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Un informe que confirma las intuiciones del Papa Francisco

MEXICO
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Jaime Septién - publicado el 08/06/21
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Ya lo dijo el Papa Francisco hace más de 5 años: “tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la humanidad”

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El lunes 15 de marzo de 2016, en el Centro Deportivo Municipal de San Cristóbal de las Casas, Chiapas (en el sur de México, territorio netamente indígena), el Papa Francisco pronunció una homilía que todavía resuena en el corazón de las personas presentes en la Misa, y en todos los pueblos originarios de América.

Una homilía en la que habló del desafío ambiental que vivimos y de sus raíces humanas que nos impactan a todos y nos interpelan. En la (entonces) recientemente publicada encíclica Laudato Si', el pontífice argentino señaló el hecho que “ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia”.

Acto seguido, dijo unas palabras que un reciente informe de organismos calificados a nivel mundial y latinoamericano pone de relieve: que los pueblos originarios de América Latina y el Caribe “tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la humanidad” por su relación armónica con la naturaleza y el respeto que le tienen a la “casa común”.

Cinco años más tarde los guardianes de la naturaleza y de los bosques –los pueblos originarios de la región—han sido reconocidos en el informe 'Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques' elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC).

Con los datos duros en la mano, el documento de FAO y FILAC demuestra que las tasas de deforestación que sufren los países latinoamericanos y caribeños son más bajas en los territorios que gestionan los indígenas que en aquellos en que entidades públicas y privadas explotan. Por ello, según este informe, su enseñanza es “una oportunidad climática” para esta región.

La razón ya la contemplaba el Documento Final de Aparecida (emanado de la Quinta Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano celebrada en mayo de 2007 y en el cual el cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio tuvo un papel fundamental): los pueblos indígenas se relacionan con la naturaleza a la que respetan como “fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano”.

En el informe, Julio Berdegué, Subdirector General y Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, señala: “Apoyarlos (a los pueblos originarios) para proteger y manejar sus bosques permitiría recuperar o crear cientos de miles de empleos forestales, agroforestales, turísticos, educativos y culturales, así como evitar la posibilidad de nuevas pandemias, además de otros beneficios sociales, ambientales y culturales”.

La pregunta que hay detrás de todo esto es la misma pregunta que se hacía el Papa: ¿Por qué no lo hacemos?

Los bosques en los territorios gestionados por los indígenas contienen alrededor de un tercio de todo el carbono almacenado en los bosques de América Latina y el Caribe y el 14 por ciento del carbono almacenado en los bosques tropicales de todo el mundo, según Berdegué.

Los pueblos indígenas ocupan físicamente 404 millones de hectáreas en América Latina, ”lo que supone aproximadamente una quinta parte de la superficie total", dijo a la agencia alemana DW Mauricio Mireles, Oficial Regional en Políticas para Pueblos Indígenas e Inclusión Social de la FAO y coordinador del informe. Y agregó: "De los 404 millones de hectáreas, 237 millones están en la cuenca del Amazonas".

Por este motivo Brasil, Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador son los países en los que los pueblos originarios logran reducir más las emisiones y, también, por ello, el Papa Francisco decía en la Exhortación postsinodal Querida Amazonía: “Para cuidar la Amazonia es bueno articular los saberes ancestrales con los conocimientos técnicos contemporáneos, pero siempre procurando un manejo sustentable del territorio que al mismo tiempo preserve el estilo de vida y los sistemas de valores de los pobladores”.

El informe de FAO y FILAC es el primer estudio exhaustivo de algunas intuiciones que han estado detrás de Laudato Si’ y Querida Amazonía: que los territorios custodiados por los pueblos originarios tienen, en promedio, menos deforestación que el resto de los bosques en toda la región latinoamericana y caribeña.

Con aproximadamente 300 estudios desarrollados por diversas disciplinas a lo largo del tiempo, el informe es categórico: los indígenas son los que mejor manejan los bosques. Son sus verdaderos guardianes.

Los números son categóricos: cerca de la mitad de los bosques que restan sin daño en la cuenca del Amazonas pertenecen o se encuentran dentro de zonas indígenas. De 2000 a 2016, los bosques en las áreas indígenas disminuyeron 4.9 por ciento, mientras que en el resto de las áreas la disminución fue de 11.2 por ciento: poco más del doble.

Sin embargo, la huella de la llamada civilización se acerca peligrosamente a estas áreas, y gran cantidad de defensores del territorio –como el líder indígena amazónico del pueblo Inga Robinson López Descanse (1985-2020), a quien está dedicado el informe—son asesinados, intimidados, golpeados, despreciados.

Por ello, son importantes las palabras de Myrna Cunningham, presidente de FILAC: “El derecho al territorio es un componente de los principios ordenadores de la vida de los pueblos indígenas que les permite reproducir, practicar, preservar y revitalizar sus propios sistemas políticos, económicos, sociales, jurídicos y culturales, en relación armónica con la naturaleza”.

Y nos dan la posibilidad de que su sabiduría se comparta con el mundo, como quiere el Papa Francisco y como lo gritó en San Cristóbal de las Casas:

“Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, ¡perdón, hermanos! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita”

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