Precursora del movimiento feminista en Chile volvió a la Iglesia, “cuando el dolor golpeó a mi puerta”
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La primera mitad del siglo pasado fue una de las épocas más importantes para el feminismo en muchos países del mundo. Poco a poco, se fueron alcanzando metas tan importantes como el sufragio o el derecho a la educación. En cada uno de esos países, fue necesario el liderazgo de mujeres que dieran pasos en la dirección correcta. Martina Barros Borgoño fue una de las mujeres que destacaron en la lucha feminista chilena, no en vano está considerada como una de las más prominentes feministas de las décadas finales del siglo XIX.
Martina destacó principalmente porque tradujo en su país uno de los textos clave del movimiento en el siglo XIX. En Inglaterra, hacia 1869, se publicaba The subjection of women, escrito por el parlamentario John Stuart Mill, un hombre que lideró en el parlamento británico la defensa del sufragio femenino. Su obra pronto se convirtió en lectura indispensable en el seno de cualquier movimiento feminista y sus ediciones y traducciones se multiplicaron por todo el mundo. Antes de que Marina se hiciera famosa por su propia traducción, llevaba años aprendiendo, leyendo y observando el mundo en el que había nacido.
Acceso al conocimiento y la vida intelectual
Martina Barros nació el 6 de julio de 1850 en el seno de una familia de la élite chilena. La temprana muerte de su padre la obligaron a ella y a sus hermanos a trasladarse a vivir con uno de sus tíos, Diego Antonio Barros, reputado intelectual que ofreció a su sobrina una educación poco habitual para las jóvenes de su tiempo. Martina supo aprovechar el acceso al conocimiento que le ofreció su tío y estuvo también atenta a las interesantes veladas intelectuales que se celebraban en el que entonces era su hogar.
En 1874 se casaba con el psiquiatra Augusto Orrego con quien formó una extensa familia. Además de dedicarse a cuidar de la casa y de los hijos, Martina continuó siendo una intelectual apasionada por los libros a quien pronto le atrajeron las ideas feministas, sobre todo cuando cayó en sus manos la obra de Stuart Mill y decidió traducirla. Apoyada por su marido, a quien no le importó que su esposa continuara desarrollando su intelecto, Martina creó un círculo social femenino de mujeres de la oligarquía chilena en el que se empezaron a debatir cuestiones relacionadas con las mujeres.
Dejó la fe católica en su juventud, pero volvería en la madurez
Martina había sido educada en la fe católica pero durante un tiempo la dejó a un lado para explorar nuevos aires durante su juventud. Sin embargo, como ella misma cuenta en sus memorias tituladas Recuerdos de mi vida, “cuando el dolor golpeó a mi puerta y las responsabilidades de la vida se impusieron poderosamente en el hogar, mi espíritu se acogió de nuevo a las enseñanzas de la infancia”. Martina se alejó del liberalismo y se acercó al Partido Conservador y a la Iglesia católica.
“Vivimos rodeadas de problemas insondables – afirmaba Martina – que sin embargo tenemos a la vista y pretendemos explicarnos los que sirven de base a nuestra vida espiritual, que es el único consuelo en los dolores, la única iluminación que no muere, y la esperanza que nos anima y nos sostiene. Ahora no pretendo dominar lo que no soy capaz de estudiar y me someto incondicionalmente a la doctrina de Jesucristo, sellada con su sacrificio y con su muerte”.
La importancia de su Director espiritual
Martina tuvo como director espiritual a don Crescente Errázuriz, prior de la Orden de los Recoletos Dominicos con quien obtuvo “la paz de mi alma y la tranquilidad de mi vida”.
Años después, Martina Barros también colaboró activamente con la Academia de las Letras de la Universidad Católica de Chile. Cuando en 1934 se aprobaba en su país el sufragio femenino, Martina Barros tenía ochenta y cuatro años. Fallecía diez años después.
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