Marc es "un trasto", en palabras de su abuela. Y forma parte de una legión de "trastos", que son sus otros cuatro hermanos. Él es el mayor, acaba de cumplir los 10 años, y el pequeño tiene 2. "Trastos" que tienen en danza a sus padres contínuamente: del botiquín para curar una rodilla a la goma de borrar para limpiar las rayas de la pared... Su casa siempre es una caja de sorpresas.
Este año Marc hizo la Primera Comunión. La familia es católica practicante, y Marc va a un colegio concertado donde se enseña Religión y ha acudido a la catequesis de la parroquia dos años para preparar bien este paso.
En la región donde vive la familia -en España- la práctica religiosa comienza a escasear. En el caso de la Primera Comunión, todavía hay familias que acercan a sus hijos a este sacramento, aunque luego no todos seguirán yendo a la iglesia.
En este caso, los padres de Marc practican y van con los niños a la iglesia los domingos. Ven la actividad parroquial, las campañas de Cáritas, la atención a familias necesitadas... No es que en casa de Marc sobre el dinero, pero su familia ha tenido experiencia de etapas muy difíciles y sabe lo importante que es ahorrar.
Cuando se acercó el día de la Primera Comunión, algunos familiares le hicieron regalos a Marc. "Mi marido -me cuenta la abuela- le regaló una pluma estilográfica para niños, porque a Marc le fascina ver a su abuelo escribiendo con pluma y siempre quiere imitarle."
También aparecieron un escapulario y un reloj. Pero un familiar decidió regalarle dinero en metálico: "Cómprate lo que quieras, Marc". Y Marc abrió el sobre y le brillaron los ojos cuando vio aquel billete potente. A los padres les pareció muy bien, pensando que así Marc podría demostrar ya su grado de independencia decidiendo en qué iba a gastar el dinero.
Su madre se preguntó aquella noche: ¿qué querrá hacer Marc con estos euros? ¿Jugar a la play? ¿Comprarse unas sneakers? ¿Lo guardará en la hucha? ¿Querrá invitar a los amigos a algún lugar?
Al día siguiente, Marc llegó al desayuno a toda prisa como siempre, pero a su madre le dio tiempo de preguntarle si ya había pensado qué haría con el dinero.
-Lo daré a la parroquia, respondió mientras se metía el bocadillo en la mochila. La madre se sorprendió y le insistió:
-¿Hablas del dinero del regalo?
-Sí, dijo Marc.
El niño se vio obligado a darle una explicación a su madre:
-En la parroquia, dijo, me enseñan muchas cosas y ellos ayudan a personas necesitadas. Con este dinero podrán ayudar a alguien más.
"Sus padres no le habían dicho nada, ni siquiera le sugirieron que lo hiciera", explica la abuela. "Pero está claro que ha calado en él el ejemplo de lo que ve". Lo que se le explica en la catequesis, en el colegio y en casa va acompañado de actos, grandes y pequeños, que a diario le enseñan cómo vive un cristiano.
La abuela me comenta que sus padres preparan siempre en casa el dinero que darán como limosna en la misa del domingo. También a la vuelta a casa después de catequesis quien le ha ido a recoger comenta con él lo que les han enseñado. Su madre ha participado en sorteos benéficos, ha hecho pasteles de celebración, ha ayudado a distribuir alimentos a los pobres, ha cosido disfraces del teatro de Navidad... Marc la ha visto animando a las amigas para que le ayuden en el voluntariado. Y mil cosas más.
Además, a la parroquia llegan revistas de las misiones, la Hoja Dominical... Y sus padres siempre se llevan lectura a casa.
En cuanto a la catequesis, parece que a pesar de ser un "trasto" y que más de una vez la catequista ha estado a punto de echar a Marc por revolucionar al grupo, este niño se entera de lo importante.
Así que la abuela de Marc no cabe ahora de gozo de lo contenta que está con la decisión del nieto.
El dinero de Marc no arregla el mundo pero lo hace mejor. Y se me ocurre que puede ser muy positivo hablar a los niños de qué pueden pedir como regalo de Primera Comunión más allá de lo convencional.
Hace algunos años, unos amigos míos, Inma y Miguel Ángel, propusieron a su hija hablar de ello con todos los familiares y gente cercana. Ella les dijo que, en vez de regalos, prefería reunir un donativo para una labor apostólica en África. Reunió a todos en una merienda el día de la Primera Comunión y las caras de alegría se multiplicaron. Así que vale la pena dar ideas que están "fuera de la caja" y que nos hacen mejores y más felices a todos.