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Podemos pensar en la comunicación como un puente que llena la distancia entre nosotros y los demás. El niño empieza a desarrollar la comunicación desde pequeño, a percibir que él y los papás son dos cosas distintas.
En el primer año y medio de vida por lo tanto, incluso antes de hablar de lenguaje, es importante prestar atención a la capacidad del niño de comunicar y relacionarse con los demás, en primer lugar con los papás.
La aparición de estas habilidades nos dice que el niño está desarrollando un buen impulso para querer comunicarse (la llamada “intencionalidad comunicativa”), que es el requisito previo para abrirse al lenguaje. Si estas competencias cuestan en aparecer después del año y medio del niño, es recomendable hablar con el pediatra o un psicólogo.
Paralelamente, a partir del año, empieza a desarrollarse el lenguaje, que es la forma más evolucionada de comunicación. Los niños empiezan a comprender cada vez más palabras y a pronunciar algunas.
Entre los 18 y los 24 meses, el vocabulario aumenta rápidamente, pero cada niño es diferente. Un niño de dos años generalmente tiene una excelente comprensión del lenguaje (logra entender las peticiones de los padres como "ve al baño", "toma la pelota grande", "¿dónde está papá?" sin necesidad de acompañar la frase con gestos) y logra expresar bien sus necesidades aunque no use las palabras.
Si esto no succede, o si el progenitor tiene la impresión de que el niño no oye, está distraído y desinteresado en la relación y la comunicación, es bueno consultarlo con el pediatra y evaluar la posibilidad de una cita con el psicólogo.
Durante el tercer año de vida (entre los 2 y los tres años), el lenguaje se desarrolla muy rápidamente y a partir de los 3 años se vuelve un instrumento muy importante en las relaciones sociales del niño.
Es común observar momentos de rabia y frustración en los niños que no logran expresarse bien. Es importante acoger estos momentos y evaluar junto con los especialistas si es apropiado ayudar al niño con un curso de logopedia, para apoyar el desarrollo del lenguaje.
Durante los años de maternal (de los 3 a los 6 años), es importante tener bajo control la evolución del lenguaje prestando atención a la precisión de los sonidos y a una adecuada construcción de la frase.
En este periodo, son comunes los momentos transitorios de tartamudeo que, normalmente, se resuelven espontáneamente. En estos casos, es bueno que el progenitor no estrese al niño, no lo anticipe, sino que respete sus tiempos con dulzura y serenidad.
Si los periodos de tartamudeo se prolongan o están asociados a otras señales de estrés (como trastornos del sueño, nerviosismo...) es bueno consultar con el pediatra o con un psicólogo.
Entre los 3 y los 6 años, a menudo en coincidencia con el inicio de la escuela infantil, los niños pueden tener problemas para hablar en situaciones en que se espera que hablen, como en la escuela, mientras que logran hablar en situaciones en donde se sienten más cómodos, como en casa.
En estos casos se habla de mutismo selectivo, que es clasificado como "trastorno de ansiedad".
El mutismo selectivo interfiere con la comunicación social y los resultados escolares. Para un correcto diagnóstico, los síntomas deben persistir después del primer mes de escuela: de esta manera podemos excluir que el mutismo se deba al hecho de que el niño no conoce aún a sus compañeros y que no está acostumbrado al lenguaje hablado que se usa en la escuela.
En la escuela, los niños con mutismo selectivo se muestran normalmente inmóviles y sin ninguna expresión en el rostro. Algunos evitan también el contacto físico y visual. Estos niños son muy hábiles para usar el lenguaje no verbal: indican, hacen señas con la cabeza, escriben o se quedan impasibles hasta que el interlocutor adivina la respuesta. Es importante y esencial para posibles tratamientos y cuidados diferenciar la timidez del mutismo selectivo que son confundidos a menudo.
La timidez no es un trastorno clínicamente definido sino un rasgo de la personalidad, y no existen sugerencias para su tratamiento.
Una diferencia fundamental entre un niño tímido y un niño con mutismo selectivo es que el tímido, cuando es necesario, es capaz de hablar, incluso mínimamente, en ambientes públicos, mientras que el niño con mutismo a menudo no es capaz de hacerlo. Si los padres o los profesores sospechan que el niño padece de mutismo selectivo es bueno consultar con el pediatra y con un psicólogo.
De Silvia Amendola y Francesca Bevilacqua