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La pandemia de la covid-19 nos ha dado grandes lecciones. Una de ellas son las enseñanzas que la Historia nos guardaba para enfrentarnos al momento presente.
En efecto, la Historia del papado ofrece una mirada trascendente ante una enfermedad tan mortífera. Fue en 1656 y nos referimos al papa Alejandro VII.
Aunque la bacteria de la peste no fue descubierta hasta 1894 por el bacteriólogo Alexander Yersin, las medidas sanitarias de este pontífice lograron proteger a la población en 1656.
En aquel año, la peste negra alcanzó a la ciudad de Roma y a los Estados Vaticanos. Procedía de Nápoles, donde casi erradicó la población. Los datos resultan escalofriantes: solo en el Reino de Nápoles mató a 1.250.000 personas, lo cual era la mitad de la población.
Aquella epidemia procedía a su vez de España. Concretamente Sevilla había sufrido un terrible brote en la década de 1640. Los investigadores afirman que de allí pasó a Cerdeña y de Cerdeña a Nápoles. Era cuestión de tiempo que se extendiera por el sur y centro de la península itálica, llegara a las puertas de Roma... y entrara.
Muy sabiamente, el papa Alejandro VII tomó una medida poco convencional: el encierro, la cuarentena forzosa. También ordenó que en el hospital, a medida que ingresaran los enfermos, se separara a los contagiados de la peste para que no propagaran más la epidemia.
Pero Alejandro VII enseguida pensó además que había que rezar especialmente por el fin de la peste. Entre otras medidas, encargó una misa a Orazio Benevoli. Este la tituló "Missa in angustia pestilentiae", misa en la angustia a causa de la peste.
Benevoli fue director del coro de la basílica de Santa María la Mayor y posteriormente de la Capilla Julia de la basílica de san Pedro del Vaticano. También fue nombrado guardián de la Congregación de Santa Cecilia en tres ocasiones: 1654, 1665 y 1667.
En Roma, finalmente murieron 9.500 personas de los 120.000 habitantes de la época. Esto supone un 8 por ciento. Un éxito si se compara con el 50% de muertos en Nápoles, el 55% de víctimas mortales en Cerdeña y el 60% de fallecidos en Génova.
Además de la misa, la peste negra tuvo otras muchas consecuencias en el mundo de la cultura y del arte. La presencia de la muerte, el dolor y la enfermedad hicieron mella en pintores, escultores, escritores y filósofos. Y es que las artes dieron respuesta a una situación tan pavorosa.
En cuanto a Alejandro VII, es curioso saber que este papa no había gozado de buena salud de pequeño. Tuvo varios accidentes cardiovasculares. Sin embargo, pocos años después se recuperó y, ya siendo papa, pudo gobernar la Iglesia con energía. La Historia le dio la razón por lo que al encierro de Roma se refiere, y hoy siguen siendo ejemplo de audacia.
Puedes escuchar aquí la "Missa in angustia pestilentiae". Pero antes, una curiosidad: la pieza está concebida para que los cantantes puedan guardar las distancias de seguridad sanitaria entre sí. Esto puede verse en la interpretación de las voces en este vídeo, grabado ya en 2020, en plena pandemia del coronavirus: