La Watar Youth Orchestra de Mosul, en Irak, quiere ayudar a sanar las heridas de la ciudad que estuvo dominada por los yihadistas del ISIS
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Imaginen que la ciudad donde viven se convierte en un enorme campo de concentración del que no pueden salir y donde tienen que sobrevivir bajo uno de los regímenes más crueles de la Historia. Imaginen esa situación inimaginable durante 3 años. Es lo que fue sucedió a los habitantes de la ciudad iraquí de Mosul. Durante 3 años, el Estado Islámico estableció allí la capital iraquí de su califato (la capital siria fue la ciudad de Raqqa).
Los terroristas llegaron a la ciudad, en la que vivían miles de cristianos, en junio de 2014. Mosul fue liberada en julio de 2017 tras 9 meses de intensos combates, muerte, masacres y destrucción. En esa sola noche de junio de 2014, miles de cristianos se vieron obligados a abandonar sus hogares. Los yihadistas les plantearon un ultimátum: o convertirse al islam, o pagar un impuesto especial por vivir en la ciudad, o morir. La Mosul multicultural, – de cristianos de distinto rito, de musulmanes de diferentes familias y de otras confesiones, cada una de ellas teselas de un rico mosaico -, desapareció bajo el rodillo intolerante del fanatismo. En total, medio millón de personas huyeron de la ciudad en unas pocas horas.
Una nube oscura se ciñó sobre la vida de quienes permanecieron
Los yihadistas aplicaron la sharía, la ley islámica, en el gobierno de Mosul. Comenzaron los juicios sumarios, las ejecuciones, los castigos en forma de mutilaciones, las defenestraciones, las decapitaciones, la esclavitud de mujeres … un abanico de violaciones de los Derechos Humanos de los que todavía no se conoce toda su magnitud. Fue una auténtica dictadura del terror que duró 3 largos años.
Entre las muchas prohibiciones del autodenominado Estado Islámico, una fue la música. En Mosul solo estaban permitidas las canciones compuestas por los extremistas y que incitaban a la violencia. Se prohibió el arte o cualquier representación, imagen u obra que, según su mentalidad enferma, ofendiera el islam. Y se persiguió todo lo que no tuviera que ver con esta ideología envenenada. Por eso, no contentos con haber expulsado a los cristianos, destruyeron las iglesias.
El Papa Francisco pudo comprobar hace unos días a qué nivel de fanatismo, locura y destrucción llegaron estos yihadistas. Visitó Mosul y presidió una oración por las víctimas de la guerra entre las ruinas de la llamada plaza de las Iglesias. En ese lugar había 4 iglesias cristianas que han quedado prácticamente reducidas a escombros. Los terroristas las usaron como juzgados y como prisión. El Santo Padre visitó una de ellas, la Al-Tahira Church, de la que apenas queda el ábside.
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El Daesh juró que llegaría hasta Roma
Los extremistas aterrorizaron a los cristianos con una demoledora frase, “ni el Papa de Roma podrá salvaros”. Pero ellos no llegaron a Roma y el Papa de Roma fue el que pisó la tierra que ellos martirizaron. Donde reinó la muerte, triunfó la vida. Los cristianos han vuelto, aunque muy pocos. Y también, poco a poco, lo han hecho el arte y la música. Desde la iglesia que los fundamentalistas convirtieron en cárcel y juzgado, la Al-Tahira Church, la orquesta Watar interpreta esta melodía.
Se trata de la primera orquesta formada en Mosul tras la liberación de la ciudad en 2017. Son 35 jóvenes músicos iraquíes, de Mosul y de otras zonas dominadas por el ISIS, que están convencidos de que la música es un bálsamo muy útil para las muchas heridas abiertas que aún atraviesan la ciudad. Y porque la música es un lenguaje universal capaz de contribuir a curar aquello que hirieron tantos años de brutalidad y violencia.