El postulador de la causa de María de San José no creía que el cuerpo de la religiosa estuviera incorrupto y sugería a las religiosas “quitarse esas cosas de la cabeza”. Pero se llevó una gran sorpresa, al presenciar la exhumación y comprobar que el cuerpo estaba íntegro, después de 27 años de su fallecimiento
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La mañana del 19 de enero de 1994, una gran sorpresa se vivió en la capilla de la casa hogar “Inmaculada Concepción”, que las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús (ARCJ), tienen en Maracay (Venezuela). Aquel día, tanto a las consagradas, como al obispo de Maracay, clérigos, médicos, científicos y obreros que tenían por misión exhumar los restos de la Madre María de San José, los sorprendió el hallazgo: ¡El cuerpo de la religiosa venezolana estaba incorrupto!
La incorruptibilidad es “la propiedad de un cadáver humano de no descomponerse después de la muerte, a pesar de no haber sido embalsamado o preservado de manera alguna”, escribe María García de Fleury en un libro de bolsillo dedicado a la Madre María de San José. Se considera una condición atribuida a la intervención divina. Así fue encontrada la primera beata de Venezuela.
Su nombre era Laura Evangelista Alvarado Cardozo, y nació en Choroní (estado Aragua), el 25 de abril de 1875. Deseosa de vincular su vida a los asuntos de Dios, desde muy joven entregó “su virginidad” al Padre Celestial, sirviendo desinteresadamente a la Iglesia, entre los más necesitados.
De hecho, era llamada la “Niña del Cristo”, porque entraba al templo parroquial con su libro de oraciones, el santo Rosario, un crucifijo en el pecho. Después, en las calles y centros de salud, practicaba en todo momento las obras de caridad a quien la necesitara.
Su nombre es un homenaje a San José
La niñez y vida juvenil de Laura Evangelista transcurren en una Venezuela de situación muy convulsa. El país sufría las fatigas de las guerras civiles de finales del siglo XIX y principios del XX. Las enfermedades, carencias materiales y la pobreza estaban por todas partes.
Por si fuera poco, las congregaciones religiosas de hombres y mujeres habían sido expulsadas de Venezuela. Los seminarios fueron clausurados por decisión del presidente Antonio Guzmán Blanco, considerado un “modernista”. Quienes desearan formar parte de la iglesia en condición de consagrados, tendrían que salir del país. No era nada fácil la situación para la iglesia.
Hacia el año 1892, Laura quería consagrarse totalmente a Dios en un convento de clausura, pero se encontraba con esta penosa realidad. Así se lo hizo saber al padre Justo Vicente López Aveledo quien para ese año sería nombrado párroco en Maracay. Sus deseos fueron encaminados a través de un voluntariado de salud conformado por el sacerdote y que luego sería el hospital San José de esa ciudad.
Hermana de los pobres de San Agustín
El 11 de febrero de 1901, junto a un grupo de jóvenes inició otra etapa en su caminar de vida santa: comenzaron a ser llamadas oficialmente “Hermanas de los Pobres de San Agustín”, tras las gestiones realizadas por López Aveledo, quien las había invitado a la vida religiosa.
Desde entonces asumieron el hábito de santa Rita de Casia en agradecimiento a la petición de que se concretase definitivamente la congregación. Entretanto, la regla de san Agustín, el Doctor de la Iglesia, sería el normativo espiritual por el cual se habrían de guiar. El objetivo de la congregación era servir a los pobres y abandonados: niñas, huérfanos, ancianos y enfermos.
Laura Alvarado Cardozo asume el nombre de María de San José; una decisión que fue seguida por las demás hermanas fundadoras. De esa manera honraron a san José, el padre del Niño Jesús, patrón de la parroquia de Maracay y del hospital donde despertaron su vocación y entrega total a Dios.
La exhumación de la primera beata venezolana
Luego de una vida intensa entregada a los más nobles servicios de la caridad, destacando el fervor por la eucaristía, María de san José falleció el 2 de abril de 1967, como se dice en el lenguaje religioso: “en olor de santidad”. Dos días después fue sepultada en la capilla de la casa hogar “Inmaculada Concepción”, en Maracay. Allí se mantuvo durante 27 años antes de la exhumación.
Aunque la urna de madera estaba deteriorada por la humedad del terreno, el cuerpo de la que el 7 de mayo de 1995, se convirtió en la primera beata venezolana, permanecía intacto y sus órganos completos. Así lo describe la actual vice postuladora de la causa de canonización, hermana Gracelia Molina (ARCJ), a través de diversos sonidos de voz enviados a Aleteia, gracias a la intermediación del investigador e historiador religioso Reinaldo Bravo, natural de las tierras de Aragua.
Testigos
Citando las actas de exhumación menciona la presencia, entre otros testigos, de monseñor José Vicente Henríquez Andueza, obispo de Maracay; el padre Romualdo Rodrigo (OAR), postulador de la causa ante Roma; la Madre Ligia Díaz Reques, superiora general de las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús; la hermana Dilia Barrios, vice postuladora de la causa de beatificación y canonización de la Madre María de San José; y el gobernador de Aragua, Carlos Tablante.
