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Se pintan, se esconden, se hacen de chocolate… los huevitos de Pascua se han convertido en un artículo súper comercial en Pascua. ¿Pero hasta qué punto realmente tienen algo que ver con el verdadero significado de esta fiesta y se vinculan con el catolicismo?
Para aquellos que disfrutan de esta tradición, les tengo buenas noticias.
El huevo de Pascua se puede rastrear hasta la época medieval en Europa. En aquellos tiempos, los huevos eran la fuente principal de proteína de las clases más populares, pero cuando llegaba la Cuaresma, debían dejar de comerlos, ya que las normas de la Iglesia eran más estrictas y, además de carne, se prohibía el consumo de cualquiera de sus derivados también.
Muchos huevos se perdían durante esta temporada, hasta que se dieron cuenta de que aquellos que recogían cerca del fin de la Cuaresma, si los hervían, los podían conservar hasta el día de Pascua y comerlos ese día en forma de celebración.
Los huevos se convirtieron así en un símbolo de Pascua y, además, se les dio esa connotación que también representaban la resurrección del Señor, porque al romper la cáscara (era como la salida de la tumba), encontrabas una nueva vida.
Lo de pintarlos fue tiempo después. Al tener tantos huevos hervidos almacenados, muchos empezaron a decorarlos.
Como en esa época no existían las pinturas de ahora, se usaban métodos naturales. Por ejemplo, se empleaba jugo de remolacha.
De hecho, en la Iglesia ortodoxa, se pintan los huevos de color rojo (por la sangre de Cristo) y son bendecidos durante la vigilia pascual para abrirlos el domingo.
En cuanto a la búsqueda de los huevos, se dice que lo ideó Martin Lutero, quien quería emular cuando las mujeres y apóstoles buscaron el cuerpo de Jesús pensando que lo habían robado.
De nuevo, nos remontamos a la época del medioevo, donde la gente empezó a tener dudas sobre la razón de la alta capacidad de reproducción de estos animalitos.
Muchos creían que era que los conejos eran capaces de hacerlo sin necesidad de un contacto sexual, por lo que enseguida se les relacionó con la Virgen María y, de hecho, varios pintores empezaron a retratar a nuestra Madre cargando o rodeada de conejos blancos (color de la pureza).
Uno de los cuadros más famosos es La Virgen del Conejo de Tiziano, que se encuentra en el Museo Louvre.
Así que, aunque muchos crean que el conejo y los huevos de Pascua son ritos paganos, en realidad son elementos que se cristianizaron hace muchos siglos.
Lo importante es saber conectar estas prácticas con nuestra fe (especialmente explicarlo a los niños) y, sobre todo, que no dejemos que sea lo principal en este día, donde lo importante es celebrar y reflexionar sobre la victoria de Cristo frente a la muerte. Y no hay mayor símbolo de la Pascua que la luz.