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Joaquín Díaz ha puesto su vida al servicio de la tradición, incluida la relativa al universo cultural y musical religioso; y ha montado un pequeño emporio antropológico y etnográfico en Urueña (Valladolid), en la Fundación que lleva su nombre.
Pero nunca se acercó a la tradición como quien venera una roca intocable e inamovible, sino desde la convicción de que se mueve, y que está en su naturaleza seguir haciéndolo. El problema de unas décadas para acá, confiesa, es que se ha roto la cadena de transmisión, y esa es una situación nueva porque seca la fuente que debería nutrir ese movimiento.
Aunque él hace tiempo que no se patea los pueblos a la busca de testimonios orales, como hizo durante más de una década -más de un millón de kilómetros recorridos avalan la concienzuda seriedad de su trabajo- le consta que quienes prosiguen hoy esa tarea lo tienen cada vez más difícil.
"A mediados de los 70, cuando yo viajaba por los pueblos de Castilla, ya era difícil hallar testimonios orales de canciones o costumbres, porque los que conservaban la memoria de las cosas se habían refugiado en sus casas. Hoy es mucho más complicado, pero todavía quedan".
Los discos -de los que lleva publicados ochenta en más de cuarenta años de carrera- eran, en principio, un modo de dar a conocer esa tradición desde la música. Pero gracias a su voz cálida y aterciopelada se convirtieron en un atractivo en sí mismos, llegando a convertirse en fenómenos de éxito popular, como ocurrió con ‘De la picaresca tradicional’, de 1970.
Su calidad como intérprete ha sido ahora reconocida por la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes (AIE), en lo que supone el primer reconocimiento de este tipo a un intérprete del campo folk.
"Las canciones religiosas están ligadas a emociones y sentimientos que forma parte de la memoria personal toda la vida", explica. La obra literaria de Miguel Delibes es un buen ejemplo.
Díaz releyó sus novelas en busca de referencias musicales para una exposición que todavía puede verse en la Villa del Libro de Urueña y una parte de las que encontró eran canciones religiosas ligadas a la escuela y a la infancia. Canciones que evocaban recuerdos y vivencias.
En su discografía pueden hallarse no menos de seis obras de temática monográfica religiosa: ‘Canciones de Navidad’ (1968), ‘Rogativas y cantos para pedir agua’ (2005), ‘La santa misión’ (2003), ‘Cuaresma, Semana Santa y Pascua en Castilla y León’ (2003), ‘Devotos llegad’ (1994), y ‘Mitos, ritos y creencias’ (1979), si bien muchos temas están dispersos en otros discos de su discografía.
"Yo no llamaría a las rogativas superstición. Más bien forman parte del mundo de las creencias", explica en relación a uno de sus cancioneros más peculiares. "En la rogativa lo importante es la conexión del individuo con la naturaleza a través de una serie de mediadores, que pueden ser dioses antiguos o santos. Es una creencia universal que se da en todas las culturas, y en tiempos distintos, de una forma u otra".
Recuerda Joaquín Díaz una conferencia que impartió en defensa de las rogativas en la que una señora del público no hacía más que mirar hacia atrás cada vez que decía algo. Luego descubrió que sus miradas eran una recriminación al cura del lugar, que había suprimido la práctica de las rogativas, para disgusto de fieles como ella.
"Dentro del repertorio de elementos de la tradición que cada persona recibe, es ella la que decide qué almacena y que incorpora nuevo, en función de su gusto personal. Y ese nuevo repertorio lo retransmite a su vez", explica.
"Las rogativas ocupaban un lugar destacado entre las creencias menos explicables, muy vinculadas al mundo del sentimiento. Yo he comprobado personalmente la intensidad de esa emoción, que es una pieza esencial para la transmisión de la memoria".
Otro de sus discos de temática religiosa más singulares es ‘La santa misión’, que se refiere a la labor de evangelización interior que realizaban órdenes como los franciscanos o los jesuitas, especialmente en el mundo rural.
"La presencia de la misión duraba 2 o 3 días y ponía el pueblo al que acudían patas arriba, literalmente. Sobre todo, en las épocas en las que se daba por sentado que todo el mundo era creyente y no cabía declararse ateo".
La misión reunía a los fieles para explicarles los aspectos esenciales de su fe. "Había algunos capuchinos que asustaban tanto a la gente con sus prédicas sobre la muerte, y sobre cómo debemos estar preparados por si nos pilla por sorpresa, que al día siguiente todo el pueblo se confesaba", explica Díaz.
A veces incluso se convocaba a los vecinos a una especie de confesión pública sin nombres, "que al final derivaba en otra cosa porque en los pueblos pequeños lo normal es que todo el mundo supiera ya los pecados de cada vecino".
Quedan restos de la labor evangelizadora de La Santa misión en algunas canciones que todavía se oyen en las procesiones y en las cofradías, como ‘Perdona a tu pueblo, señor’. "Esto ha estado vigente hasta hace 30 o 40 años y sigue vivo en la memoria de muchas personas", explica el cantante e investigador de Urueña.
La pervivencia de las cofradías es también responsable de que se conserve buena parte del repertorio musical de Cuaresma, Semana Santa y Pascua, que se interpretaba entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección, fundamentalmente. "En muchos lugares se canta todavía el ‘Poderoso’ durante el Vía Crucis", recuerda.
El disco religioso menos exótico de los editados por Joaquín Díaz es el dedicado a la Navidad. "La Navidad es un tiempo litúrgico, pero también es un tiempo de reencuentros familiares y de bondad que sigue despertando un gran interés. Y se siguen cantando villancicos". Aquí la tradición corre menos peligro.
En ‘Devotos llegad’ amplió el repertorio de canciones a otros ámbitos de lo confesional ligados a la presencia de lo sobrenatural en la vida cotidiana. El tema ‘Hermanos venid’, por ejemplo, apela a la buena conciencia cristiana de las gentes para vencer la pereza y rezar el rosario: "Hermanos venid, devotos llegad, no dejéis de rezar el rosario, por la pereza de no madrugar. Al rosario de la aurora tocan, si sois devotos y queréis seguir por las sendas preciosas del cielo, salid de la cama y dejad de dormir. Hermanos venid".
El disco incluye también un tema dedicado a San Antonio, uno de los santos más solicitados por los fieles. "El responsorio de San Antonio solía rezarse para localizar objetos perdidos, con gran eficacia, según decían, pero su influencia se fue extendiendo y casi servía para todo", recuerda Joaquín Díaz.
El investigador y cantante recuerda una historia bastante tremenda que se contaba de una mujer que tenía cáncer y le pidió a San Antonio que se lo curara. Y se lo curó. "Pero un día, en una predicación, escuchó que las enfermedades del mundo eran una forma de acercarse a Dios y se arrepintió de haberse curado, de modo que le pidió a San Antonio que le devolviera el cáncer. Y al parecer lo hizo, y murió pocos días después". Estas canciones y costumbres "acompañaban a los individuos durante toda su vida".