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Y es que el amor a uno mismo no es solo un tema de moda. Desde los orígenes del pensamiento moral y ético ha sido una parte fundamental del amor.
La auto-benevolencia es condición necesaria, no exclusiva, de nuestras decisiones. Es un aprecio positivo a nosotros mismos y el natural deseo de querer nuestro bien. Es, pues, un amor no adquirido y no deliberado, sino dado y espontáneo.
Esto se sustenta en que nuestra existencia es querida en sí misma. Es decir, lo que somos es valioso porque lo es: no es la suma de muchos amores la que le da valor a nuestro ser.
El amor a nosotros mismos se sostiene en la existencia de lo bueno, de lo bello y de lo verdadero, virtudes que se entienden y se viven más allá de nuestros sentidos: yo soy bueno, bello y verdadero: tendría que transgredir con brutal violencia mi ser para que quede muy poco rastro de ello.
Sin embargo, todos cargamos con esos dolores imaginarios que nos hacen cada vez más difícil vivir este amor: “muy baja, muy fea, muy tímida, muy…”.
Perdemos demasiado tiempo en querer ser como los demás o en realizar nuestra individualidad.
Pero el paso del tiempo nos va descubriendo que ser como somos está bien y que nuestra originalidad se encuentra en el amor de Dios que nos renueva cada día.
En vez de centrarnos en lo que nos ata, busquemos, por el contrario, lo que nos libera.
Tómate el tiempo para entender lo que es verdadero, bello y bueno, en ti y para ti, y hazlo tuyo.
Solo si te posees podrás darte. Recuerda que somos "para" los demás o para algo. Ser para pensar solo en ti y para hacerte feliz a ti es poquita cosa.