El obispo católico de Butembo-Beni (Congo Este) ha denunciado, ante la fundación pontificia internacional ACN, las gravísimas violaciones de los derechos humanos que están cometiendo en su diócesis milicias merodeadoras.
En una videoconferencia, mantenida con el personal de la fundación, el obispo Paluku Sekuli Melchisedec dijo: «Hay incidentes especialmente en el norte de nuestra diócesis. Grupos armados están destruyendo escuelas y hospitales. Matan a profesores y alumnos e incluso se está matando a los enfermos en el hospital. No pasa un día sin que haya gente asesinada».
Según Mons. Paluku Sekuli, debido a ello también está aumentando el número de enfermedades mentales. «Necesitamos centros que ofrezcan terapia, pues muchas personas están traumatizadas. Muchos han tenido que abandonar sus aldeas, porque han sido quemadas. Algunos han visto cómo mataban a sus padres. Hay muchos huérfanos y viudas. La miseria es absoluta».
Desde hace años, las provincias orientales del Congo están siendo aterrorizadas por milicias. Los conflictos étnicos, los desplazamientos demográficos y el acceso a las materias primas desempeñan un papel importante. Además, en los últimos años también ha habido un fuerte componente islámico radical.
El obispo añade que, como consecuencia de los ataques, se está produciendo un desplazamiento masivo interno de la población hacia zonas más seguras.
La Conferencia Episcopal Congoleña calcula que desde 2013 han muerto en Beni más de 6.000 personas, solo en Bunia y en 2020, más de 2.000. «Además, hay al menos 3 millones de desplazados y unos 7.500 secuestrados. Existe un proyecto de gran envergadura para islamizar o expulsar a la población autóctona».
Por miedo al terror de las milicias y en protesta contra la inacción del Gobierno, la vida pública está paralizada. «Se están produciendo disturbios, marchas de protesta, huelgas, movimientos por los derechos civiles. La vida normal está paralizada. La gente exige más seguridad».
Pero el Estado congoleño está desaparecido. «El Estado como tal es inexistente. Al este no llega, ya sea por debilidad o por complicidad».Ante la ausencia del Estado, corresponde a la Iglesia católica un papel especial, según subrayó el obispo. «Aquí estamos a 2.500 kilómetros de la capital. Como no hay Estado, tenemos que ver por nosotros mismos cómo salir adelante. No recibimos ninguna ayuda». A pesar de ello, la Iglesia ha construido escuelas en la región.
Pero lo decisivo –continúa diciendo el obispo— es dar esperanza a las personas. «Nuestra presencia da a la gente esperanza para superar las actuales adversidades y esperar días mejores», subrayó.
Un papel decisivo corresponde a la fe. «La gente llora porque tiene motivos para hacerlo, pero llevan una esperanza en su interior. Tienen una resistencia natural que ha sido reforzada por la evangelización».
La fe cristiana —comenta el obispo— llegó a la región hace unos 120 años. «La evangelización da frutos, tenemos muchas vocaciones en nuestra diócesis».
Mons. Paluku Sekuli dice que la región, en realidad, es cristiana en gran parte, pero ahora se ve expuesta a la islamización. Por tanto, el mayor reto es «fortalecer la fe de los católicos». «Nos están imponiendo el islam. Por todas partes se construyen mezquitas a pesar de que nadie las necesita. Tampoco tienen el aspecto de las tradicionales que conocemos».
El obispo habló de islamización porque «todos aquellos que han sido secuestrados por estos grupos terroristas y han salido vivos cuentan la misma historia: tenían que elegir entre la muerte y la conversión al islam».
A la pregunta de cómo se financian estos grupos, Mons. Paluku Sekuli se refiere en primer lugar a donaciones extranjeras. En su época, el antiguo jefe del Estado libio Muammar Gaddafi, por ejemplo, se mostró muy generoso en la construcción de las mezquitas. Ahora, sin embargo, otras fuentes de financiación permiten la construcción de estos lugares de culto.
«Los grupos terroristas armados tienen empresas muy lucrativas. Se puede apreciar bien que la islamización no es su única motivación», dijo el obispo. Se refiere a la explotación de los recursos naturales: «Esta región es rica en recursos naturales y está siendo explotada ilegalmente. ¿Cómo se explican estas refinerías de coltán que funcionan en Ruanda si el país no dispone de este recurso? Este raro material se extrae aquí y se envía al otro lado de la frontera de forma completamente ilegal. No veo que el gobierno congoleño reaccione ante eso».
Mons. Paluku Sekuli se pregunta cómo debe actuar la Iglesia en relación con el islam que se está imponiendo. ¿Qué relación debemos de tener con ese islam que no es solo una religión, sino que también es político y que está vinculado al terror?».
ACN lleva muchos años apoyando a la Iglesia católica en la República Democrática del Congo. Este año, la fundación presta especial atención a las víctimas del extremismo islamista y a la labor pastoral de la Iglesia en las zonas de guerra.