“Cuando abren la tumba, se observa que el suelo está húmedo y el ataúd que es de madera se encontraba agrietado. Mientras van sacando la urna, de esta se desprenden algunos pedazos de la madera. Luego lo colocan en un salón contiguo a la capilla, donde terminan de quitar toda la madera. Obviamente, todo el proceso se cumple bajo juramento”, describe Gracelia.
“El latón final de la urna también estaba muy deteriorado y oxidado por el tiempo, y al abrirlo se consigue el cuerpo de la Madre San José, incorrupto completamente”, indica. “Se consigue con su atuendo y su hábito intacto”, añade. Luego explica que el cuerpo estaba lleno de tierra y demás restos de la urna, los cuales se le fueron quitando poco a poco. La ropa con la que fue enterrada tuvo que ser rociada con un químico (formol) y eso la destiñó.
Las azucenas todavía estaban verdes
Algunos detalles impactantes de este proceso de exhumación tienen que ver con el hallazgo intacto de las flores y una cruz de madera que le colocaron en las manos y recogidas en el pecho de la Madre María de San José. “Las azucenas conservaban su verdor”, incluso, “las hojas de esparraguillo estaban erectas” refirió citando el acta levantada por la hermana Dilia Barrios.
La beata tiene en la cara y las extremidades el proceso de momificación; mientras en el tronco el de saponificación. “El cuerpo no tiene presencia de líquidos. Ella está como seca, pero contiene todos sus órganos: hígado, pulmones, masa encefálica. Es decir, tiene todo lo del cuerpo humano”, dijo.
Igualmente añade que la cruz de madera con la que fue enterrada, se conservaba intacta y ahora está junto con el cuerpo en el santuario dedicado a la beata en Maracay. “Obviamente, después de que se exhuma no se podía exponer al público para su veneración porque había que realizarle el tratamiento de conservación”.
La profecía sobre su cuerpo y otros detalles
Gracelia expuso que la conservación del cuerpo “fue una de sus profecías”, visualizada por la Madre María de San José. “Dijo que ella no sería comida para los gusanos”, refirió la vice postuladora. Sin embargo, indicó que el postulador de su causa en Roma, Fray Romualdo Rodríguez, antes de la exhumación no lo creía así. “¡Quítense esas cosas de la cabeza, no todos los santos son incorruptos!”, le decía el agustino recoleto.
Para sorpresa del religioso, la Madre San José estaba incorrupta con todos sus órganos en buen estado. “El doctor Enrique Aponte Viloria quien dirigió el proceso de exhumación y certificó que efectivamente era el cuerpo de la Madre María de San José, fue quien después hizo el tratamiento de conservación”, informó la hermana Gracelia.
Otro detalle ocurrido durante la exhumación fue el desprendimiento de un trozo de cemento que cayó en una mano de la beata y le partió la falange de uno de los dedos. “De ese dedo se tomó para hacer la reliquia de primer grado”. Posteriormente, con los estudios y radiografías realizadas, se le hizo una mascarilla para preservarla del ambiente en que estaría expuesta y se reconstruyó el dedo.
“En la Eucaristía está mi tesoro y allí está mi corazón”
El amor a Jesús sacramentado, fue uno de los aspectos que caracterizó a la primera beata de Venezuela. Su vivencia se resume en la siguiente frase: “En la Eucaristía está mi tesoro y allí está mi corazón”. Esto se convirtió en una realidad cuando hubo la necesidad de contar con otra reliquia de su cuerpo distinta a la falange del dedo de la mano y darle un nuevo proceso de conservación.
“Del 3 al 18 de noviembre del año 2014, con un nuevo postulador Samson Silloríquez (OAR), se volvió a abrir el nuevo sarcófago de cristal y se procedió al segundo tratamiento de conservación a cargo del doctor Luis Pérez, médico forense, garantizando que se mantendrá por muchos años”.
Gracelia informó: “Con permiso de Roma se le extrajo su corazón y fue trasladado a la Capilla de Adoración Perpetua que tenemos en la ciudad de Los Teques (Miranda), en nuestra Casa Madre de la Congregación, donde está expuesto el Santísimo las 24 horas, por el milagro eucarístico ocurrido en la finca Betania. Su corazón está expuesto a la veneración de los fieles y adorando a Jesús Eucaristía, tal como ella lo quiso hacer en vida y lo expresa en sus apuntes espirituales”.
Conclusión
El proceso de su beatificación de la Madre María de San José comienza en 1978. Y muy temprano, en el año 1982, ocurre la curación de la hermana Teresa Silva, inválida por una penosa enfermedad, a quien la beata le había profetizado su curación años antes. Este milagro fue aprobado por decreto papal de Juan Pablo II en 1993. En 1994, es trasladado su cuerpo incorrupto al sarcófago de cristal para la veneración de sus hijas espirituales y fieles. El 7 de mayo de 1995 fue celebrada en la Ciudad del Vaticano la ceremonia de su beatificación.
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