a la ayuda, solo con la intención de que mi esposo, que se había sobrepasado, y es muy egoísta, se convenciera de que nuestro matrimonio no tenía ya futuro sin un cambio radical de su parte, además de que un profesional lo confirmase.
Sin embargo, desde la primera sesión reconocí mi falta de rectitud de intención. Pues si bien me encontraba expectante de un recomienzo, según yo, lo justo era hacerle pagar con la misma moneda los dolores que me había causado.
Ambos cónyuges
Por la ayuda recibida comenzamos por admitir una actitud fundamental para lograr eficacia en la terapia. Antes que nada, NO a la espiral del mal.
Habíamos entrado en una espiral en la que el mal con el mal se paga, y que ambos debíamos ser responsables de cortarla, si queríamos revivir nuestro amor. De otra forma, nos enfrentaríamos en un letal combate en el que no sobreviviría ninguno.
Una forma de lograrlo era, no solo evitar reclamos apasionados, sino además vivir la mutua caridad. Sabiendo donde estaban las heridas del otro, evitar el tocarlas.
Y que no todos los cambios dependían del más culpable: La parte inocente debía desarrollar las virtudes que faltaran en el otro, como su mejor respuesta emocional al problema.
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Objetivos de la terapia
En cuanto a la emocionalidad:
- Aprender a resolver los problemas, graves o no, sin reaccionar atacando al otro por considerarlo responsable.
- Distinguir entre la dimensión real del problema y el componente de emocionalidad aportado por uno o los dos cónyuges, que lo minimiza o agrava.
- Admitir la apreciación subjetiva del problema, ya que lo que puede ser importante, grave o difícil, puede no serlo tanto, para el otro.
- Considerar la experiencia de arrebatos emocionales en cuanto al daño emocional, y sus secuelas morales.
- No apelar a descalificaciones y juicios morales, pues la persona es más que sus defectos, errores y limitaciones.
En cuanto a la administración del conflicto:
- Acumular experiencia de previsión ante problemas reales, analizando en los hechos: qué sucedió, porqué sucedió, cómo sucedió.
- Dar oportunidad en la decisión, cuando el problema se ubiquen el área en el que uno de los cónyuges está más capacitado o naturalmente mejor constituido, por su feminidad o virilidad.
- En las soluciones, conservar siempre una visión de futuro, en la que para avanzar se deban tomar decisiones que impliquen riesgos siempre calculados, perdiendo el temor a la equivocación, ante el otro.
En cuanto a preservar y hacer crecer la unión:
Individualmente. Implicándonos en la tarea de ser la mejor versión de nosotros mismos para que las diferencias personales no se basen en un equilibrio de fuerzas, sino en una armonía de cualidades. Como si tocando cada uno su instrumento lográramos una bella sinfonía.
Como pareja. Re encontrarnos en aquellos aspectos de nuestras respectivas personalidades que nos atrajeron y enamoraron cuando nos conocimos, recorriendo, en lo posible, el itinerario del mutuo descubrimiento: caminando por aquel parque, las tardes de cine o la escapada para bailar y nuevas opciones que creen ilusión.
Como unidad. Sumar nuestra individualidad y relación de pareja al logro de ser solo uno ante problemas de importante magnitud, ya sean solubles o insolubles, que exigen poner en juego dinámicas espirituales de tal calidad, que el curso que tomen las circunstancias no las vulnere, y el paso del tiempo no las apolille.
Como en todos los matrimonios nuestro camino será sinuoso, y estamos advertidos de que pueden aparecer nuevas crisis, ante las que responderemos con la seguridad de lo aprendido como individuos, como pareja y como unidad.
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