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El legado de Eugenio Magdaleno, profesor de Teología del papa Francisco

EUGENIO MAGDALENO
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Esteban Pittaro - Aleteia Argentina - publicado el 12/04/21
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El hermano Eugenio Magdaleno, que falleció a los 88 años, fue uno de los más emblemáticos maristas de la Argentina. Tuvo entre sus alumnos a un Papa, pero sobre todo, sembró cercanía y profesionalidad educativa

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El hermano Eugenio Magdaleno falleció a los 88 años, dejando detrás una invaluable huella en la formación teológica y catequística de miles de argentinos, entre ellos el Papa Francisco, y el mundo de la educación católica en general.

Había llegado a la Argentina en la década del 50, ya miembro de la congregación fundada por Marcelino Champagnat. Y fue participando progresivamente de las distintas escuelas que la familia marista tiene en la Argentina. Continuó estudios teológicos en Roma y literarios en Francia, donde le tocó conocer a gran parte de los ilustres hombres de letras de su época. Notable para un joven palentino proveniente de una familia de agricultores que recorría cinco kilómetros de niño para continuar sus estudios en el colegio en el que conoció el carisma de Champagnat.

En la Argentina, ya desempeñaba funciones docentes para su congregación y para otras, entre otras la familia jesuita, dentro de la cual tuvo al entonces estudiante de Teología Jorge Bergoglio.

“Era muy callado y se sentaba en los últimos bancos. Recuerdo que era muy inteligente y sobresalía por eso”, dijo en una entrevista al diario Los Andes, de Mendoza, uno de sus últimos destinos. Al encontrarse con el Papa en Roma, recordaron con afecto y gratitud esos días.

Como Bergoglio, le tocó ser provincial de su congregación en la década del 70, y como el luego Papa, ocultó personas perseguidas por la dictadura militar.

Llegó a ser delegado del Capítulo General Maristas y con funciones para América Latina y África logró viajar y conocer gran parte del mundo. Además, desde su servicio al Consejo General, colaboró activamente con la investigación médica del milagro que llevó a la canonización de san Marcelino, puesto que se trató de la curación de un hermano uruguayo.

Pero pese a su prestigio, su sobresaliente formación y su prolífica contribución literaria, como el libro “Hijos de la posmodernidad”, no se alejaba de pasillos en los que conocía y conversaba con alumnos, ni las aulas en las que compartía sus saberes en los distintos destinos que tuvo.

Lo hizo en Luján, en Pergamino, en Morón, en el centro, en Belgrano, y en San Rafael, última comunidad educativa a la que se brindó por entero, creando vínculos con los alumnos y con las familias de los que pasaban por los colegios maristas. Y mostrándose siempre orgulloso de la propia.

En la reseña de la Agencia AICA, se destacó su adaptación del Catecismo a los cursos primarios y secundarios. Como referente del Instituto Marista acompañó la formación de cientos de catequistas, transitando hasta altas horas de la noche los pasillos del colegio Champagnat en el centro porteño.

En la entrevista a Los Andes, brindada hace algunos años, se reconocía en paz transitando los últimos años de su vida: “Ahora viene lo mejor, porque estoy en el final de la vida y sé que siempre trabajé por Dios, por la Iglesia y por los chicos”.

El hermano Eugenio Magdaleno fue uno de los más emblemáticos maristas de la Argentina. Tuvo entre sus alumnos a un Papa, pero sobre todo, sembró cercanía y profesionalidad educativa en cada comunidad en la que le tocó servir. Vivió con otros.

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