La flauta es uno de los primeros instrumentos que la humanidad tuvo la idea de inventar a partir de un hueso de animal perforado o un tallo de caña delgado. Presente desde la prehistoria, las primeras civilizaciones produjeron muchos de estos instrumentos.
El griego aulos tiene sus orígenes entre el tercer y segundo milenio antes de Cristo. Y en el antiguo Egipto existió una versión de dos tubos, un milenio después.
Pero, la Biblia lleva aún más lejos estos presuntos orígenes de la flauta, ya que es en el libro del Génesis donde se menciona este instrumento bíblico:
Por su pequeño tamaño y facilidad de fabricación, la flauta prosperó rápidamente en el mundo mediterráneo. Las primeras flautas debieron parecer pipas, o incluso pipas de Pan. Las representaciones de las excavaciones arqueológicas muestran a los músicos sosteniendo flautas dobles en sus manos, como las que se encuentran en el mundo griego antiguo.
Un bajorrelieve hitita de Kara Tépé, un ídolo de Achziv, así como un soporte de bronce de Meggido constituyen hoy las principales representaciones heredadas de estos tiempos antiguos.
La Biblia relata la presencia de la flauta, en primer lugar, en la vida cotidiana de los pastores:
Símbolo de alegría y bienaventuranza, el delicado sonido de la flauta se eleva así desde las montañas hacia Dios.
La flauta también puede llegar a consagrar con la misma alegría eventos más solemnes, como la unción real de Salomón:
Pero la flauta, especialmente en el Nuevo Testamento, puede estar teñida de dolor y sufrimiento, bajo la influencia de la cultura romana. La práctica de esta última era que el ataúd de una persona fallecida iba precedido por flautistas y plañideras en la procesión que conducía al lugar del entierro.
Además, cuando se produce el duelo, la flauta también puede simbolizar la muerte. El Evangelio de Mateo es un recordatorio conmovedor de esta antigua práctica. Al anunciar la muerte de una joven, Jesús es saludado al son de las flautas:
Para Dios nada es imposible, y cuando el sonido quejumbroso de la flauta se eleva y marca el duelo, la vida aún puede surgir, como lo demuestra este milagro realizado por Jesús.