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Adrienne Alessandro O’Brien es de la promoción 2007-2008 de la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Al acabar sus estudios, no fue escogida para trabajar en una organización católica sino en la NASA, como jefe de comunicación del Centro de vuelo espacial Goddard (Goddard Space Flight Center).
El Goddard es un laboratorio de investigación científica acerca del cosmos al más alto nivel. La tarea de Adrienne consiste en divulgar sus conocimientos para que lleguen a ser conocidos por la opinión pública. Eso es algo que también ve necesario en la transmisión de la fe.
Pero, ¿quién es esa mujer norteamericana que tanto habla del telescopio Hubble como de la alegría del cristianismo o de su embarazo? La web del CARF la ha entrevistado a fondo.
Adrienne nació en 1983 en Wilmington, Delaware (Estados Unidos), en el seno de una familia católica. "Mi mamá -recuerda- me llevaba a misa diaria y me animaba a acompañarla a rezar el rosario. Cuando mis padres se enteraron de que las escuelas públicas locales estaban introduciendo elementos de educación sexual desde el primer grado, me sacaron para educarme en casa, lo cual fue un paso bastante radical para principios de los noventa."
Aquella niña que se había preguntado en algún momento si Dios la llamaba a la vida religiosa, vivió una etapa alejada de la fe: "Después de un tiempo en el que me aparté de Dios, finalmente encontré un lugar donde me sentí en paz: la Basílica de San Pedro, en Roma. Me encontraba en la Ciudad Eterna para realizar un semestre de estudios. En una de las visitas guiadas, contemplé el lugar donde reposan los huesos de San Pedro: un hombre que había caminado con Cristo y había abrazado su Cuerpo. Pensé que el primer Papa había entendido el verdadero significado de la vocación. Le dijo que sí a Dios una y otra vez, incluso después de haberle negado."
"Así que, le pedí a Dios (nuevamente) que terminara mi confusión vocacional. Inmediatamente después sentí una paz profunda, algo literalmente de otro mundo: por fin veía iluminada con claridad mi vocación al matrimonio y nunca volví a tener ninguna duda al respecto."
Regresó a Washington y, según ella misma explica, "pasé dos años haciendo trabajo administrativo para organizaciones políticas sin fines de lucro en Washington, D.C." Le aburría y le cerraba el horizonte de vida. "Quería hacer algo que impactara al mundo. Así es -dice- como llegué a la Pontificia Universidad de la Santa Cruz."
Ella, que quería ser escritora y comunicadora, se encontró enseguida a gusto en las clases, con los compañeros y profesores. "Fue un momento decisivo en mi vida -explica- en el que me pregunté: ¿qué podría hacer, a nivel personal, para ser un miembro más fuerte y santo del Cuerpo de Cristo y ayudar a sanar esta hermosa y rota Iglesia?"
En la opinión pública, veía muchos frentes abiertos: "Todavía pienso -dice- en estas preguntas hasta el día de hoy, especialmente a la luz de los escándalos de abuso sexual en todo el mundo que han hecho que muchos otros cuestionen su fe. Y creo que la Pontificia Universidad de la Santa Cruz me dio las herramientas que necesito, personal y profesionalmente, para ayudar a abordarlo."
«Creo que cuando se predica con honestidad, comprensión y convicción, el mensaje de Cristo permanece fresco y convincente, incluso para los jóvenes, que están hambrientos de respuestas a las preguntas más importantes de la vida», dice Adrienne.
Para ella, las mujeres serán clave en este cometido, por su capacidad única (si no exclusiva) de fomentar las relaciones interpersonales. «Pero todos -añade- necesitamos apoyo. Necesitamos campañas de base estratégicas, atractivas y de alcance, apoyadas por nuestros obispos y líderes, para involucrar y catequizar tanto a los fieles como a los más alejados».
Después de Roma, llegó el momento de regresar a Estadios Unidos y trabajar... en la NASA. Y allí pudo poner en práctica lo que había aprendido y madurado interiormente.
"Éramos pocas compañeras de trabajo, pero siempre me sentí increíblemente respetada y apreciada por mi equipo. Sin embargo, al principio estaba muy cohibida. Trabajaba con hombres y mujeres que habían gestionado las misiones para actualizar y reparar el telescopio espacial Hubble. Acababan de comenzar a desarrollar tecnologías que permitirían el reabastecimiento y la reparación de satélites robóticos en órbita. ¿Qué diablos podría ofrecerles a estos genios?, me preguntaba."
"A medida que pasaba el tiempo, adquirí confianza en mis habilidades, como comunicadora y como mujer. Por muy brillantes que fueran mis compañeros de trabajo, necesitaban a alguien que pudiera captar su idea técnica y comunicarlo de una manera que la gente “corriente” pudiera entender. Eso era algo que podía hacer. Me encantó participar en sesiones de estrategia, donde podía ayudar al equipo a identificar a su público objetivo y formular formas efectivas de llegar a ellos. Descubrí que mi formación, orientada y centrada en la persona, junto con mis características femeninas me ayudaron a intuir e identificar algunos problemas humanos y escollos que enfrentaría el equipo, mucho antes de que el equipo orientado a la tecnología pudiera reconocerlos."
En el laboratorio Goddard vio que podía aplicar dos ideas madre que había aprendido en Roma: "Primero, gánate la confianza y construye una relación sólida con los ejecutivos de tu equipo si quieres ser un comunicador eficaz y preciso. Y segundo, siempre, ¡siempre! ten en cuenta a tu audiencia."
Pero, más en el fondo, la fe penetraba su forma de vivir y se notaba en el modo de llevar a cabo el trabajo: "A lo largo de toda mi carrera, mi identidad como mujer católica fue fundamental, con las características que nuestra fe puede añadir a cualquier profesión: amabilidad y consideración por el tiempo y los talentos únicos de los demás, respeto, trabajar siempre por el bien de mi equipo…"
"No veo al mundo occidental y secularizado como un obstáculo para evangelizar, especialmente a la juventud. Creo -afirma- que cuando se predica con honestidad, comprensión y convicción, el mensaje de Cristo permanece fresco y convincente, incluso para los jóvenes: un grupo hambriento de respuestas a las preguntas más importantes de la vida."
Adrienne cree que el mayor obstáculo para la evangelización actual "son las crisis que crecen dentro de la Iglesia misma. (...) En muchas parroquias y comunidades hemos perdido el verdadero conocimiento de nuestra identidad católica: quiénes somos, qué creemos y qué significa ser católico en la vida diaria. Las generaciones de católicos actuales ya no pueden explicar las enseñanzas básicas, incluida la Eucaristía. Podemos culpar a los demás o bien podamos mirar hacia adentro y considerar si yo, personalmente, he levantado la voz últimamente para dar testimonio de Cristo en la plaza pública o con mi vecino."
"En particular, tenemos que estar dispuestos a hablar con los jóvenes y conocer sus desafíos y sus corazones. Si bien los jóvenes pueden ser escépticos o resistirse a mensajes amplios e impersonales, el acompañamiento es de gran ayuda para responder sus preguntas y fomentar la comprensión del amor de Cristo y el propósito de sus vidas", dice Adrienne.
«Debemos esforzarnos, en la medida de lo posible, en identificar las heridas personales y buscar la sanación de Dios en nuestra vida, ya sea a través de acompañamiento o terapia, especialmente en los jóvenes».
Su visión profesional de la comunicación institucional hace que, como católica estadounidense, se haya formado una opinión sobre el modo de proceder ante la crisis de los abusos sexuales en la Iglesia.
"Hasta ahora, muchos -explica- han considerado que la respuesta de la Iglesia ha sido inadecuada. A raíz de nuevas historias horribles, algunas diócesis de Estados Unidos han emitido declaraciones envueltas en un lenguaje legal protector, rancio y evasivo: palabras que no logran captar las profundidades del arrepentimiento y de la expiación que nuestra propia fe católica exigen. La naturaleza y profundidad de estos pecados claman y exigen una respuesta humilde e incondicional. ¿Cómo podemos pretender proclamar la Palabra de Dios cuando nuestras propias acciones y esfuerzos de relaciones públicas están tan lejos de encarnar lo que Dios nos llamó a hacer? Abandonar la mentalidad puramente legalista y regresar a nuestra auténtica identidad católica al manejar esta crisis, nos permitirá recuperar nuestra credibilidad y proclamar a Cristo ante un mundo que necesita desesperadamente nuestro mensaje."
Adrienne propone vivir la fe también en las redes sociales. Explica que hace daño ver a división de los católicos estadounidenses, "muy divididos en muchos temas, atacándose en las redes sociales y todo en nombre de… ¡Jesús! Tal vez ahí se ubique no solamente la raíz del problema, sino también un indicio de la cura. En mi opinión uno de los elementos más destructivos de la sociedad actual es nuestra adicción colectiva a los dispositivos móviles y las plataformas de redes sociales, y la consiguiente descortesía que fomentan. Estamos entrando constantemente en un campo de adoctrinamiento virtual lleno de concepciones seculares y respuestas sin virtudes, y muchos de nosotros (incluido yo misma), a menudo nos olvidamos de ponernos la armadura de Cristo antes de entrar en internet."
Sugiere Adrienne: "Vivamos el Evangelio y recordemos nuestro objetivo final. Cuando Cristo describió el juicio final, no mencionó la afiliación política ni “destruir” verbalmente a alguien en las redes. Más bien, dijo que nos preguntaría a cada uno de nosotros: ¿cuándo me alimentaste, me diste de beber, me diste alojamiento, o me vestiste? Nuestros corazones estarían mucho más tranquilos si pudiéramos recordar esto antes de cada encuentro con un ser humano, incluso los extraños sin rostro en línea. Las virtudes de la humildad, la gentileza, la comprensión, la caridad: estos son medios que pueden transformar nuestra conducta y, en última instancia, elevar a la sociedad. La santidad personal puede no ser una solución instantánea, pero ejercitar algunas gracias adicionales es la herramienta más poderosa que tenemos los católicos para provocar un cambio."
Adrienne está ahora embarazada de su tercer hijo. "¡A menudo, mi marido y yo, sentimos que estamos en modo de supervivencia!", bromea. No pierde de vista que "soy más que una simple madre para ellos, que puedo ser dos cosas: o su primera y principal experiencia del amor, de la comprensión y del perdón de Dios; o, a la inversa, puedo establecerme a mí misma como modelo de cómo una autoridad querida puede juzgarlos con dureza, castigarlos, quebrantar su espíritu y traicionar su confianza."
"A veces deseé haber sido madre en otra época, una época -comenta- en la que los vecindarios eran más seguros, los contrastes sociales no eran tan fuertes y el Internet lleno de pornografía no existía. Pero cada década tiene sus propios desafíos y obstáculos. Intento confiar en que Dios me dará la sabiduría y las palabras que necesito para pastorear a estos pequeños por la vida hasta el cielo."